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Apéndice 6: Las carnes prohibidas para el cristiano

No todo ser viviente fue creado para ser alimento de los seres humanos. Esta verdad se hace evidente cuando examinamos el inicio de la humanidad en el Jardín del Edén. Adán, el primer hombre, recibió la tarea de cuidar un jardín. ¿Qué tipo de jardín? El texto hebreo original no lo especifica, pero hay evidencia convincente de que era un jardín de árboles frutales:

"Y el Señor Dios plantó un huerto en Edén, al oriente... Y el Señor Dios hizo crecer de la tierra todo árbol delicioso a la vista y bueno para comer" (Génesis 2:15).

También leemos sobre el papel de Adán en nombrar y cuidar a los animales, pero en ninguna parte de las Escrituras se sugiere que ellos también eran "buenos para comer", como los árboles. Esto no significa que Dios haya prohibido comer carne—si así fuera, habría una instrucción explícita al respecto en toda la Escritura. Sin embargo, indica que el consumo de carne animal no formaba parte de la dieta original de la humanidad. La provisión inicial de Dios durante las primeras etapas del hombre parece ser completamente basada en plantas, enfatizando frutas y otras formas de vegetación.

LA DISTINCIÓN ENTRE ANIMALES LIMPIOS E INMUNDOS

Aunque eventualmente Dios permitió a los humanos matar y comer animales, se establecieron claras distinciones entre los animales aptos para el consumo y los que no lo eran. Esta distinción se menciona por primera vez en las instrucciones dadas a Noé antes del diluvio: "Lleva contigo siete parejas de todo animal limpio, macho y su hembra, y una pareja de todo animal inmundo, macho y su hembra" (Génesis 7:2).

El hecho de que Dios no explicara a Noé cómo distinguir entre animales limpios e inmundos sugiere que este conocimiento ya estaba integrado en la humanidad, posiblemente desde el mismo inicio de la creación. Este reconocimiento de animales limpios e inmundos puede verse como un reflejo de un orden y propósito divino más amplio, donde ciertas criaturas fueron apartadas para roles específicos dentro del marco natural y espiritual. A medida que se desarrollan las Escrituras, esta distinción se codifica y se detalla aún más, subrayando su importancia en la relación de pacto entre Dios y Su pueblo.

EL PRIMERO SIGNIFICADO DE LOS ANIMALES LIMPIOS

Basándonos en lo que ha sucedido hasta ahora en la narración del Génesis, podemos suponer con seguridad que hasta el diluvio, la distinción entre animales limpios e inmundos sólo estaba relacionada con su aceptabilidad como sacrificios. La ofrenda de Abel del primogénito de su rebaño s pone de relieve este principio. En el texto hebreo, la frase «primogénito de su rebaño» (מִבְּכֹרוֹת צֹאנוֹ) utiliza la palabra «rebaño» (צֹאן, tzon), que suele referirse a animales domésticos pequeños como ovejas y cabras. Así, lo más probable es que Abel ofreciera un cordero o una cabra joven de su rebaño (Génesis 4:3-5).

Del mismo modo, cuando Noé salió del arca, construyó un altar y sacrificó holocaustos al Señor utilizando animales limpios, que se mencionaban específicamente en las instrucciones de Dios antes del diluvio (Génesis 8:20; 7:2). Este temprano énfasis en los animales limpios para el sacrificio sienta las bases para entender su papel único en el culto y la pureza del pacto.

Las palabras hebreas utilizadas para describir estas categorías—tahor (טָהוֹר) y tamei (טָמֵא)—no son arbitrarias. Están profundamente conectadas con los conceptos de santidad y separación para el Señor:

  • טָמֵא (Tamei)
    Significado: Inmundo, impuro.
    Uso: Se refiere a impureza ritual, moral o física. A menudo asociada con animales, objetos o acciones prohibidas para el consumo o la adoración.
    Ejemplo: "Sin embargo, estos no comeréis... son inmundos (tamei) para vosotros" (Levítico 11:4).
  • טָהוֹר (Tahor)
    Significado: Limpio, puro.
    Uso: Se refiere a animales, objetos o personas aptos para el consumo, la adoración o actividades rituales.
    Ejemplo: "Debéis distinguir entre lo santo y lo común, y entre lo inmundo y lo limpio" (Levítico 10:10).

Estos términos forman la base de las leyes dietéticas de Dios, que se detallan más adelante en Levítico 11 y Deuteronomio 14. Estos capítulos enumeran explícitamente los animales considerados limpios (permitidos para comer) e inmundos (prohibidos para comer), asegurando que el pueblo de Dios se mantenga distinto y santo.

LAS ADVERTENCIAS DE DIOS CONTRA EL CONSUMO DE CARNES INMUNDAS

A lo largo del Tanaj (Antiguo Testamento), Dios reprendió repetidamente a Su pueblo por violar Sus leyes dietéticas. Varios pasajes condenan específicamente el consumo de animales inmundos, destacando que esta práctica se consideraba una rebelión contra los mandamientos de Dios:

"Un pueblo que me provoca continuamente en mi cara... que come carne de cerdo, y en cuyos recipientes hay caldo de carne inmunda" (Isaías 65:3-4).

"Los que se consagran y purifican para ir a los huertos, siguiendo a uno que está entre ellos, y comen carne de cerdo, ratas y otras cosas inmundas—perecerán juntamente con el que los sigue", declara el Señor (Isaías 66:17).

Estas reprensiones destacan que comer carne inmunda no era simplemente un asunto dietético, sino un fracaso moral y espiritual. El acto de consumir tales alimentos estaba vinculado a la desobediencia contra las instrucciones de Dios. Al participar en prácticas explícitamente prohibidas, el pueblo demostraba una falta de respeto por la santidad y la obediencia.

JESÚS Y LA CARNE INMUNDA

Con la llegada de Jesús, el surgimiento del cristianismo y los escritos del Nuevo Testamento, muchos han comenzado a cuestionar si Dios ya no se preocupa por la obediencia a Sus leyes, incluidas Sus reglas sobre los alimentos impuros. En realidad, prácticamente todo el mundo cristiano come lo que desea.

El hecho, sin embargo, es que no hay ninguna profecía en el Antiguo Testamento que diga que el Mesías cancelaría la ley sobre la carne inmunda o cualquier otra ley de Su Padre (como algunos argumentan). Jesús obedeció claramente las ordenanzas del Padre en todo, incluida esta cuestión. Si Jesús hubiera comido cerdo, así como sabemos que comió pescado (Lucas 24:41-43) y cordero (Mateo 26:17-30), entonces tendríamos una enseñanza clara por medio del ejemplo, pero sabemos que este no fue el caso. No tenemos indicios de que Jesús y sus discípulos hayan desobedecido estas instrucciones dadas por Dios a través de los profetas.

ARGUMENTOS REFUTADOS

FALSO ARGUMENTO: "Jesús declaró limpios todos los alimentos"

LA VERDAD: Marcos 7:1-23 es citado con frecuencia como evidencia de que Jesús abolió las leyes dietéticas relacionadas con la carne impura. Sin embargo, un examen cuidadoso del texto revela que esta interpretación carece de fundamento. El versículo comúnmente mal citado dice:
"‘Porque la comida no entra en su corazón, sino en el estómago, y se expulsa.’ (Con esto declaró limpios todos los alimentos)" (Marcos 7:19).

EL CONTEXTO: NO SE TRATA DE CARNE LIMPIA O INMUNDA

En primer lugar, el contexto de este pasaje no tiene nada que ver con carne limpia o inmunda, como se detalla en Levítico 11. En cambio, se centra en un debate entre Jesús y los fariseos sobre una tradición judía que no está relacionada con las leyes dietéticas. Los fariseos y los escribas notaron que los discípulos de Jesús no realizaban el lavado ceremonial de manos antes de comer, conocido en hebreo como netilat yadayim (נטילת ידיים). Este ritual consiste en lavar las manos con una bendición y es una práctica tradicional observada hasta el día de hoy dentro de la comunidad judía, especialmente en círculos ortodoxos.

La preocupación de los fariseos no estaba relacionada con las leyes dietéticas de Dios, sino con la adhesión a esta tradición humana. Ellos veían el hecho de que los discípulos no realizaran el ritual como una violación de sus costumbres, equiparándolo a la impureza.

LA RESPUESTA DE JESÚS: EL CORAZÓN ES LO QUE IMPORTA

Jesús dedica gran parte de Marcos 7 a enseñar que lo que verdaderamente contamina a una persona no son las prácticas o tradiciones externas, sino la condición del corazón. Él enfatiza que la impureza espiritual proviene del interior, de pensamientos y acciones pecaminosas, en lugar de no observar rituales ceremoniales.

Cuando Jesús explica que la comida no contamina a una persona porque entra en el sistema digestivo y no en el corazón, no está abordando las leyes dietéticas, sino la tradición del lavado ceremonial de manos. Su enfoque está en la pureza interna, en lugar de los rituales externos.

UN ANÁLISIS MÁS DETALLADO DE MARCOS 7:19

Marcos 7:19 a menudo se malinterpreta debido a una nota explicativa inexistente que los publicadores de Biblias insertaron en el texto, afirmando: “Con esto, declaró puros todos los alimentos.” En el texto griego, la frase solo dice: “οτι ουκ εισπορευεται αυτου εις την καρδιαν αλλ εις την κοιλιαν και εις τον αφεδρωνα εκπορευεται καθαριζον παντα τα βρωματα,” que traducido literalmente significa: “Porque no entra en su corazón, sino en su estómago, y sale al retrete, purificando todos los alimentos.”

Leer: "sale para la letrina, purificando todos los alimentos" y traducir como: "Con esto, declaró limpios todos los alimentos" es un intento descarado de manipular el texto para ajustarse a un sesgo común contra la Ley de Dios en los seminarios y entre los vendedores de Biblias.

Lo que tiene más sentido es que toda la frase es Jesús describiendo en el lenguaje cotidiano de la época el proceso de comer. El sistema digestivo toma los alimentos, extrae los nutrientes y componentes beneficiosos que el cuerpo necesita (la parte limpia), y luego expulsa el resto como desecho. La frase  "limpiar o purificar todos los alimentos" probablemente se refiere a este proceso natural de separar los nutrientes útiles de lo que será desechado.

CONCLUSIÓN SOBRE ESTE FALSO ARGUMENTO

Marcos 7:1-23 no trata de abolir las leyes dietéticas de Dios, sino de rechazar tradiciones humanas que elevan los rituales externos por encima de las cuestiones del corazón. Jesús enseñó que la verdadera contaminación proviene del interior, y no de fallar en observar el lavado ceremonial de manos. La afirmación de que "Jesús declaró limpios todos los alimentos" es una mala interpretación del texto, basada en prejuicios contra las leyes eternas de Dios. Al leer cuidadosamente el contexto y el idioma original, queda claro que Jesús respetó las enseñanzas de la Torá y no desestimó las leyes dietéticas dadas por Dios.

FALSO ARGUMENTO: "En una visión, Dios le dijo al apóstol Pedro que ahora podemos comer la carne de cualquier animal."

LA VERDAD: Muchas personas citan la visión de Pedro en Hechos 10 como evidencia de que Dios abolió las leyes dietéticas relacionadas con los animales inmundos. Sin embargo, un examen más detallado del contexto y el propósito de la visión revela que no tenía nada que ver con anular las leyes sobre carne limpia e inmunda. En cambio, la visión tenía el propósito de enseñar a Pedro a aceptar a los gentiles dentro del pueblo de Dios, y no de alterar las instrucciones dietéticas dadas por Dios.

LA VISIÓN DE PEDRO Y SU PROPÓSITO

En Hechos 10, Pedro tiene una visión de un lienzo que desciende del cielo, conteniendo todo tipo de animales, tanto limpios como inmundos, acompañado de un mandato de "matar y comer." La respuesta inmediata de Pedro es clara:
"¡De ninguna manera, Señor! Jamás he comido nada impuro o inmundo" (Hechos 10:14).

