Appendix 8h: La Obediencia Parcial o Simbólica Relacionada con el Templo

Esta página es parte de una serie que explora las leyes de Dios que solo podían obedecerse cuando el Templo estaba presente en Jerusalén.

Uno de los mayores malentendidos en la religión moderna es la creencia de que Dios acepta la obediencia parcial o la obediencia simbólica en lugar de los mandamientos que Él dio. Pero la Ley de Dios es precisa. Cada palabra, cada detalle, cada límite revelado por medio de Sus profetas y por medio del Mesías lleva todo el peso de Su autoridad. Nada puede añadirse. Nada puede quitarse (Deuteronomio 4:2; 12:32). En el momento en que una persona decide que una parte de la Ley de Dios puede ser alterada, suavizada, sustituida o reinventada, deja de obedecer a Dios: empieza a obedecerse a sí misma.

La precisión de Dios y la naturaleza de la verdadera obediencia

Dios nunca dio mandamientos vagos. Dio mandamientos exactos. Cuando mandó los sacrificios, dio detalles sobre los animales, los sacerdotes, el altar, el fuego, el lugar y el momento. Cuando mandó las fiestas, definió los días, las ofrendas, los requisitos de pureza y el lugar de adoración. Cuando mandó los votos, definió cómo empiezan, cómo continúan y cómo deben terminar. Cuando mandó los diezmos y las primicias, definió qué se lleva, dónde se lleva y quién lo recibe. Nada dependía de la creatividad humana ni de la interpretación personal.

Esta precisión no es accidental. Refleja el carácter de Aquel que dio la Ley. Dios nunca es descuidado, nunca aproximado, nunca abierto a la improvisación. Él espera obediencia a lo que mandó, no a lo que la gente desearía que hubiera mandado.

Por tanto, cuando alguien obedece una ley parcialmente —o sustituye las acciones requeridas por acciones simbólicas— deja de obedecer a Dios. Está obedeciendo una versión del mandamiento que él mismo inventó.

La obediencia parcial es desobediencia

La obediencia parcial es el intento de guardar los elementos “fáciles” o “cómodos” de un mandamiento mientras se descartan los elementos que parecen difíciles, costosos o restrictivos. Pero la Ley no viene en fragmentos. Obedecer de forma selectiva es rechazar la autoridad de Dios sobre las partes que se ignoran.

Dios advirtió a Israel una y otra vez que rechazar incluso un solo detalle de Sus mandamientos era rebelión (Deuteronomio 27:26; Jeremías 11:3-4). Jesús confirmó la misma verdad cuando dijo que quien relaja aun el más pequeño mandamiento será llamado el más pequeño en el reino de los cielos (Mateo 5:17-19). El Mesías nunca dio permiso para ignorar las partes difíciles mientras se conservan las demás.

Es importante que todos entiendan que las leyes que dependen del Templo nunca fueron abolidas. Dios quitó el Templo, no la Ley. Cuando la Ley no puede obedecerse por completo, la obediencia parcial no es una opción. El adorador debe honrar la Ley negándose a modificarla.

La obediencia simbólica es adoración hecha por el hombre

La obediencia simbólica es aún más peligrosa. Ocurre cuando una persona intenta sustituir un mandamiento imposible de cumplir por un acto simbólico diseñado para “honrar” la ley original. Pero Dios no autorizó sustitutos simbólicos. No permitió que Israel reemplazara los sacrificios por oraciones ni las fiestas por meditaciones mientras el Templo seguía en pie. No permitió votos nazareos simbólicos. No permitió diezmos simbólicos. Nunca le dijo a nadie que los rituales externos podían ser reemplazados por versiones simplificadas que los humanos pudieran realizar en cualquier lugar.

Crear una obediencia simbólica es fingir que la imposibilidad física de obedecer tomó a Dios por sorpresa, como si Dios necesitara nuestra ayuda para “simular” lo que Él mismo quitó. Pero esto es una ofensa contra Dios. Trata Sus mandamientos como flexibles, Su precisión como negociable y Su voluntad como algo que debe ser “ayudado” por la creatividad humana.

La obediencia simbólica es desobediencia porque sustituye el mandamiento que Dios habló por algo que Él no habló.

Cuando la obediencia se vuelve imposible, Dios exige contención, no reemplazo

Cuando Dios quitó el Templo, el altar y el servicio levítico, hizo una declaración decisiva: ciertos mandamientos ya no podían llevarse a cabo. Pero no autorizó nada que tomara su lugar.

La respuesta correcta ante un mandamiento que no puede obedecerse físicamente es sencilla:

Abstenerse de intentar obedecerlo hasta que Dios restaure los medios de obediencia.

Esto no es desobediencia. Es obediencia a los límites que Dios mismo estableció. Es temor del Señor expresado en humildad y contención.

Inventar una versión simbólica de la ley no es humildad: es rebelión vestida de devoción.

El peligro de las “variaciones posibles”

La religión moderna intenta con frecuencia crear “variaciones posibles” de mandamientos que Dios hizo imposibles de realizar:

  • Un servicio de comunión inventado para reemplazar el sacrificio de la Pascua
  • Una donación económica del 10 % que reemplaza el diezmo que Dios definió
  • “Ensayos” de fiestas que reemplazan las ofrendas mandadas en Jerusalén
  • Prácticas nazareas simbólicas que reemplazan el voto real
  • “Enseñanzas de pureza” rituales que reemplazan el sistema bíblico de pureza

Cada una de estas prácticas sigue el mismo patrón:

  1. Dios dio un mandamiento preciso.
  2. Dios quitó el Templo, haciendo imposible la obediencia.
  3. Los seres humanos inventaron una versión modificada que pueden realizar.
  4. La llaman obediencia.

Pero Dios no acepta sustitutos de Sus mandamientos. Solo acepta la obediencia que Él mismo definió.

Crear un sustituto es insinuar que Dios cometió un error, como si Él esperara una obediencia continua pero no hubiera logrado preservar los medios para obedecer. Trata la inventiva humana como solución a un “problema” que Dios supuestamente pasó por alto. Esto es un insulto a la sabiduría de Dios.

La obediencia hoy: honrar la Ley sin alterarla

La postura correcta hoy es la misma postura requerida en toda la Escritura: obedecer todo lo que Dios ha hecho posible, y negarse a alterar lo que Él no ha hecho posible.

  • Obedecemos los mandamientos que no dependen del Templo.
  • Honramos los mandamientos que sí dependen del Templo negándonos a modificarlos.
  • Rechazamos la obediencia parcial.
  • Rechazamos la obediencia simbólica.
  • Tememos a Dios lo suficiente como para obedecer solo lo que Él mandó, de la manera en que Él lo mandó.

Esta es la verdadera fe. Esta es la verdadera obediencia. Todo lo demás es religión hecha por el hombre.

El corazón que tiembla ante Su Palabra

Dios se complace en el adorador que tiembla ante Su Palabra (Isaías 66:2), no en el adorador que remodela Su Palabra para hacerla conveniente o posible. Una persona humilde se niega a inventar nuevas leyes para reemplazar aquellas que Dios ha puesto temporalmente fuera de alcance. Reconoce que la obediencia debe corresponder siempre al mandamiento que Dios realmente habló.

La Ley de Dios sigue siendo perfecta. Nada ha sido abolido. Pero no todo mandamiento puede obedecerse hoy. La respuesta fiel es negarse a la obediencia parcial, rechazar la obediencia simbólica y honrar la Ley exactamente como Dios la dio.



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