“Por lo tanto, no se preocupen por el mañana, porque el mañana traerá sus propias preocupaciones. A cada día le basta con su propio mal” (Mateo 6:34).
Quien tiene tantos motivos para alegrarse y aun así elige aferrarse a la tristeza y a la irritación está despreciando los regalos de Dios. Incluso cuando la vida presenta algunas dificultades, todavía hay incontables bendiciones que podemos reconocer: la luz de este nuevo día, el aliento de vida, la oportunidad de comenzar de nuevo. Si Dios nos envía alegrías, debemos recibirlas con gratitud; si permite pruebas, debemos enfrentarlas con paciencia y confianza. Al fin y al cabo, solo el día de hoy está en nuestras manos. El ayer ya pasó, y el mañana aún no ha llegado. Cargar con los miedos y dolores de varios días en un solo pensamiento es un peso innecesario que solo roba la paz del alma.
Pero hay algo aún más esencial: si deseamos que este día esté realmente lleno de bendiciones, liberación, paz y dirección de lo Alto, necesitamos caminar según la poderosa Ley de Dios. El alma que busca el favor del Señor debe abandonar el pecado y esforzarse por obedecer los increíbles mandamientos del Creador, los mismos que Él entregó a Su pueblo con amor y sabiduría. Es esa obediencia sincera la que muestra al Padre que deseamos Su presencia y la salvación que Él ofrece. Y cuando el Padre ve ese deseo verdadero en el corazón de alguien, lo envía a Su Hijo, Jesús, para que reciba perdón, transformación y vida eterna.
Por lo tanto, no desperdicies un día más con quejas, culpas o miedos sobre el futuro. Entrégate hoy mismo a la voluntad de Dios, sigue Sus caminos con fidelidad y deja que Él llene tu vida de sentido. Los cielos están listos para derramar bendiciones sobre aquellos que andan según Su voluntad. Elige obedecer, y verás el poder del Señor actuando: liberando, sanando y conduciéndote hasta Jesús. -Adaptado de Jeremy Taylor. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Señor mi Dios, te agradezco por este nuevo día que has puesto delante de mí. Incluso en medio de luchas, reconozco que tengo muchos motivos para alegrarme. Líbrame, Padre, de desperdiciar este día con murmuraciones o con el peso de preocupaciones que no me pertenecen. Enséñame a vivir el presente con gratitud, a descansar en Tu fidelidad y a confiar en que todo lo que permites tiene un propósito mayor.
Dame, Señor, un corazón obediente y dispuesto a seguir Tus caminos con sinceridad. Sé que Tus bendiciones no se separan de Tu voluntad, y que solo experimenta liberación y paz verdadera aquel que se somete a Tus mandamientos con amor. Ayúdame a andar según Tu poderosa Ley, rechazando todo lo que te desagrada. Que mi vida sea una prueba viva de que deseo agradarte y honrarte. Condúceme, Padre, hasta Tu amado Hijo, para que, por medio de Él, yo reciba perdón, transformación y salvación.
Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo por Tu misericordia que se renueva cada mañana, por Tu paciencia conmigo y por Tus promesas fieles. Tú eres mi esperanza constante y mi socorro seguro. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un río de justicia que purifica y sostiene el alma. Tus mandamientos son como estrellas en el cielo: firmes, hermosas y llenas de dirección. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.