Esta reacción es significativa por varias razones:

  1. La obediencia de Pedro a las leyes dietéticas
    Esta visión ocurre después de la ascensión de Jesús y el derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés. Si Jesús hubiera abolido las leyes dietéticas durante Su ministerio, Pedro—uno de los discípulos más cercanos a Jesús—habría estado al tanto de ello y no habría objetado tan enfáticamente. El hecho de que Pedro se haya negado a comer animales inmundos demuestra que todavía observaba las leyes dietéticas y no tenía entendimiento de que estas hubieran sido abolidas.
  2. El verdadero mensaje de la visión
    La visión se repite tres veces, enfatizando su importancia, pero su verdadero significado se aclara unos pocos versículos después, cuando Pedro visita la casa de Cornelio, un gentil. El mismo Pedro explica el significado de la visión:
    "Dios me ha mostrado que no debo llamar impuro o inmundo a ningún ser humano" (Hechos 10:28).

La visión no trataba de comida en absoluto, sino que era un mensaje simbólico. Dios usó la imagen de animales limpios e inmundos para enseñar a Pedro que las barreras entre judíos y gentiles estaban siendo removidas y que los gentiles ahora podían ser aceptados en la comunidad de pacto de Dios.

INCONSISTENCIAS LÓGICAS CON EL ARGUMENTO DE QUE "LA LEY SOBRE ALIMENTOS FUE ABOLIDA"

Afirmar que la visión de Pedro abolió las leyes dietéticas ignora varios puntos críticos:

  1. La resistencia inicial de Pedro
    Si las leyes dietéticas ya hubieran sido abolidas, la objeción de Pedro no tendría sentido. Sus palabras reflejan su continua adherencia a estas leyes, incluso después de años de seguir a Jesús.
  2. No hay evidencia escritural de abolición
    En ningún lugar de Hechos 10 el texto declara explícitamente que las leyes dietéticas fueron abolidas. El enfoque está completamente en la inclusión de los gentiles, no en una redefinición de alimentos limpios e inmundos.
  3. El simbolismo de la visión
    El propósito de la visión se hace evidente en su aplicación. Cuando Pedro se da cuenta de que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta a quienes de cualquier nación le temen y hacen lo correcto (Hechos 10:34-35), queda claro que la visión trataba de derribar prejuicios, no de regulaciones dietéticas.
  4. Contradicciones en la interpretación
    Si la visión tratara sobre la abolición de las leyes dietéticas, esto contradiría el contexto más amplio de Hechos, donde los creyentes judíos, incluido Pedro, continuaron observando las instrucciones de la Torá. Además, la visión perdería su poder simbólico si se interpretara literalmente, ya que solo abordaría prácticas dietéticas y no el tema más significativo de la inclusión de los gentiles.
CONCLUSIÓN SOBRE ESTE FALSO ARGUMENTO

La visión de Pedro en Hechos 10 no trataba de comida, sino de personas. Dios usó la imagen de animales limpios e inmundos para transmitir una verdad espiritual más profunda: que el evangelio era para todas las naciones y que los gentiles ya no debían ser considerados impuros o excluidos del pueblo de Dios. Interpretar esta visión como una revocación de las leyes dietéticas es malentender tanto el contexto como el propósito del pasaje.

Las instrucciones dietéticas dadas por Dios en Levítico 11 permanecen inalteradas y nunca fueron el enfoque de esta visión. Las propias acciones y explicaciones de Pedro confirman esto. El verdadero mensaje de la visión trata de derribar barreras entre las personas, no de alterar las leyes eternas de Dios.

FALSO ARGUMENTO: "El concilio de Jerusalén decidió que los gentiles podían comer cualquier cosa siempre que no fuera estrangulada ni con sangre."

LA VERDAD: El Concilio de Jerusalén (Hechos 15) a menudo se malinterpreta como si hubiera dado permiso a los gentiles para ignorar la mayoría de los mandamientos de Dios y seguir solo cuatro requisitos básicos. Sin embargo, un examen más detallado revela que este concilio no trataba de abolir las leyes de Dios para los gentiles, sino de facilitar su participación inicial en las comunidades judío-mesiánicas.

¿DE QUÉ SE TRATABA EL CONCILIO DE JERUSALÉN?

La pregunta principal abordada en el concilio era si los gentiles necesitaban comprometerse completamente con toda la Torá—includingo la circuncisión—antes de que se les permitiera escuchar el evangelio y participar en las reuniones de las primeras congregaciones mesiánicas.

Durante siglos, la tradición judía sostenía que los gentiles debían observar completamente la Torá, incluyendo prácticas como la circuncisión, la observancia del sábado, las leyes dietéticas y otros mandamientos, antes de que un judío pudiera interactuar libremente con ellos (Ver Mateo 10:5-6; Juan 4:9; Hechos 10:28). La decisión del concilio marcó un cambio, reconociendo que los gentiles podían comenzar su camino de fe sin seguir inmediatamente todas estas leyes.

CUATRO REQUISITOS INICIALES PARA LA ARMONÍA

El concilio concluyó que los gentiles podían asistir a las reuniones congregacionales tal como estaban, siempre que evitaran las siguientes prácticas (Hechos 15:20):

  1. Alimentos contaminados por ídolos: Evitar consumir alimentos sacrificados a ídolos, ya que la idolatría era profundamente ofensiva para los creyentes judíos.
  2. Inmoralidad sexual: Abstenerse de pecados sexuales, comunes en las prácticas paganas.
  3. Carne de animales estrangulados: Evitar comer animales que fueron sacrificados de manera inadecuada, ya que esto retenía sangre, algo prohibido por las leyes dietéticas de Dios.
  4. Sangre: Evitar consumir sangre, una práctica prohibida en la Torá (Levítico 17:10-12).

Estos requisitos no eran un resumen de todas las leyes que los gentiles debían seguir. En cambio, servían como un punto de partida para garantizar la paz y la unidad entre los creyentes judíos y gentiles en congregaciones mixtas.

LO QUE ESTA DECISIÓN NO SIGNIFICABA

Es absurdo afirmar que estos cuatro requisitos eran las únicas leyes que los gentiles debían obedecer para agradar a Dios y recibir la salvación.

  • ¿Estaban los gentiles libres para violar los Diez Mandamientos?
    • ¿Podían adorar a otros dioses, usar el nombre de Dios en vano, robar o asesinar? Por supuesto que no. Tal conclusión contradiría todo lo que las Escrituras enseñan sobre las expectativas de Dios respecto a la rectitud.
  • Un punto de partida, no un punto final:
    • El concilio abordó la necesidad inmediata de permitir que los gentiles participaran en reuniones judío-mesiánicas. Se asumía que crecerían en conocimiento y obediencia con el tiempo.
HECHOS 15:21 TRAE CLARIDAD

La decisión del concilio se aclara en Hechos 15:21:
"Porque Moisés [la Torá] desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo."

Este versículo demuestra que los gentiles continuarían aprendiendo las leyes de Dios a medida que asistieran a la sinagoga y escucharan la Torá. El concilio no abolió los mandamientos de Dios, sino que estableció un enfoque práctico para que los gentiles comenzaran su camino de fe sin sentirse abrumados.

EL CONTEXTO DE LAS ENSEÑANZAS DE JESÚS

El propio Jesús enfatizó la importancia de los mandamientos de Dios. Por ejemplo, en Mateo 19:17 y Lucas 11:28, y en todo el Sermón del Monte (Mateo 5-7), Jesús afirmó la necesidad de seguir las leyes de Dios, como no cometer asesinato, adulterio, amar a nuestros prójimos, entre otros. Estos principios eran fundamentales y no habrían sido descartados por los apóstoles.

CONCLUSIÓN SOBRE ESTE FALSO ARGUMENTO

El Concilio de Jerusalén no declaró que los gentiles podían comer cualquier cosa o ignorar los mandamientos de Dios. Abordó un tema específico: cómo los gentiles podían comenzar a participar en las congregaciones mesiánicas sin adoptar inmediatamente todos los aspectos de la Torá. Los cuatro requisitos eran medidas prácticas para promover la armonía en comunidades mixtas de judíos y gentiles.

La expectativa era clara: los gentiles crecerían en su comprensión de las leyes de Dios con el tiempo a través de la enseñanza de la Torá, que se leía en las sinagogas cada día de reposo. Sugerir lo contrario es tergiversar el propósito del concilio e ignorar las enseñanzas más amplias de las Escrituras.

FALSO ARGUMENTO: "El apóstol Pablo enseñó que Cristo canceló la necesidad de obedecer las leyes de Dios para la salvación."

LA VERDAD: Muchos líderes cristianos, si no la mayoría, enseñan incorrectamente que el apóstol Pablo se opuso a la Ley de Dios e instruyó a los conversos gentiles a ignorar Sus mandamientos. Algunos incluso sugieren que obedecer las leyes de Dios podría poner en peligro la salvación. Esta interpretación ha generado una confusión teológica significativa.

Los estudiosos que no están de acuerdo con esta perspectiva han trabajado arduamente para abordar las controversias en torno a los escritos de Pablo, intentando demostrar que sus enseñanzas han sido mal entendidas o sacadas de contexto en relación con la Ley y la salvación. Sin embargo, nuestro ministerio tiene una posición diferente.

POR QUÉ EXPLICAR A PABLO ES UN ENFOQUE INCORRECTO

Creemos que es innecesario—e incluso ofensivo para el Señor—hacer grandes esfuerzos para explicar la postura de Pablo sobre la Ley. Hacerlo eleva a Pablo, un ser humano, a un estatus igual o incluso superior al de los profetas de Dios e incluso al propio Jesús.

En cambio, el enfoque teológico adecuado es examinar si las Escrituras anteriores a Pablo predijeron o respaldaron la idea de que alguien vendría después de Jesús para enseñar un mensaje que anulara las leyes de Dios. Si existiera una profecía tan importante, tendríamos razones para aceptar las enseñanzas de Pablo sobre este asunto como sancionadas divinamente, y tendría sentido hacer todo lo posible para entenderlas y vivir conforme a ellas.

LA AUSENCIA DE PROFECÍAS SOBRE PABLO

La realidad es que las Escrituras no contienen profecías sobre Pablo—o cualquier otra figura—trayendo un mensaje que cancela las leyes de Dios. Los únicos individuos explícitamente profetizados en el Antiguo Testamento que aparecen en el Nuevo Testamento son:

  1. Juan el Bautista: Su papel como precursor del Mesías fue predicho y confirmado por Jesús (por ejemplo, Isaías 40:3, Malaquías 4:5-6, Mateo 11:14).
  2. Judas Iscariote: Referencias indirectas se encuentran en pasajes como Salmos 41:9 y Salmos 69:25.
  3. José de Arimatea: Isaías 53:9 alude indirectamente a él como quien proveyó el sepulcro para Jesús.

Más allá de estos individuos, no existen profecías sobre nadie—y mucho menos alguien de Tarso—siendo enviado para anular los mandamientos de Dios o enseñar que los gentiles podrían ser salvos sin obedecer Sus leyes eternas.

LO QUE JESÚS PROFETIZÓ QUE SUCEDERÍA DESPUÉS DE SU ASCENSIÓN

Jesús hizo numerosas profecías sobre lo que sucedería después de Su ministerio terrenal, incluyendo:

  • La destrucción del Templo (Mateo 24:2).
  • La persecución de Sus discípulos (Juan 15:20, Mateo 10:22).
  • La propagación del mensaje del Reino a todas las naciones (Mateo 24:14).

Sin embargo, no hay ninguna mención de alguien de Tarso—y mucho menos Pablo—recibiendo autoridad para enseñar una doctrina nueva o contraria en relación con la salvación y la obediencia.

EL VERDADERO CRITERIO PARA EVALUAR LOS ESCRITOS DE PABLO

Esto no significa que debamos descartar los escritos de Pablo o los de Pedro, Juan y Santiago. En cambio, debemos abordar sus escritos con cautela, asegurándonos de que cualquier interpretación esté alineada con las Escrituras fundamentales: la Ley y los Profetas del Antiguo Testamento, y las enseñanzas de Jesús en los Evangelios.

