Esta página es parte de una serie que explora las leyes de Dios que solo podían obedecerse cuando el Templo estaba presente en Jerusalén.
- Appendix 8a: Las Leyes de Dios Que Requieren el Templo (Esta página).
- Appendix 8b: Los Sacrificios — Por Qué No Pueden Guardarse Hoy
- Appendix 8c: Las Fiestas Bíblicas — Por Qué Ninguna Puede Guardarse Hoy
- Appendix 8d: Las Leyes de Purificación — Por Qué No Pueden Guardarse Sin el Templo
- Appendix 8e: Los Diezmos y las Primicias — Por Qué No Pueden Guardarse Hoy
- Appendix 8f: El Servicio de Comunión — La Última Cena de Jesús Fue la Pascua
- Appendix 8g: Las Leyes del Nazareato y de los Votos — Por Qué No Pueden Guardarse Hoy
- Appendix 8h: La Obediencia Parcial o Simbólica Relacionada con el Templo
- Appendix 8i: La Cruz y el Templo
Introducción
Desde el principio, Dios estableció que ciertas partes de Su Ley serían llevadas a cabo únicamente en un lugar específico: el Templo donde Él decidió poner Su Nombre (Deuteronomio 12:5-6; 12:11). Muchas ordenanzas dadas a Israel — los sacrificios, las ofrendas, los rituales de purificación, los votos y las funciones del sacerdocio levítico — dependían de un altar físico, de sacerdotes descendientes de Aarón y de un sistema de pureza que solo existía mientras el Templo permaneciera en pie. Ningún profeta, ni siquiera Jesús, enseñó jamás que estos mandamientos podían trasladarse a otro lugar, adaptarse a nuevas circunstancias, reemplazarse por prácticas simbólicas o cumplirse de manera parcial. La obediencia verdadera siempre ha sido simple: o hacemos exactamente lo que Dios ordenó, o no estamos obedeciendo: “No añadan ni quiten nada de lo que les mando, sino que cumplan los mandamientos del Señor su Dios que yo les entrego” (Deuteronomio 4:2. Ver también Deuteronomio 12:32; Josué 1:7).
El Cambio en las Circunstancias
Después de la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 d.C., la situación cambió. No porque la Ley haya cambiado — la Ley de Dios sigue siendo perfecta y eterna — sino porque los elementos exigidos por Dios para cumplir estos mandamientos específicos ya no existen. Sin Templo, sin altar, sin sacerdotes consagrados y sin las cenizas de la vaca roja, se vuelve literalmente imposible repetir lo que las generaciones de Moisés, Josué, David, Ezequías, Esdras y los apóstoles obedecieron fielmente. El problema no es falta de deseo; el problema es imposibilidad. Dios mismo cerró esa puerta (Lamentaciones 2:6-7), y ningún ser humano tiene autoridad para inventar otra.

El Error de la Obediencia Inventada o Simbólica
Aun así, muchos movimientos mesiánicos y grupos que intentan recuperar elementos de la vida israelita han creado versiones reducidas, simbólicas o reinventadas de estas leyes. Celebran prácticas que nunca fueron ordenadas en la Torá. Inventan “ensayos de fiesta” y “fiestas proféticas” como sustitutos de lo que antes requería sacrificios, sacerdocio y un altar santo. Llaman a sus creaciones “obediencia”, cuando en realidad son solo invenciones humanas vestidas con lenguaje bíblico. La intención puede parecer sincera, pero la verdad no cambia: no existe la obediencia parcial cuando Dios ha especificado cada detalle de lo que requería.

¿Acepta Dios Nuestros Intentos de Hacer lo Que Él Prohibió?
Una de las ideas más dañinas que circulan hoy es la creencia de que Dios se complace cuando “hacemos lo mejor que podemos” para obedecer los mandamientos que dependían del Templo, como si la destrucción del Templo hubiera ocurrido contra Su voluntad y nosotros, mediante actos simbólicos, pudiéramos ofrecerle algún consuelo. Este es un grave malentendido. Dios no necesita nuestras improvisaciones. No necesita nuestros sustitutos simbólicos. Y no es honrado cuando ignoramos Sus instrucciones exactas para crear nuestras propias versiones de obediencia. Si Dios ordenó que ciertas leyes se realizaran solo en el lugar que Él escogió, con los sacerdotes que Él designó, en el altar que Él santificó (Deuteronomio 12:13-14), entonces intentar cumplirlas en otro lugar — o en otra forma — no es devoción. Es desobediencia. El Templo no fue removido por accidente; fue removido por decreto de Dios. Actuar como si pudiéramos recrear lo que Él mismo suspendió no es fidelidad, sino presunción: “¿Se complace el Señor tanto en holocaustos y sacrificios como en que se obedezca a Su voz? Obedecer es mejor que ofrecer un sacrificio” (1 Samuel 15:22).
Propósito de Esta Serie
El propósito de esta serie es dejar esta verdad clara. No estamos rechazando ningún mandamiento. No estamos disminuyendo la importancia del Templo. No estamos escogiendo qué leyes obedecer y cuáles ignorar. Nuestro objetivo es mostrar exactamente lo que la Ley ordenó, cómo estas ordenanzas fueron obedecidas en el pasado y por qué no pueden obedecerse hoy. Permaneceremos fieles a las Escrituras sin añadidos, adaptaciones ni creatividad humana (Deuteronomio 4:2; 12:32; Josué 1:7). Todo lector entenderá que la imposibilidad actual no es rebeldía, sino simplemente la ausencia de la estructura que Dios mismo exigió.
Comenzamos, entonces, por el fundamento: lo que la Ley realmente ordenó — y por qué esta obediencia solo fue posible mientras existió el Templo.
























