“En todo, dad gracias, porque esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús para con vosotros” (1 Tesalonicenses 5:18).
Dios tiene un plan para tu vida — de eso no hay duda. Pero es importante recordar: el plan es Suyo, no tuyo. Y mientras intentes moldear ese plan a tus propios deseos, vivirás en constante conflicto con la voluntad del Creador. Por eso tantos cristianos viven frustrados: oran, ayunan, hacen planes, pero nada fluye. Porque, en el fondo, aún quieren que Dios bendiga las decisiones que tomaron sin consultarle. La paz solo llega cuando dejamos de resistirnos y aceptamos el plan de Dios exactamente como Él lo ha diseñado.
Quizás digas: "¡Pero yo aceptaría el plan de Dios si al menos supiera cuál es!" Y aquí está el punto que muchos ignoran: Dios no tiene interés en revelar detalles de Su plan a quienes no demuestran interés en obedecer. La voluntad de Dios no es un misterio inaccesible — el problema es que pocos están dispuestos a cumplir lo que ya ha sido revelado. Antes de querer dirección, misión o propósito, es necesario obedecer lo que ya está claro. ¿Y qué está claro? La poderosa, sabia y eterna Ley de Dios, registrada en el Antiguo Testamento y reafirmada por Jesús en los cuatro Evangelios.
La obediencia siempre viene antes de la revelación. Solo cuando nos rendimos a la voluntad del Padre y nos comprometemos con Sus mandamientos es que Él comienza a mostrar el siguiente paso. Y con la revelación, vienen también la misión, las bendiciones y, por fin, la salvación en Cristo. No hay atajos. El Padre no guía a los rebeldes. Él guía a los obedientes. ¿Quieres saber el plan de Dios para tu vida? Comienza hoy mismo a obedecer todo lo que Él ya ha mandado. El resto será añadido en el momento adecuado — con claridad, con dirección y con la presencia viva de Su Espíritu. -Adaptado de J. R. Miller. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Querido Dios, es verdad que frecuentemente me frustro cuando no entiendo lo que estás haciendo en mi vida. Intento buscarte, pero aún quiero que las cosas sucedan en mi tiempo y a mi manera. Cuando los planes no salen bien, me siento tentado a pensar que Tú estás distante, cuando, en realidad, soy yo quien insisto en seguir caminos que no tienen Tu aprobación. Tú ya has dejado claro, por medio de Tus mandamientos, cómo debo vivir, pero muchas veces ignoro lo que está revelado y espero respuestas nuevas, cuando lo que necesito es obedecer lo que ya sé.
Padre mío, hoy te pido que quites de mí todo deseo de controlar el futuro y que plantes en mí un corazón obediente. Ya no quiero seguir buscando revelaciones mientras dejo de lado la base de la fe, que es la obediencia a lo que Tú ya has ordenado. Enséñame a valorar lo que está escrito, a amar Tus caminos y a practicar, sin demora, las enseñanzas que ya he recibido. Sé que Tú no guías a los rebeldes, sino a los que te honran con fidelidad. Dame discernimiento, Señor, para que mi vida sea moldeada por Tu verdad.
Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque nunca fallas en mostrar el camino correcto a quienes te buscan con sinceridad. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es el camino firme que conduce a la vida, incluso cuando todo a mi alrededor parece incierto. Tus mandamientos son como antorchas vivas que brillan en medio de las tinieblas, revelando Tu carácter y dando dirección a mi alma. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.