El problema no radica en los escritos mismos, sino en las interpretaciones que los teólogos y líderes religiosos han impuesto sobre ellos. Cualquier interpretación de las enseñanzas de Pablo debe estar respaldada por:

  1. El Antiguo Testamento: La Ley de Dios revelada a través de Sus profetas.
  2. Los Cuatro Evangelios: Las palabras y acciones de Jesús, quien cumplió y afirmó la Ley.

Si una interpretación no cumple con estos criterios, no debe aceptarse como verdad.

CONCLUSIÓN SOBRE ESTE FALSO ARGUMENTO

El argumento de que Pablo enseñó la cancelación de las leyes de Dios, incluidas las instrucciones dietéticas, no está respaldado por las Escrituras. Ninguna profecía predice tal mensaje, y el propio Jesús afirmó la Ley. Por lo tanto, cualquier enseñanza que afirme lo contrario debe ser examinada a la luz de la inmutable Palabra de Dios.

Como seguidores del Mesías, estamos llamados a buscar alinearnos con lo que ya ha sido escrito y revelado por Dios, no a depender de interpretaciones que contradigan Sus mandamientos eternos.

LAS CARNES PROHIBIDAS SEGÚN LA LEY DE DIOS

Las leyes dietéticas de Dios, delineadas en la Torá, definen específicamente los animales que Su pueblo puede comer y los que debe evitar. Estas instrucciones enfatizan la santidad, la obediencia y la separación de prácticas que contaminan. A continuación, se presenta una lista detallada y descriptiva de las carnes prohibidas, con referencias bíblicas.

  1. ANIMALES TERRESTRES QUE NO RUMIAN O NO TIENEN PEZUÑAS HENDIDAS
    • Los animales se consideran impuros si carecen de una o ambas características.
    • Ejemplos de Animales Prohibidos:
      • Camello (gamal, גָּמָל) – Rumian pero no tienen pezuñas hendidas (Levítico 11:4).
      • Daman (shafan, שָּׁפָן) – Rumian pero no tienen pezuñas hendidas (Levítico 11:5).
      • Liebre (arnevet, אַרְנֶבֶת) – Rumian pero no tienen pezuñas hendidas (Levítico 11:6).
      • Cerdo (chazir, חֲזִיר) – Tiene pezuñas hendidas pero no rumian (Levítico 11:7).
  2. CRIATURAS ACUÁTICAS SIN ALETAS Y ESCAMAS
    • Solo los peces con aletas y escamas son permitidos. Las criaturas que carecen de alguna de estas características son impuras.
    • Ejemplos de Criaturas Prohibidas:
      • Bagre – Carece de escamas.
      • Mariscos – Incluye camarones, cangrejos, langostas y almejas.
      • Anguilas – Carecen de aletas y escamas.
      • Calamares y pulpos – No tienen aletas ni escamas (Levítico 11:9-12).
  3. AVES DE PRESA, CARROÑERAS Y OTRAS AVES PROHIBIDAS
    • La ley especifica ciertas aves que no deben comerse, típicamente aquellas asociadas con comportamientos depredadores o carroñeros.
    • Ejemplos de Aves Prohibidas:
      • Águila (nesher, נֶשֶׁר) (Levítico 11:13).
      • Buitre (da’ah, דַּאָה) (Levítico 11:14).
      • Cuervo (orev, עֹרֵב) (Levítico 11:15).
      • Búho, halcón, cormorán y otros (Levítico 11:16-19).
  4. INSECTOS VOLADORES QUE CAMINAN EN CUATRO PATAS
    • Los insectos voladores generalmente son impuros, a menos que tengan patas articuladas para saltar.
    • Ejemplos de Insectos Prohibidos:
      • Moscas, mosquitos y escarabajos.
      • Sin embargo, saltamontes y langostas son excepciones y están permitidos (Levítico 11:20-23).
  5. ANIMALES QUE SE ARRASTRAN POR EL SUELO
    • Toda criatura que se mueva sobre su vientre o tenga múltiples patas y se arrastre por el suelo es impura.
    • Ejemplos de Criaturas Prohibidas:
      • Serpientes.
      • Lagartos.
      • Ratones y topos (Levítico 11:29-30, 11:41-42).
  6. ANIMALES MUERTOS O EN DESCOMPOSICIÓN
    • Incluso de animales limpios, cualquier cadáver que haya muerto por sí mismo o que haya sido desgarrado por depredadores está prohibido para comer.
    • Referencia: Levítico 11:39-40, Éxodo 22:31.
  7. CRUZAMIENTO DE ESPECIES
    • Aunque no está directamente relacionado con la dieta, el cruzamiento de especies está prohibido, lo que implica cuidado en las prácticas de producción de alimentos.
    • Referencia: Levítico 19:19.

Estas instrucciones demuestran el deseo de Dios de que Su pueblo sea distinto, honrándolo incluso en sus elecciones dietéticas. Al adherirse a estas leyes, Sus seguidores muestran obediencia y respeto por la santidad de Sus mandamientos.


Apéndice 5: El día de reposo y los días de ir a la iglesia, dos cosas diferentes

¿CUÁL ES EL DÍA PARA IR A LA IGLESIA?

Comencemos este estudio yendo directo al punto: no hay mandamiento de Dios que indique qué día debe el cristiano asistir a la iglesia, pero sí hay uno que determina en qué día debe descansar. El cristiano puede ser Pentecostal, Bautista, Católico, Presbiteriano o de cualquier otra denominación, asistiendo a cultos y estudios bíblicos los domingos o cualquier otro día, pero eso no lo exime de la obligación de descansar en el día ordenado por Dios: el séptimo día.

LA LIBERTAD EN LA ELECCIÓN DEL DÍA DE ADORACIÓN

Dios nunca estipuló cuál día deberían Sus hijos aquí en la tierra para adorarlo: ni el sábado, ni el domingo, ni el lunes, martes, etc. Cualquier día que el cristiano quiera adorar a Dios con sus oraciones, alabanzas y estudios, puede hacerlo, ya sea solo, en familia o en grupo. El día en que se congrega con sus hermanos para adorar a Dios no tiene nada que ver con el cuarto mandamiento y no está relacionado con ningún otro mandamiento dado por Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

EL PROPÓSITO DEL CUARTO MANDAMIENTO

Si Dios realmente quisiera que Sus hijos fueran al tabernáculo, templo o iglesia en sábado (o domingo), obviamente habría mencionado este detalle importante en el mandamiento. Pero, como veremos a continuación, esto nunca ocurrió. El mandamiento solo dice que no debemos trabajar ni obligar a nadie, ni siquiera a los animales, a trabajar en el día que Él, Dios, santificó.

¿PARA QUÉ SEPARÓ DIOS EL SÉPTIMO DÍA?

Dios menciona el sábado como un día santo (separado, consagrado) en numerosos lugares de las Sagradas Escrituras, comenzando con la semana de la creación:

“Y completó Dios en el séptimo día la obra que había hecho, y descansó [Heb. שׁבת (shabbat) v. cesar, descansar, desistir] en ese día de toda la obra que había hecho. Y bendijo Dios el séptimo día, y lo santificó [Heb. קדוש (kadosh) adj. santo, consagrado, apartado], porque en él descansó de toda la obra que había creado y hecho” (Génesis 2:2-3).

En esta primera mención del sábado, Dios establece la base del mandamiento que más tarde nos daría con más detalles, que es:

  1. El Creador separó este día de los seis días que lo precedieron (domingo, lunes, martes, etc.).
  2. Descansó en este día. Sabemos, obviamente, que el Creador no necesita descansar, ya que Dios es Espíritu (Juan 4:24). Sin embargo, utilizó este lenguaje humano, conocido en teología como antropomorfismo, para que entendamos lo que Él espera que Sus hijos en la tierra hagan en el séptimo día: descansar, en hebreo, Shabbat.

EL SÁBADO Y EL PECADO

El hecho de que la santificación (o separación) del séptimo día de los demás días ocurriera tan temprano en la historia de la humanidad es significativo porque deja claro que el deseo del Creador de que descansemos específicamente en este día no está ligado al pecado, ya que el pecado aún no existía en la tierra. Esto indica que, en el cielo y en la nueva tierra, continuaremos descansando en el séptimo día.

EL SÁBADO Y EL JUDAÍSMO

También observamos que no se trata de una tradición del judaísmo, ya que Abraham, quien dio origen a los judíos, no aparecería en escena hasta varios siglos después. Se trata, más bien, de mostrar a Sus verdaderos hijos en la tierra Su comportamiento en este día, para que así podamos imitar a nuestro Padre, de la misma manera que Jesús lo hacía: “En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que Él hace, eso también lo hace el Hijo de igual manera” (Juan 5:19).

MÁS DETALLES SOBRE EL CUARTO MANDAMIENTO

Esta es la referencia en Génesis, que deja más que claro que el Creador separó el séptimo día de todos los demás y que este es un día de descanso. Pero hasta aquí en la Biblia, el Señor no había sido específico sobre lo que el ser humano, creado un día antes, debía hacer en el séptimo día. Solo cuando el pueblo escogido comenzó su camino hacia la tierra prometida, Dios les dio instrucciones detalladas sobre el séptimo día. Después de 400 años viviendo como esclavos en una tierra pagana, el pueblo escogido necesitaba aclaraciones respecto al séptimo día. Esto es lo que Dios escribió Él mismo en una tabla de piedra, para que todos entendieran que era Dios, y no un ser humano, quien daba estas órdenes. Veamos íntegramente lo que Dios escribió sobre el séptimo día:

“Acuérdate del día de reposo [Heb. שׁבת (shabbat) v. cesar, descansar, desistir], para santificarlo [Heb. קדש (kadesh) v. santificar, consagrar]. Seis días trabajarás y harás toda tu labor [Heb. מלאכה (m’larrá) s.f. trabajo, ocupación]; pero el séptimo día [Heb. ום השׁביעי (uma shiví-i) séptimo día] es reposo para el Señor tu Dios. En él no harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y reposó el séptimo día; por eso el Señor bendijo el día de reposo, y lo santificó” (Éxodo 20:8-11).

 ¿POR QUÉ EL MANDAMIENTO EMPIEZA CON EL VERBO “ACUÉRDATE”?

El hecho de que Dios inicie el mandamiento con el verbo “acuérdate” [Heb. זכר (zakar) v. recordar, rememorar] deja claro que descansar en el séptimo día no era algo nuevo para Su pueblo. Sin embargo, debido a su condición de esclavitud en Egipto, no podían hacerlo con la frecuencia ni de la manera correcta. Además, notemos que este es, por mucho, el mandamiento más detallado de los 10 entregados al pueblo, ocupando un tercio de los versículos bíblicos dedicados a los mandamientos.

Podríamos hablar mucho más sobre este pasaje en Éxodo, pero quiero centrarme en el propósito de este estudio: mostrar que el Señor no mencionó nada en el cuarto mandamiento relacionado con adorar a Dios, congregarse en un lugar para cantar, orar o estudiar la Biblia. Lo que sí enfatizó es que debemos recordar que fue este día, el séptimo, el que nuestro Creador santificó y en el que descansó, y que, como Él, debemos hacer lo mismo.

La orden de Dios de descansar en el séptimo día es tan seria que Él expandió el mandamiento para incluir a nuestros visitantes (extranjeros), empleados (siervos) e incluso a los animales, dejando muy claro que no se permitiría ningún tipo de trabajo secular en este día.

LA OBRA DE DIOS, NECESIDADES BÁSICAS Y ACTOS DE BONDAD EN EL SÁBADO

Cuando estuvo entre nosotros, Jesús aclaró que los trabajos relacionados con la obra de Dios en la tierra (Juan 5:17), las necesidades básicas del ser humano, como comer (Mateo 12:1), y nuestros actos de bondad hacia el prójimo (Juan 7:23) pueden y deben realizarse en el séptimo día sin quebrantar el cuarto mandamiento.

