“Todo es posible para el que cree” (Marcos 9:23).
Recuerda: para aquel que tiene coraje y es guiado por la verdad, la misericordia y la voz viva de la creación de Dios, la palabra “imposible” simplemente no existe. Cuando todos a tu alrededor dicen “esto no se puede hacer” y se rinden, es precisamente en ese momento cuando nace tu oportunidad. Ese es tu llamado a dar un paso adelante con fe. No te apoyes en la opinión limitada de los demás — confía en lo que Dios puede realizar a través de ti, si estás dispuesto a obedecer.
Cuando un hombre decide seguir los mandamientos del Creador — esos mandamientos santos, sabios y eternos — sucede algo extraordinario: Dios y la criatura se unen. El hombre, antes débil e inseguro, se vuelve fuerte y firme, pues es revestido por el Espíritu Santo. Y en ese nuevo estado de comunión, nada puede detenerlo en el camino que el propio Dios ha trazado. Esa fuerza no proviene del esfuerzo humano, sino de la obediencia fiel a la voluntad de Dios. Es la obediencia la que libera el poder del Cielo sobre la vida del hombre.
¿Y qué nos enseña todo esto? Que el verdadero secreto del éxito, de la realización y de la victoria está en la obediencia a la poderosa Ley de Dios. Ahí es donde muchos fallan: quieren alcanzar bendiciones y conquistar sus objetivos sin seguir las instrucciones claras que el Creador dejó. Pero eso es imposible. El camino hacia una vida bendecida y victoriosa siempre ha sido — y siempre será — el de la obediencia. Quien camina con Dios, camina con seguridad, con fuerza y con un propósito que nada puede frustrar. -Thomas Carlyle. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Querido Dios, te agradezco por recordarme que, en Ti, la palabra “imposible” pierde su sentido. Tú me llamas a confiar no en las opiniones humanas, sino en lo que Tú puedes realizar por medio de mí, si estoy dispuesto a obedecer. Gracias porque, aun cuando todos se rinden, Tú me das el valor de dar un paso adelante con fe, sabiendo que eres Tú quien abre las puertas y fortalece a los que te siguen.
Padre mío, hoy te pido que me des un corazón obediente y firme, listo para seguir tus mandamientos con fidelidad. Revísteme con tu Espíritu Santo y transforma mi debilidad en fuerza, mi vacilación en confianza. Que camine con valentía por el camino que has trazado, sabiendo que la verdadera victoria no proviene de mi esfuerzo, sino de mi unión contigo a través de la obediencia. Que cada paso que dé sea guiado por tu santa y poderosa Ley.
Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque el secreto del éxito y de la verdadera realización está en obedecerte de todo corazón. Tu Hijo amado es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un camino seguro en medio del caos, donde cada mandamiento es una lámpara que ilumina el sendero de la victoria. Tus mandamientos son como columnas de fuerza que sostienen mi jornada, guiándome con firmeza hacia una vida que nada ni nadie puede frustrar. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.