En el séptimo día, el hijo que está en la tierra descansa de su trabajo, imitando así a su Padre que está en el cielo. También adora a Dios y se deleita en Su ley, no solo en el séptimo día, sino todos los días de la semana. El hijo de Dios ama y se complace en obedecer todo lo que Su Padre le ha enseñado:

“Bienaventurado el hombre que no anda en el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los escarnecedores, sino que en la ley del Señor está su delicia, y en Su ley medita de día y de noche” (Salmos 1:1-2; véase también: Salmos 40:8; 112:1; 119:11; 119:35; 119:48; 119:72; 119:92; Job 23:12; Jeremías 15:6; Lucas 2:37; 1 Juan 5:3).

LAS PROMESAS DE DIOS PARA QUIEN OBEDECE EL CUARTO MANDAMIENTO

Dios usó al profeta Isaías como Su portavoz para hacer una de las promesas más hermosas de la Biblia para quienes Le obedecen observando el sábado como un día de descanso:

“Si guardas tu pie de profanar el sábado, de hacer tu voluntad en mi día santo; si llamas al sábado delicia, santo y glorioso del Señor; y lo honras, no siguiendo tus propios caminos, ni buscando tu propia voluntad, ni hablando palabras vanas, entonces te deleitarás en el Señor, y Yo te haré cabalgar sobre las alturas de la tierra, y te sustentaré con la herencia de tu padre Jacob; porque la boca del Señor ha hablado” (Isaías 58:13-14).

LAS BENDICIONES DEL SÁBADO TAMBIÉN SON PARA LOS GENTILES

Una hermosa promesa especial vinculada al séptimo día, especialmente para quienes buscan las bendiciones de Dios. Pero al mismo profeta, el Señor fue más allá. Dios quiso dejar más que claro que las bendiciones reservadas para quienes guardan el séptimo día no están limitadas a los judíos. Mira lo que el Creador prometió a los gentiles:

“Y a los extranjeros que se unan al Señor para servirle, para amar el nombre del Señor, y para ser Sus siervos, a todos los que guarden el sábado sin profanarlo, y abracen mi pacto, Yo los llevaré a mi monte santo, y los alegraré en mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos” (Isaías 56:6-7).

EL SÁBADO Y LAS ACTIVIDADES EN LAS IGLESIAS

El cristiano obediente, sea un judío mesiánico o un gentil, descansa en el séptimo día porque este, y no otro, es el día que el Señor le instruyó para descansar. Si desea interactuar con su Dios en grupo, o adorar a Dios junto a sus hermanos y hermanas en Cristo, puede hacerlo siempre que haya oportunidad, lo cual generalmente ocurre los domingos y también los miércoles o jueves, cuando muchas iglesias celebran cultos de oración, doctrina, sanidad, entre otros.

Tanto los judíos en el período bíblico como los judíos ortodoxos modernos asisten a las sinagogas los sábados porque, obviamente, es más conveniente, ya que en este día no trabajan, en obediencia al cuarto mandamiento. El mismo Jesús asistía al templo los sábados regularmente, pero en ningún momento dio a entender que iba al templo en el séptimo día porque eso formara parte del cuarto mandamiento, porque simplemente no lo es. Jesús se ocupaba los siete días de la semana en cumplir la obra de Su Padre (Juan 4:34), y en el sábado encontraba en el templo al mayor número de personas que necesitaban escuchar el mensaje del Reino (Lucas 4:16).


Apéndice 4: El cabello y la barba del cristiano

Este es otro mandamiento que no tiene ningún argumento teológico que justifique el hecho de que prácticamente ninguna denominación enseñe que debe ser obedecido por todos los fieles del sexo masculino. Sabemos que este era un mandamiento observado por todos los judíos en el período bíblico, sin interrupción, porque los judíos ultraortodoxos actuales nunca han dejado de observarlo, aunque con detalles no bíblicos debido a la interpretación errónea de la pasaje por parte de los rabinos. Tampoco hay duda de que Jesús y todos sus apóstoles y discípulos eran fieles cumplidores de todos los mandamientos contenidos en la Torá, incluido el de Levítico 19:27: “No te afeites el pelo alrededor de la cabeza ni te rasures el contorno de la barba pegado a la piel”.

Los primeros cristianos comenzaron a apartarse del mandamiento de Levítico 19:27, principalmente debido a la influencia cultural durante los primeros siglos de la era cristiana.

INFLUENCIA GRIEGA Y ROMANA

A medida que el cristianismo se extendió por el mundo grecorromano, los conversos trajeron consigo sus prácticas culturales. Tanto los griegos como los romanos tenían normas de higiene y presentación personal que incluían el corte del cabello y la barba. Estas prácticas influyeron en las costumbres de los cristianos gentiles. Este debería haber sido el período en que los líderes de la iglesia fueran firmes respecto a la necesidad de permanecer fieles a las enseñanzas de los profetas y de Jesús, independientemente de los valores y prácticas culturales. No debieron ceder en relación con ninguno de los mandamientos de Dios, pero la falta de firmeza se transmitió de generación en generación, resultando en un pueblo débil e incapaz de ser fiel a la Ley de Dios. Esta debilidad persiste hasta nuestros días, donde encontramos una iglesia distante de aquella que Jesús inició. La única razón por la que todavía existe es porque, como siempre, Dios mantiene a los siete mil que no doblaron la rodilla ante Baal ni lo besaron. (1 Reyes 19:18)

PRÁCTICA A LO LARGO DE LOS SIGLOS

Durante los primeros siglos, la práctica de no cortar el cabello y la barba fue gradualmente abandonada por los cristianos gentiles, mientras que los judíos mesiánicos (judíos que aceptaban a Jesús como el Mesías) continuaron observando todos los mandamientos de Dios contenidos en la Torá hasta que la separación entre judaísmo y cristianismo se hizo más clara. En los siglos posteriores, especialmente después de la legalización del cristianismo en el Imperio Romano con el Edicto de Milán en 313 d.C., las prácticas culturales romanas se volvieron aún más prevalentes entre los cristianos.

Es decir, los primeros cristianos comenzaron a ignorar el mandamiento de Levítico 19:27 debido a una combinación de influencias culturales del mundo grecorromano y una interpretación secular de las Escrituras, diferente de la que Jesús enseñó. Este cambio reflejó una adaptación del cristianismo al contexto cultural secular predominante, mientras intentaba mantener una conexión con los primeros cristianos, que eran fieles a todos los mandamientos de Dios, al igual que Jesús: “He revelado tu nombre a los hombres que me diste del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste; y han obedecido a tu palabra [Antiguo Testamento]” (Juan 17:6).

JESÚS, LA BARBA Y EL CABELLO

Jesucristo, en su vida, nos dio el ejemplo de cómo todo aquel que desea la vida eterna debe vivir en este mundo. Él demostró la importancia de cumplir todos los mandamientos del Padre, incluido el mandamiento sobre el cabello y la barba de los hijos de Dios. La importancia de su ejemplo sirvió en dos aspectos importantes: uno para su propia época y otro para las futuras generaciones de discípulos.

Para su propio período, el ejemplo de Jesús al obedecer la Torá sirvió para eliminar muchas de las enseñanzas rabínicas que predominaban entre los judíos. Estas enseñanzas tenían la apariencia de ser ultra fieles a la Torá, pero en realidad eran en gran parte tradiciones humanas destinadas a mantener al pueblo “esclavizado” a sus tradiciones.

En las profecías de Isaías sobre Jesús, una de las torturas que sufrió fue que le tiraran de la barba y se la arrancaran: “Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban, y mis mejillas a los que arrancaban mi barba; no escondí mi rostro de las burlas y los escupitajos” (Isaías 50:6).

CÓMO CUMPLIR CORRECTAMENTE ESTE MANDAMIENTO ETERNO

  • Longitud del cabello y la barba: El hombre debe mantener el cabello y la barba en una longitud que deje claro que tiene ambos, incluso cuando se le observe de lejos. Ni muy largo ni muy corto, pero lo principal es que no sean demasiado cortos.
  • No rasurar el contorno natural: El cabello y la barba no deben ser rasurados en su contorno natural. Esta es la palabra clave del mandamiento: פאה (Peá), que significa contorno, extremidad, frontera, esquina o lado. No se refiere a la longitud de cada mechón, sino al contorno del cabello y la barba. Por ejemplo, esta misma palabra se usa en referencia a una plantación: “Cuando recojan la cosecha de su tierra, no sieguen hasta las [פאה] esquinas de su campo, ni recojan las espigas caídas de su cosecha” (Levítico 19:9).

Estos puntos son esenciales para la correcta observancia del mandamiento, asegurando que los hombres sigan fielmente la instrucción divina sobre el cabello y la barba.

Dos hombres lado a lado mostrando la forma correcta e incorrecta de mantener la barba y el cabello según el mandamiento de Dios, como se describe en las Escrituras.

ARGUMENTOS INVÁLIDOS PARA NO OBEDECER ESTE MANDAMIENTO DE DIOS:

INVÁLIDO: Solo necesita obedecer quien desea tener barba.

Algunos hombres, incluidos líderes mesiánicos, argumentan que no necesitan obedecer este mandamiento porque rasuran por completo su barba. En este entendimiento ilógico, el mandamiento solo aplicaría si la persona decide “tener barba”. En otras palabras, si el hombre no desea tener barba (o cabello), entonces no está obligado a seguir las instrucciones de Dios. Este razonamiento conveniente no está en el texto sagrado. No existe un “si” o “en caso de” condicional en este mandamiento, solo instrucciones claras sobre cómo se debe mantener el cabello y la barba. Bajo esta misma lógica, una persona podría evadir otros mandamientos, como el del sábado: “No necesito guardar el séptimo día porque no guardo ninguno”, o la prohibición de ciertas carnes: “No me preocupo por la carne prohibida porque nunca pregunto qué carne está en el plato”. Este tipo de actitud no convence a Dios, quien sabe que estas personas consideran sus leyes más como una carga que como algo deseable, en contraste con la actitud de los salmistas: “Oh Señor, enséñame a entender tus leyes, y siempre las seguiré. Dame entendimiento para que pueda guardar tu ley y cumplirla con todo mi corazón” (Salmos 119:33-34).

INVÁLIDO: El mandamiento sobre la barba y el cabello estaba relacionado con prácticas paganas de las naciones vecinas.

En Levítico 19:27, el mandamiento de no rapar el cabello alrededor de la cabeza ni dañar el contorno de la barba se interpreta erróneamente como relacionado con rituales paganos. Sin embargo, al examinar el contexto y la tradición judía, esta interpretación carece de fundamento sólido en las Escrituras.

El texto hebreo dice: “לא תקפו פאת ראשכם, ולא תשחית את פאת זקנך” (lo taqqifu peá roshkhem, velo tashchit et peá zekanekha), que significa: “No rapen en redondo el cabello de sus sienes ni dañen los bordes de su barba”. La palabra פאת (peá) significa contorno, extremo, esquina o borde. Este mandamiento es una instrucción clara sobre la apariencia personal, sin mencionar prácticas paganas o rituales relacionados con los muertos.

Aunque existen pasajes en el Tanaj que conectan el acto de afeitarse el cabello y la barba con el luto, en ninguna parte de las Escrituras se dice que un hombre puede afeitarse el cabello y la barba siempre que no lo haga en señal de luto. Esa condición, por lo tanto, es una adición humana, un intento de crear excepciones que Dios no incluyó en Su Ley. Tal interpretación agrega cláusulas que no están en el texto sagrado, revelando una búsqueda de justificaciones para evitar la obediencia total. Esta actitud de ajustar los mandamientos según conveniencias personales, en lugar de seguir lo que fue claramente ordenado, va en contra del espíritu de sumisión a la voluntad de Dios. Lo que realmente ocurre en estos pasajes sobre no afeitarse el cabello y la barba por los muertos es un recordatorio de que este argumento no sería aceptado para justificar la violación del mandamiento sobre el cabello y la barba.

LOS JUDÍOS ORTODOXOS

Aunque tienen un entendimiento equivocado en ciertos detalles sobre el corte del cabello y la barba, los judíos ortodoxos, desde tiempos antiguos, siempre han entendido el mandamiento de Levítico 19:27 como separado de las leyes relacionadas con prácticas paganas. Mantienen esta distinción, comprendiendo que la prohibición refleja un principio de santidad y separación, no vinculado al luto o a rituales idolátricos.


TODOS LOS MANDAMIENTOS APLICAN A LOS GENTILES

Tanto los descendientes biológicos de Abraham como los gentiles que se unan al pueblo de Dios deben obedecer todos los mandamientos, sin excepción: “La asamblea tendrá las mismas leyes, tanto para ustedes como para el extranjero (גר, ger) que vive entre ustedes; este es un decreto perpetuo por sus generaciones, que, delante del Señor, será válido tanto para ustedes como para el extranjero residente. La misma ley y ordenanza aplicará tanto a ustedes como al extranjero residente” (Números 15:15-16).

EL EXTRANJERO RESIDENTE
(Todos los gentiles, pasados y presentes, que desean formar parte del pueblo de Dios)

Este término (גר, ger) se refiere a un extranjero, un individuo no judío que vive permanentemente entre los israelitas y se compromete a seguir sus leyes y prácticas de fe en el único y verdadero Dios. Los gerim tenían un estatus especial porque, al aceptar las leyes de Dios, podían participar plenamente en la vida religiosa y social de la comunidad. Esto incluía la participación en sacrificios y festividades.

Otros tipos de extranjeros incluían:

  • Nokri (נכרי): Un extranjero que no tenía lazos con la comunidad israelita y generalmente era visto como un visitante o comerciante temporal. No estaban obligados a seguir las leyes de Israel, pero debían respetar algunas normas básicas mientras estuvieran en el territorio.
  • Toshav (תושב): Este término puede referirse a un residente temporal o a un inmigrante que vivía entre los israelitas, pero que no se comprometía con la plena observancia de las leyes religiosas de Israel. Aunque podían vivir durante largos períodos en el territorio, no tenían los mismos derechos y deberes que los gerim (plural de ger).

TODOS LOS MANDAMIENTOS DEL SEÑOR

La observancia de todos los mandamientos de Dios es fundamental para mantener la santidad y fidelidad hacia Él. Los mandamientos son instrucciones claras que deben ser seguidas fielmente por quienes desean agradar a Dios y ser enviados a Jesús para recibir perdón. Jesús enseñó que el proceso de salvación comienza con el ser humano agradando al Padre a través de su conducta (Salmos 18:22-24). Cuando el Padre observa la fidelidad y el deseo de obedecer, el Espíritu Santo guía al hombre a guardar todos los mandamientos. Entonces, el Padre envía a esta persona a Jesús:  “Nadie puede venir a mí si el Padre, que me envió, no lo atrae; y yo lo resucitaré en el último día” (Juan 6:44). También: “Esta es la voluntad de mi Padre: que no pierda a ninguno de los que me ha dado, sino que los resucite en el último día” (Juan 6:39).


Apéndice 3: El tzitzit (flecos, hilos, borlas)

Este es uno de los mandamientos que Dios dio a todos los hijos de Adán que desean formar parte de Su pueblo separado. Para todo aquel que quiere ser enviado al Cordero y tener sus pecados perdonados.

EL MANDAMIENTO PARA RECORDAR LOS MANDAMIENTOS

El mandamiento del tzitzit, dado por Dios a través de Moisés durante los 40 años de peregrinación, ordena que los hijos de Israel, tanto nativos como gentiles, hagan hilos (flecos) [Hb. ציצת (tzitzit), hilos, flecos, borlas] en los bordes de sus vestiduras y coloquen un hilo azul en estos flecos. Este símbolo físico sirve para distinguir a los seguidores de Dios, siendo un recordatorio constante de su identidad y compromiso con Sus mandamientos. La inclusión del hilo azul, un color frecuentemente asociado con el cielo y la divinidad, subraya la santidad y la importancia de este recordatorio. Este mandamiento fue declarado como perpetuo “para sus generaciones”, lo que indica que no está limitado a un período específico, sino que debe ser observado continuamente.

“El Señor habló a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles que se hagan flecos en los bordes de sus vestiduras, por todas sus generaciones, y que pongan un hilo azul en cada fleco. Será para que, al verlo, recuerden todos los mandamientos del Señor y los obedezcan, y no se dejen llevar por los deseos de su corazón ni de sus ojos, que los conducen a prostituirse. Así recordarán y obedecerán todos mis mandamientos, y serán santos para su Dios” (Números 15:37-40).

¿SOLO PARA HOMBRES O PARA TODOS?

La pregunta más común sobre este mandamiento es si se aplica solo a los hombres o a todos. La dificultad radica en que, en hebreo, el término usado en este verso es בני ישראל (Bnei Yisrael), que significa “hijos de Israel” (masculino), mientras que en otros versículos donde Dios también da instrucciones al pueblo, la expresión es כל-קהל ישראל (Kol Kahal Yisrael), que se traduce como “asamblea” y claramente se refiere a toda la comunidad (ver Josué 8:35; Deuteronomio 31:11; 2 Crónicas 34:23). Aunque a algunas mujeres judias modernas y gentiles mesianicas les gusta adornar su ropa con lo que llaman tziztiz, la realidad es que no tenemos ninguna indicacion de que esta ley se aplicara a ambos sexos. En cuanto a su uso, debe estar en la ropa: dos flecos al frente y dos atrás, excepto durante el baño (obviamente). Algunos consideran opcional el uso al dormir, bajo la lógica de que la función del tzitzit es ser un recordatorio visual, y no puede verse mientras se duerme. La pronunciación de tzitzit es (zitzit); el plural es tzitzitot (zitziot).

EL COLOR DE LOS HILOS

Es importante notar que el pasaje no especifica el tono exacto del hilo azul (o púrpura). En el judaísmo moderno, muchos optan por no usar el hilo azul, argumentando que no conocen el tono exacto y, en su lugar, utilizan solo hilos blancos. Sin embargo, si el tono específico fuera crucial, Dios habría sido claro al respecto. La esencia del mandamiento es la obediencia y el recordatorio constante de los mandamientos de Dios, no el tono exacto del color.

Muchos creen que el hilo azul es simbólico del Mesías, aunque no hay respaldo claro para esta interpretación, aunque es una idea atractiva. Algunos también aprovechan que el mandamiento no menciona los colores de los demás hilos, excepto que uno debe ser azul, para hacer tzitzitot elaborados con diversos colores. Esto no es aconsejable, ya que muestra una libertad con los mandamientos de Dios que no tiene nada de positivo. En el período bíblico, teñir los hilos era caro, y es casi seguro que los tzitzitot originales eran de los colores naturales de la lana, probablemente blancos o beige. Por lo tanto, sugerimos que se mantengan dentro de estas tonalidades.

Comparación de tres tipos diferentes de tzitzits y una descripción del tipo correcto según la Ley de Dios en la Biblia, en Números 15:37-40.

LA CANTIDAD DE HILOS

Las Escrituras no especifican cuántos hilos debe tener cada tzitzit. El único requisito es que uno de los hilos sea azul. En el judaísmo moderno, los tzitzitot generalmente están hechos de cuatro hilos doblados por la mitad para formar ocho hilos en cada tzitzit. También han añadido nudos que consideran obligatorios, pero este número de hilos y los nudos son tradiciones rabínicas sin base en las Escrituras. Sugerimos usar cinco o diez hilos en cada tzitzit. Este número se elige porque el Señor indicó que la función del tzitzit es recordar Sus mandamientos, y la cantidad de hilos puede simbolizar los Diez Mandamientos.

No obstante, el número de hilos es una sugerencia, ya que Dios no especificó este detalle a Moisés.

Haz tú mismo tu propio tzitzit según el mandamiento eterno de Dios para todos Sus hijos.
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“PARA QUE, VIÉNDOLOS, RECUERDEN”

El tzitzit, con el hilo azul, sirve como una herramienta visual para ayudar a los siervos de Dios a recordar y cumplir Sus mandamientos. Este versículo enfatiza la importancia de no seguir los deseos del corazón o los ojos, que pueden llevar al pecado. En lugar de eso, los seguidores de Dios deben enfocarse en obedecer Sus mandamientos. Este principio es atemporal y aplica tanto a los antiguos israelitas como a los cristianos de hoy, quienes son llamados a permanecer fieles a los mandamientos de Dios y huir de las tentaciones del mundo.

“TODOS MIS MANDAMIENTOS”

La observancia de todos los mandamientos de Dios es fundamental para mantener la santidad y fidelidad hacia Él. Los tzitzitot en las vestiduras son un símbolo tangible que recuerda a los siervos de Dios la necesidad de vivir una vida santa y obediente. Ser santo y separado para Dios es un tema central en toda la Biblia. Este mandamiento específico es un medio para que los siervos de Dios se mantengan conscientes de su responsabilidad de obedecer.

JESÚS Y EL TZITZIT

laleydedios.org - Una mujer toca el tzitzit de Jesús y es sanada.

Jesús, en Su vida, demostró la importancia de cumplir los mandamientos de Dios, incluido el uso del tzitzit. En el texto griego [Gr. κράσπεδον (kraspedon), tzitzit, hilos, flecos, borlas], leemos que fue esto lo que tocó la mujer con flujo de sangre para ser sanada: “Una mujer que hacía doce años padecía de hemorragias se acercó por detrás y tocó el fleco de su manto” (Mateo 9:20). En Marcos leemos que muchas personas querían tocar los tzitzits de Jesús, sabiendo que estos simbolizaban los poderosos mandamientos de Dios que traen bendición y sanidad: “Dondequiera que Él entraba, ya fueran aldeas, ciudades o campos, colocaban a los enfermos en las plazas y le rogaban que les permitiera tocar siquiera los flecos de su manto; y todos los que lo tocaban quedaban sanos” (Marcos 6:56).


TODOS LOS MANDAMIENTOS APLICAN A LOS GENTILES

Tanto los descendientes biológicos de Abraham como los gentiles que se unan al pueblo de Dios deben obedecer todos los mandamientos, sin excepción: “La asamblea tendrá las mismas leyes, tanto para ustedes como para el extranjero (גר, ger) que vive entre ustedes; este es un decreto perpetuo por sus generaciones, que, delante del Señor, será válido tanto para ustedes como para el extranjero residente. La misma ley y ordenanza aplicará tanto a ustedes como al extranjero residente” (Números 15:15-16).

EL EXTRANJERO RESIDENTE
(Todos los gentiles, pasados y presentes, que desean formar parte del pueblo de Dios)

Este término (גר, ger) se refiere a un extranjero, un individuo no judío que vive permanentemente entre los israelitas y se compromete a seguir sus leyes y prácticas de fe en el único y verdadero Dios. Los gerim tenían un estatus especial porque, al aceptar las leyes de Dios, podían participar plenamente en la vida religiosa y social de la comunidad. Esto incluía la participación en sacrificios y festividades.

Otros tipos de extranjeros incluían:

  • Nokri (נכרי): Un extranjero que no tenía lazos con la comunidad israelita y generalmente era visto como un visitante o comerciante temporal. No estaban obligados a seguir las leyes de Israel, pero debían respetar algunas normas básicas mientras estuvieran en el territorio.
  • Toshav (תושב): Este término puede referirse a un residente temporal o a un inmigrante que vivía entre los israelitas, pero que no se comprometía con la plena observancia de las leyes religiosas de Israel. Aunque podían vivir durante largos períodos en el territorio, no tenían los mismos derechos y deberes que los gerim (plural de ger).

TODOS LOS MANDAMIENTOS DEL SEÑOR

La observancia de todos los mandamientos de Dios es fundamental para mantener la santidad y fidelidad hacia Él. Los mandamientos son instrucciones claras que deben ser seguidas fielmente por quienes desean agradar a Dios y ser enviados a Jesús para recibir perdón. Jesús enseñó que el proceso de salvación comienza con el ser humano agradando al Padre a través de su conducta (Salmos 18:22-24). Cuando el Padre observa la fidelidad y el deseo de obedecer, el Espíritu Santo guía al hombre a guardar todos los mandamientos. Entonces, el Padre envía a esta persona a Jesús:  “Nadie puede venir a mí si el Padre, que me envió, no lo atrae; y yo lo resucitaré en el último día” (Juan 6:44). También: “Esta es la voluntad de mi Padre: que no pierda a ninguno de los que me ha dado, sino que los resucite en el último día” (Juan 6:39).


Apéndice 2: La circuncisión y el cristiano

Entre todos los santos mandamientos de Dios, la circuncisión parece ser el único que prácticamente todas las iglesias consideran erróneamente abolido. Este consenso es tan amplio que incluso antiguos rivales doctrinales, como la iglesia católica y las protestantes (pentecostales, adventistas, bautistas, presbiterianas, metodistas, etc.), junto con grupos considerados sectas, como los mormones y los testigos de Jehová, coinciden en que este mandamiento fue cancelado en la cruz.

DOS RAZONES COMUNES PARA NO OBEDECER ESTE MANDAMIENTO DE DIOS

Existen dos razones principales por las cuales este entendimiento es tan popular entre los cristianos, a pesar de que Jesús nunca enseñó tal doctrina y de que todos los apóstoles y discípulos de Jesús obedecían este mandamiento, incluido Pablo, cuyos escritos los líderes religiosos utilizan para “liberar” a los gentiles de esta exigencia divina. Esto ocurre incluso sin que exista ninguna profecía en el Antiguo Testamento que sugiera que, con la llegada del Mesías, el pueblo de Dios, ya sean judíos o gentiles, estaría exento de obedecer este mandamiento del Señor. Es decir, a pesar de que la circuncisión siempre ha sido exigida, desde Abraham, para que un hombre forme parte del pueblo que Dios separó para ser salvo, sea descendiente de Abraham o no.

LA CIRCUNCISIÓN COMO SEÑAL DEL PACTO

Nadie era admitido como parte de la comunidad santa (separada de otros pueblos) si no se sometía a la circuncisión. La circuncisión era el signo físico de la alianza entre Dios y Su pueblo privilegiado. Este pacto no estaba limitado a los descendientes biológicos de Abraham, sino que también incluía a los gentiles (extranjeros, no judios) que, al someterse a la circuncisión, eran oficialmente incluidos en la comunidad y considerados iguales ante Dios. El Señor fue claro: “Esto se aplica no solo a los miembros de tu familia, sino también a los siervos nacidos en tu casa y a los siervos extranjeros que hayas comprado. Tanto los nacidos en tu casa como los comprados deben ser circuncidados. Así tendrán en su cuerpo la señal de mi alianza eterna” (Génesis 17:12-13).

LA FALTA DE SUSTENTO BÍBLICO PARA LA EXENCIÓN

Si los gentiles realmente no necesitaran este signo físico para formar parte del pueblo de Dios, no habría motivo para que Dios lo exigiera antes de la llegada del Mesías y no después. Para que esto fuera cierto, tendría que haber tal información en las profecías, y Jesús tendría que haber informado que esto sucedería tras su ascensión. Sin embargo, no hay ninguna mención en el Antiguo Testamento sobre la inclusión de los gentiles en el pueblo de Dios que indique que estarían exentos de cualquier mandamiento, incluida la circuncisión, solo por no ser descendientes biológicos de Abraham.

LA PRIMERA RAZÓN: LA DIFICULTAD DE CUMPLIR EL MANDAMIENTO

La primera razón por la cual las iglesias enseñan que el mandamiento de la circuncisión fue cancelado —sin mencionar quién lo canceló— radica en la dificultad de cumplirlo. Los líderes temen que aceptar y enseñar que Dios nunca dio tal instrucción les haría perder muchos miembros.

En términos generales, este mandamiento siempre ha sido inconveniente de cumplir. Incluso hoy, con los avances médicos, el cristiano que decide obedecer este mandamiento tendrá que buscar a un profesional, pagar por la cirugía (generalmente no está cubierta por seguros de salud), enfrentarse a las molestias posquirúrgicas y lidiar con el estigma asociado, junto con la oposición de familiares, amigos y la iglesia. Cumplir este mandamiento requiere una determinación firme; de lo contrario, fácilmente se abandona. Sé esto por experiencia personal, ya que a los 63 años decidí circuncidarme en obediencia a este mandamiento.

LA SEGUNDA RAZÓN: LA FALTA DE COMPRENSIÓN SOBRE LA AUTORIDAD DIVINA

La segunda razón, y ciertamente la principal, es que la iglesia no tiene un concepto correcto de delegación o autorización divina.

Esta falta de entendimiento fue explotada desde el principio por el diablo cuando, pocas décadas después de la ascensión de Jesús, comenzaron las disputas por el poder entre los líderes de las iglesias. Estas disputas culminaron con la absurda conclusión de que Dios había delegado a Pedro y a sus supuestos sucesores la autoridad para realizar cualquier cambio que desearan en la Ley de Dios.

LA PROHIBICIÓN BÍBLICA DE ALTERAR LA LEY

Esta aberración no se limitó únicamente a la circuncisión, sino que abarcó muchos otros mandamientos contenidos en el Antiguo Testamento, mandamientos que Jesús y sus seguidores siempre obedecieron. Inspirada por el diablo, la iglesia ignoró el hecho de que cualquier delegación de autoridad sobre la santa Ley de Dios tendría que venir directamente de Dios, ya sea a través de los profetas del Antiguo Testamento o a través de Su Mesías.

Es inconcebible que simples seres humanos se otorguen a sí mismos la autoridad para cambiar algo tan precioso para Dios como Su Ley.

Ningún profeta del Señor, ni siquiera Jesús, nos advirtió que el Padre, después del Mesías, otorgaría a cualquier grupo o ser humano, dentro o fuera de la Biblia, el poder o la inspiración para anular, abolir, cambiar o actualizar el más mínimo de Sus mandamientos. Muy al contrario, el Señor fue claro al afirmar que esto sería un pecado grave: “No añadan nada a las palabras que yo les ordeno ni quiten nada de ellas, sino obedezcan los mandamientos del Señor su Dios que yo les ordeno” (Deuteronomio 4:2).

LA PÉRDIDA DE INDIVIDUALIDAD EN LA RELACIÓN CON DIOS

Otro punto importante es la pérdida de individualidad en la relación entre la criatura y su Creador. La función de la iglesia nunca fue ser intermediaria entre Dios y el hombre, pero desde el inicio de la era cristiana asumió ese papel. En lugar de que cada convertido, guiado por el Espíritu Santo, se relacionara con el Padre y el Hijo de manera individual, todos comenzaron a depender completamente de sus líderes para que les dijeran qué es lo que el Señor permite o prohíbe.

Este problema grave ocurrió en gran parte porque, hasta la Reforma del siglo XVI, el acceso a las Escrituras era un privilegio eclesiástico. Además, estaba específicamente prohibido que las personas comunes leyeran la Biblia por sí mismas, bajo el pretexto de que no tenían la capacidad de entenderla sin la interpretación de un clérigo.

LA INFLUENCIA DE LOS LÍDERES SOBRE EL PUEBLO

Han pasado cinco siglos y, a pesar de que ahora todos tienen acceso a las Escrituras, el pueblo sigue siendo guiado exclusivamente por lo que sus líderes enseñan, ya sea correcto o incorrecto. La mayoría es incapaz de aprender y actuar por sí mismos respecto a lo que Dios exige de cada individuo.

Los mismos errores sobre los santos y eternos mandamientos de Dios que ocurrían antes de la Reforma continúan siendo transmitidos de generación en generación en los seminarios de todas las denominaciones. Hasta donde tengo conocimiento, no existe ni una sola entidad cristiana que enseñe a los futuros líderes lo que Jesús enseñó: que ningún mandamiento de Dios perdió su validez tras la llegada del Mesías.

“Porque de cierto os digo: que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así lo enseñe a los hombres, será llamado muy pequeño en el reino de los cielos; pero cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos” (Mateo 5:18-19).

LA OBEDIENCIA PARCIAL DE ALGUNAS DENOMINACIONES

Unas pocas iglesias están realmente comprometidas con la enseñanza de que los mandamientos del Señor son eternos y válidos para todos los tiempos. Sin embargo, curiosamente, estas mismas iglesias tienden a limitar la lista de mandamientos que consideran vinculantes. Por lo general, defienden enérgicamente los Diez Mandamientos (incluido el sábado, al que se refiere el cuarto mandamiento) y las leyes dietéticas de Levítico 11, pero no van más allá.

Lo más curioso es que estas selecciones específicas no van acompañadas de ninguna justificación clara basada en el Antiguo Testamento o en los cuatro Evangelios que explique por qué estos mandamientos concretos son obligatorios, mientras que otros, como el uso del pelo y la barba, el tzitzit o la circuncisión, no se mencionan ni se defienden. Esto plantea la pregunta: si todos los mandamientos del Señor son santos y justos, ¿por qué elegir obedecer algunos y no todos?

LA CIRCUNCISIÓN COMO PACTO ETERNO

La circuncisión es el pacto eterno entre Dios y Su pueblo, un grupo de seres humanos santos y separados del resto de la población. Este grupo siempre ha estado abierto a todos y nunca ha habido un período en el que estuviera limitado a los descendientes biológicos de Abraham, como algunos imaginan.

Desde que Dios estableció a Abraham como el primero de este grupo, el Señor instituyó la circuncisión como un signo visible y eterno del pacto. Quedó claro que tanto sus descendientes naturales como aquellos que no eran de su linaje debían poseer este signo físico del pacto si deseaban formar parte del pueblo de Dios.

LAS CARTAS DEL APÓSTOL PABLO ESTÁN EN LA BIBLIA Y FORMAN PARTE DE LA FE CRISTIANA

Uno de los primeros intentos de reunir los diversos escritos que aparecieron después de la ascensión de Cristo fue realizado por Marción, un rico propietario de flotas de barcos, en el siglo II. Marción era un ferviente seguidor de Pablo, pero despreciaba a los judíos. Su Biblia consistía principalmente en los escritos de Pablo y un evangelio propio, que muchos consideran un plagio del evangelio de Lucas. Todos los demás evangelios y epístolas los consideraba invenciones sin inspiración divina. En su Biblia, se eliminó toda mención al Antiguo Testamento, porque entendía y enseñaba que el Dios anterior a Jesús no era el mismo Dios de Pablo.

EL PRIMER CANON OFICIAL DE LA IGLESIA CATÓLICA

El primer canon del Nuevo Testamento fue reconocido oficialmente a finales del siglo IV, unos 350 años después de que Jesús regresara al Padre. Los concilios de la Iglesia católica, con sede en Roma, Hipona (393) y Cartago (397), fueron cruciales para la aceptación de los 27 libros del Nuevo Testamento que conocemos hoy. Estos concilios ayudaron a consolidar el canon en respuesta a las diversas interpretaciones y textos que circulaban en las comunidades cristianas.

LOS OBISPOS DE ROMA Y LA FORMACIÓN DE LA BIBLIA: LA INCLUSIÓN DE LAS CARTAS DE PABLO EN EL SIGLO IV

Las cartas de Pablo formaban parte de la colección de escritos aprobados por Roma en el siglo IV. La colección considerada sagrada por la Iglesia católica se denominó Biblia Sacra en latín y Τὰ βιβλία τὰ ἅγια (ta biblia ta hagia) en griego. Tras siglos de debate sobre qué escritos debían componer la colección oficial, los obispos de la Iglesia aprobaron y declararon sagrados: el Antiguo Testamento de los judíos, los cuatro evangelios, el libro de los Hechos, atribuido a Lucas, las cartas a las iglesias, incluidas las de Pablo, y el Apocalipsis de Juan.

Es importante subrayar que, en tiempos de Jesús, todos los judíos, incluido el propio Jesús, leían y se remitían exclusivamente al Antiguo Testamento en sus enseñanzas. Esta práctica se basaba principalmente en la versión griega del texto, conocida como la Septuaginta, que se compiló unos tres siglos antes de Cristo.

Los escritos de Pablo, así como los de otros autores posteriores a Jesús, se incorporaron a la Biblia oficial aprobada por la Iglesia hace muchos siglos. Por eso se consideran fundamentales para la fe cristiana. Sin embargo, el problema no reside en Pablo, sino en las interpretaciones de sus textos. Sabemos que sus cartas estaban escritas en un estilo complejo y difícil de entender. Esta dificultad ya se reconocía en la época en que fueron escritas (como se indica en 2 Pedro 3:16), cuando el contexto cultural e histórico aún era familiar a los lectores originales. Imaginemos, pues, la interpretación de estos textos siglos más tarde, en un contexto totalmente distinto.

La cuestión principal no es la relevancia de sus escritos, sino el principio fundamental de la autoridad y su transferencia. Como ya se ha explicado, la autoridad que la Iglesia atribuye a Pablo para anular, abolir, corregir o actualizar los santos y eternos mandamientos de Dios no tiene apoyo en las Escrituras que le precedieron. Por lo tanto, esta autoridad no proviene del Señor. No hay ninguna profecía en el Antiguo Testamento ni en los Evangelios que indique que, después del Mesías, Dios enviaría a un hombre de Tarso a quien todos deberían escuchar y seguir.

LA NECESIDAD DE ALINEAR LAS INTERPRETACIONES DE LAS CARTAS CON EL ANTIGUO TESTAMENTO Y LOS EVANGELIOS

Lo que esto significa es que cualquier comprensión o interpretación de lo que escribió no es correcta si no está alineada con las revelaciones que la precedieron. Por lo tanto, el cristiano que verdaderamente teme a Dios y a Su Palabra debe descartar cualquier explicación de las epístolas, ya sea de Pablo o de cualquier otro escritor, que no esté en línea con lo que el Señor nos ha revelado a través de Sus profetas en el Antiguo Testamento y a través de Su Mesías, Jesús. El cristiano debe tener la sabiduría y la humildad de decir: «No entiendo este pasaje y las explicaciones que he leído son falsas porque no están respaldadas por los profetas del Señor y las palabras que salieron de los labios de Jesús. Lo dejaré de lado hasta que un día, si es la voluntad del Señor, me lo explique».

UN GRAN TEST PARA LOS GENTILES

Podemos considerar que este quizá sea el desafío más significativo que el Señor decidió imponer a los gentiles, una prueba análoga a la que enfrentó el pueblo judío durante su viaje hacia Canaán. Como dice Deuteronomio 8:2: “Recuerda cómo el Señor tu Dios te guió por el desierto durante cuarenta años, humillándote y poniéndote a prueba para conocer lo que había en tu corazón, y saber si obedecerías o no Sus mandamientos.”

En este contexto, el Señor busca identificar cuáles de los gentiles están realmente dispuestos a unirse a Su pueblo santo. Aquellos que deciden obedecer todos los mandamientos, incluyendo la circuncisión, lo hacen a pesar de la intensa presión ejercida por la iglesia y a pesar de varias pasajes en las cartas a las iglesias que aparentemente afirman que varios mandamientos, descritos como eternos en los profetas y en los evangelios, fueron revocados para los gentiles.

LA CIRCUNCISIÓN DE LA CARNE Y DEL CORAZÓN

Es importante aclarar que no existen dos tipos de circuncisión, sino solo uno: la física. Debería ser evidente para todos que la expresión “circuncisión del corazón”, utilizada en toda la Biblia, es puramente figurativa, de forma similar a expresiones como “corazón roto” o “corazón alegre”.

Cuando la Biblia afirma que alguien no está circuncidado de corazón, simplemente está diciendo que esa persona no está viviendo de la manera en que debería, si realmente amara a Dios y estuviera dispuesta a obedecerlo. Es decir, este hombre puede haber sido circuncidado físicamente, pero su forma de vida no está en conformidad con el estándar que Dios espera de Su pueblo.

A través del profeta Jeremías, Dios declaró que todo Israel se encontraba en un estado de “incircuncisión de corazón”: “Porque todas las naciones son incircuncisas, y toda la casa de Israel tiene incircunciso el corazón” (Jeremías 9:26).

Es obvio que todos ellos estaban físicamente circuncidados, pero al apartarse de Dios y abandonar Su santa Ley, fueron reprobados porque no estaban circuncidados también de corazón.

LA CIRCUNCISIÓN: FÍSICA Y DE CORAZÓN

Todos los hijos de Dios de sexo masculino, sean judíos o gentiles, deben estar circuncidados, tanto físicamente como de corazón. Esto se evidencia en palabras claras de las Escrituras: “Así dice el Señor Soberano: Ningún extranjero, ni siquiera aquellos que viven entre el pueblo de Israel, entrará en mi santuario si no ha sido circuncidado, de cuerpo y de corazón” (Ezequiel 44:9).

Por lo tanto, podemos concluir que:

  • El concepto de la circuncisión del corazón siempre ha existido y no fue introducido en el Nuevo Testamento para reemplazar la circuncisión física.
  • La circuncisión es exigida para todos los que forman parte del pueblo de Dios, sean judíos o gentiles.

LA CIRCUNCISIÓN Y EL BAUTISMO EN AGUA

Algunos imaginan erróneamente que el bautismo en agua fue instituido para los cristianos como un reemplazo de la circuncisión. Evidentemente, esta afirmación es puramente una invención humana, un intento de evitar la obediencia al mandamiento del Señor.

Si esta afirmación fuera cierta, deberíamos encontrar pasajes en los profetas o en los evangelios que indicaran que, tras la ascensión del Mesías, Dios ya no exigiría la circuncisión a los gentiles que desearan formar parte de Su pueblo, y que el bautismo tomaría su lugar. Sin embargo, tales pasajes no existen.

Además, es importante recordar que el bautismo en agua ya existía mucho antes del surgimiento del cristianismo. Juan el Bautista no fue el “inventor” ni el “pionero” del bautismo.

EL BAUTISMO O MIKVEH EN LA TRADICIÓN JUDÍA

El bautismo, conocido como mikveh, era un ritual de inmersión ya común entre los judíos mucho antes de la llegada de Juan. El mikveh simbolizaba la purificación del pecado y la impureza ritual. Cuando un gentil era circuncidado, también se sometía al mikveh.

Este acto no solo servía para la purificación ritual, sino que también simbolizaba la muerte: como ser “enterrado” en el agua, dejando atrás su antigua vida pagana. Al emerger del agua, de manera similar al líquido amniótico en el útero, la persona renacía para su nueva vida como judío.

JUAN EL BAUTISTA Y EL BAUTISMO

Juan el Bautista no estaba creando un nuevo ritual. En cambio, estaba dando un nuevo significado a uno ya existente. En lugar de que solo los gentiles “murieran” a sus antiguas vidas y “resucitaran” como judíos, los judíos que vivían en pecado también estaban “muriendo” y “renaciendo” en un acto de arrepentimiento.

Sin embargo, esta inmersión no necesariamente sería la última vez que se someterían a este ritual. Los judíos se sumergían siempre que se volvían ritualmente impuros, por ejemplo, antes de entrar al templo. También era común que los judíos –y aún lo hacen hoy en día– se sometieran al ritual de inmersión durante Yom Kipur como una demostración de arrepentimiento.


TODOS LOS MANDAMIENTOS APLICAN A LOS GENTILES

Tanto los descendientes biológicos de Abraham como los gentiles que se unan al pueblo de Dios deben obedecer todos los mandamientos, sin excepción: “La asamblea tendrá las mismas leyes, tanto para ustedes como para el extranjero (גר, ger) que vive entre ustedes; este es un decreto perpetuo por sus generaciones, que, delante del Señor, será válido tanto para ustedes como para el extranjero residente. La misma ley y ordenanza aplicará tanto a ustedes como al extranjero residente” (Números 15:15-16).

EL EXTRANJERO RESIDENTE
(Todos los gentiles, pasados y presentes, que desean formar parte del pueblo de Dios)

Este término (גר, ger) se refiere a un extranjero, un individuo no judío que vive permanentemente entre los israelitas y se compromete a seguir sus leyes y prácticas de fe en el único y verdadero Dios. Los gerim tenían un estatus especial porque, al aceptar las leyes de Dios, podían participar plenamente en la vida religiosa y social de la comunidad. Esto incluía la participación en sacrificios y festividades.

Otros tipos de extranjeros incluían:

  • Nokri (נכרי): Un extranjero que no tenía lazos con la comunidad israelita y generalmente era visto como un visitante o comerciante temporal. No estaban obligados a seguir las leyes de Israel, pero debían respetar algunas normas básicas mientras estuvieran en el territorio.
  • Toshav (תושב): Este término puede referirse a un residente temporal o a un inmigrante que vivía entre los israelitas, pero que no se comprometía con la plena observancia de las leyes religiosas de Israel. Aunque podían vivir durante largos períodos en el territorio, no tenían los mismos derechos y deberes que los gerim (plural de ger).

TODOS LOS MANDAMIENTOS DEL SEÑOR

La observancia de todos los mandamientos de Dios es fundamental para mantener la santidad y fidelidad hacia Él. Los mandamientos son instrucciones claras que deben ser seguidas fielmente por quienes desean agradar a Dios y ser enviados a Jesús para recibir perdón. Jesús enseñó que el proceso de salvación comienza con el ser humano agradando al Padre a través de su conducta (Salmos 18:22-24). Cuando el Padre observa la fidelidad y el deseo de obedecer, el Espíritu Santo guía al hombre a guardar todos los mandamientos. Entonces, el Padre envía a esta persona a Jesús:  “Nadie puede venir a mí si el Padre, que me envió, no lo atrae; y yo lo resucitaré en el último día” (Juan 6:44). También: “Esta es la voluntad de mi Padre: que no pierda a ninguno de los que me ha dado, sino que los resucite en el último día” (Juan 6:39).


Apéndice 1: El mito de los 613 mandamientos

EL MITO DE LOS 613 MANDAMIENTOS Y LOS VERDADEROS MANDAMIENTOS QUE TODO SIERVO DE DIOS DEBE BUSCAR OBEDECER.

Muchas veces, cuando publicamos algún texto sobre la necesidad de obedecer todos los mandamientos del Padre y del Hijo para la salvación, algunos lectores se enfadan y escriben algo como: “¡Si es así, tendremos que cumplir todos los 613 mandamientos!”

Comentarios como este dejan claro que la mayoría no sabe de dónde surgió ni de qué trata este número misterioso de mandamientos que nadie ha visto jamás en la Biblia. En este artículo, explicaremos el origen de este mito en un formato de preguntas y respuestas. También explicaremos cuáles son los verdaderos mandamientos de Dios contenidos en las Sagradas Escrituras, que toda persona que teme a Dios Padre y espera ser enviada a Su Hijo para la remisión de los pecados debe esforzarse por obedecer.

Pregunta: ¿De qué tratan los conocidos 613 mandamientos?

Respuesta: Los 613 mandamientos (613 Mitzvot) fueron inventados por los rabinos en el siglo XII d.C. para los judíos practicantes. Su principal autor fue el rabino y filósofo español Moisés Maimónides (1135-1204), también conocido como Rambam.

Pregunta: ¿Realmente existen 613 mandamientos en las Escrituras?

Respuesta: No. Los verdaderos mandamientos del Señor son pocos y sencillos de obedecer. El diablo inspiró este mito como parte de su proyecto a largo plazo para convencer a la humanidad de dejar de obedecer al Señor. Esto ha sido así desde el Edén.

Pregunta: ¿De dónde sacaron el número 613?

Respuesta: Este número está relacionado con la tradición rabínica y el concepto de numerología hebrea, que asigna un número a cada letra del alfabeto. Una de estas tradiciones dice que la palabra “tzitzit” (ציצית), que significa flecos, cordones o borlas (véase Números 15:37-39), tiene una suma numérica que equivale a 613 cuando se suman sus letras.

Más específicamente, estos flecos, según el mito, tienen un valor numérico inicial de 600. Sumando ocho hilos y cinco nudos, el total sería 613, que según ellos corresponde al número de mandamientos de la Torá (los cinco primeros libros de la Biblia).

Vale la pena subrayar que el uso del tzitzit es un mandamiento real que debe ser obedecido por todos, pero esta conexión con los 613 mandamientos es pura invención. Es una de las muchas tradiciones de los ancianos mencionadas y condenadas por Jesús: “¿Por qué quebrantan ustedes el mandamiento de Dios por causa de su tradición?” (Mateo 15:1-20). [Vea nuestro estudio sobre el tzitzit]

Pregunta: ¿Cómo consiguieron tantos mandamientos para que encajaran con el número 613 del tzitzit (flecos)?

Respuesta: Con mucha dificultad y creatividad. Dividieron los mandamientos reales en varios para aumentar su cantidad. También incluyeron numerosos mandamientos relacionados con los sacerdotes, el templo, la agricultura, la cosecha, la cría de animales, las festividades, entre otros.

Pregunta: ¿Cuáles son los verdaderos mandamientos que debemos procurar obedecer?

Respuesta: Además de los diez mandamientos, existen otros pocos mandamientos. Todos son simples de obedecer. Algunos son específicos para hombres o mujeres, otros para la comunidad, y algunos para grupos específicos, como agricultores y ganaderos.

Gran parte de los mandamientos no se aplican a los cristianos porque son exclusivos para los descendientes de la tribu de Leví o están relacionados con el Templo de Jerusalén, que fue destruido en el año 70 d.C.

Debemos comprender que, ahora, en los últimos tiempos, Dios está llamando a todos Sus hijos fieles para que se preparen, pues en cualquier momento Él nos llevará de este mundo corrupto. Dios solo llevará a aquellos que busquen obedecer todos Sus mandamientos, sin excepción. No sigas las enseñanzas y ejemplos de tus líderes, sino solo lo que Dios ha ordenado.

Los gentiles no están exentos de ninguno de los mandamientos de Dios: “La asamblea tendrá las mismas leyes para ustedes y para el extranjero que viva entre ustedes; este es un decreto perpetuo para todas sus generaciones, que, ante el Señor, será igual para ustedes y para el extranjero residente. La misma ley y norma se aplicará tanto a ustedes como al extranjero residente” (Números 15:15-16). Y también: “Habrá una sola ley, tanto para el nativo de la tierra como para el gentil que habite entre vosotros” (Éxodo 12:49). Y aún: “Al gentil que se una al Señor, para servirle, para ser su siervo... y que se aferre a mi alianza, también lo traeré a mi monte santo” (Isaías 56:6-7).

El “extranjero residente” se refiere a todo no judío que desee formar parte del pueblo escogido y ser salvo. “Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos” (Juan 4:22).

A continuación figuran los mandamientos más ignorados por los cristianos, todos debidamente cumplidos por Jesús, sus apóstoles y discípulos. Jesús es nuestro ejemplo.

MANDAMIENTOS PARA LOS HOMBRES:

MANDAMIENTO PARA LAS MUJERES:

  • Abstinencia de relaciones durante la menstruación: “Si alguien se acuesta con una mujer durante su enfermedad y revela su desnudez... ambos serán destruidos de entre su pueblo” (Levítico 20:18).

MANDAMIENTOS PARA LA COMUNIDAD:

  • Descanso sabático: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás... pero el séptimo día es sábado para Yahveh, tu Dios” (Éxodo 20:8-11). [Acceder al estudio sobre el sábado]
  • Alimentos prohibidos: “De todos los animales que viven en la tierra, éstos son los que puedes comer...” (Levítico 11:1-46).

Pregunta: ¿En las cartas (epístolas), no dice Pablo que Jesús obedeció todos los mandamientos por nosotros y que al morir los canceló?

Respuesta: De ninguna manera. El propio Pablo se horrorizaría al saber lo que los pastores están enseñando en las iglesias utilizando sus escritos.

A ningún ser humano, incluido Pablo, Dios le dio autoridad para cambiar ni siquiera una letra de Su santa y eterna Ley. Si esto fuera cierto, tanto los profetas como Jesús habrían sido claros al decir que Dios enviaría a cierto hombre de Tarso con este nivel de autoridad. Sin embargo, el hecho es que Pablo ni siquiera es mencionado, ni por los profetas del Tanaj (Antiguo Testamento) ni por el Mesías en los cuatro evangelios.

Esto sería demasiado importante como para que Dios guardara silencio al respecto. Los profetas mencionan solo a tres seres humanos que aparecerían en el período del Nuevo Testamento: Judas (Salmos 41:9), Juan el Bautista (Isaías 40:3) y José de Arimatea (Isaías 53:9).

No hay ninguna referencia a Pablo, y esto se debe a que él, en realidad, no enseñó nada que añadiera o contradijera lo que ya había sido revelado por los profetas o por Jesús.

LA INTERPRETACIÓN DE LOS ESCRITOS DE PABLO

El cristiano que cree que Pablo cambió algo de lo que ya estaba escrito debe reconsiderar su interpretación para alinearse con los profetas y con Jesús, y no al revés, como hacen la mayoría.

Si no logra que encaje, entonces es mejor dejarlo de lado. Pero jamás se debe desobedecer a Dios confiando en nuestra comprensión de los escritos de cualquier ser humano. Esto no será aceptado como excusa en el juicio final. Nadie convencerá al Juez con argumentos como: “Soy inocente de haber ignorado Tus mandamientos porque seguí a Pablo.”

LO QUE SE NOS HA REVELADO SOBRE EL FIN DE LOS TIEMPOS

“Aquí está la perseverancia de los santos: los que guardan los mandamientos de Dios y la fe en Jesús” (Apocalipsis 14:12).

Pregunta: ¿Y el Espíritu Santo? ¿No inspiró cambios y cancelaciones en la Ley de Dios?

Respuesta: Esto es casi blasfemo incluso al pensarlo. El Espíritu Santo es el Espíritu del propio Dios. Jesús dejó claro que el envío del Espíritu Santo sería para instruirnos recordándonos lo que Él ya había dicho: “εκεινος (Él) υμας (a ustedes) διδαξει (instruirá) παντα (todo) και (y) υπομνησει (les recordará) υμας (a ustedes) παντα (todo) α (que) ειπον (he dicho) υμιν (a ustedes)” (Juan 14:26). No hay ninguna mención de que el Espíritu Santo nos traería una nueva doctrina que ni el Hijo ni los profetas del Padre hubieran enseñado.

EL PLAN DE SALVACIÓN ESTÁ COMPLETO EN LAS ESCRITURAS

El plan de salvación es el tema más importante de las Escrituras Sagradas, y toda la información necesaria ya había sido transmitida por los profetas y por Jesús: “Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió me ordenó [εντολη (endolí): orden, mandato, regla, mandamiento] qué decir y cómo decirlo. Y sé que su mandato [endolí] es vida eterna. Así que lo que digo, lo digo tal como el Padre me lo ha dicho” (Juan 12:49-50).

LA CONTINUIDAD DE LAS REVELACIONES TERMINÓ EN CRISTO

Sabemos que existe una continuidad en las revelaciones que culminó con Cristo. No hay profecías que hablen del envío de ningún ser humano con nuevas doctrinas primarias tras el Mesías. Las únicas revelaciones posteriores a la resurrección están relacionadas con los eventos finales, y no hay nada que indique que surgirían nuevas doctrinas de Dios entre Jesús y el fin de los tiempos.

EL JUICIO SERÁ BASADO EN LOS MANDAMIENTOS ETERNOS DE DIOS

Todos los mandamientos de Dios son continuos y eternos, y seremos juzgados por ellos. Quien agradó al Padre fue enviado al Hijo para ser redimido por Él. Quien desobedeció los mandamientos del Padre no lo agradó y no fue enviado al Hijo. “Fue por este motivo que les dije que solo puede venir a mí la persona que sea traída por el Padre” (Juan 6:65).


Parte 2: El falso plan de salvación

Como ya se mencionó, para que el diablo pudiera llevar a los gentiles seguidores de Cristo a desobedecer la Ley de Dios, algo radical tenía que suceder. Hasta algunas décadas después de la ascensión de Jesús, las iglesias estaban compuestas por judíos de Judea (hebreos), judíos de la diáspora (helenistas) y gentiles (no judíos). Muchos de los discípulos originales de Jesús todavía estaban vivos y se reunían con ellos en las casas, lo que ayudaba a mantener la fidelidad a todo lo que Jesús enseñó y ejemplificó en vida. La Ley de Dios era leída y obedecida rigurosamente, tal como Jesús enseñó a sus seguidores: “Y él dijo: —Más bien, bienaventurados son los que oyen la palabra de Dios [λογον του Θεου (logon tou Theou) El Tanaj, Antiguo Testamento)] y la guardan. (Lucas 11:28).

Jesús nunca se desvió de las instrucciones de Su Padre: “Tú ordenaste tus mandamientos, para que los cumplamos con diligencia” (Salmos 119:4). La idea común en las iglesias de hoy, de que la venida del Mesías eximiría a los gentiles de obedecer las leyes de Dios en el Antiguo Testamento, no tiene ningún respaldo en las palabras de Jesús en los cuatro evangelios.

EL PLAN ORIGINAL DE SALVACIÓN

Nunca ha existido un período en la historia de la civilización en el que Dios no haya permitido que cualquier ser humano se volviera a Él en arrepentimiento, recibiera el perdón de sus pecados, fuera bendecido y obtuviera la salvación al morir. Es decir, siempre ha habido salvación para los gentiles, incluso antes del envío del Mesías. Muchos en las iglesias piensan erróneamente que solo con la venida de Jesús y Su sacrificio expiatorio los gentiles tuvieron acceso a la salvación.

LA CONTINUIDAD DEL PLAN DE SALVACIÓN

La verdad es que el mismo plan de salvación que siempre existió en el Antiguo Testamento siguió vigente en los días de Jesús y continúa siendo válido hasta hoy. La única diferencia en nuestros días es que, si antes parte del proceso para el perdón de los pecados era el sacrificio simbólico, hoy tenemos el verdadero sacrificio del Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). Aparte de esta importante diferencia, el resto permanece igual que antes de Cristo. Para ser salvo, el gentil necesita unirse a la nación que Dios designó como Suya, a través del pacto eterno sellado con la señal de la circuncisión: “A los extranjeros que se unan al Señor para servirle, que lo amen y sean sus siervos... y que se mantengan firmes en mi pacto, también los llevaré a mi monte santo” (Isaías 56:6-7).

JESÚS NO FUNDÓ UNA RELIGIÓN NUEVA

Es importante entender que Jesús no fundó una nueva religión para los gentiles, como muchos creen. De hecho, fueron pocas las ocasiones en las que Jesús interactuó con gentiles, ya que Su enfoque siempre fue Su propia nación: “Jesús envió a los Doce con las siguientes instrucciones: No vayan a los gentiles ni a los samaritanos; más bien, vayan a las ovejas perdidas del pueblo de Israel” (Mateo 10:5-6).

EL VERDADERO PLAN DE SALVACIÓN

El verdadero plan de salvación, que está en total acuerdo con lo que Dios reveló a través de los profetas del Antiguo Testamento y por medio de Jesús en los Evangelios, es simple y directo: busca ser fiel a las leyes del Padre, y Él te unirá a Israel y te enviará al Hijo para el perdón de los pecados. El Padre no envía a aquellos que conocen Sus leyes, pero viven en abierta desobediencia. Rechazar la Ley de Dios es estar en rebeldía, y no hay salvación para los rebeldes.

EL FALSO PLAN DE SALVACIÓN

El plan de salvación predicado en la mayoría de las iglesias es falso. Lo sabemos porque este plan no cuenta con el respaldo de lo que Dios reveló a través de los profetas en el Antiguo Testamento ni de lo que Jesús enseñó en los cuatro evangelios. Cualquier doctrina relacionada con la salvación de las almas (doctrinas primarias) debe estar confirmada por estas dos fuentes originales: el Antiguo Testamento (la Tanaj — la Ley y los Profetas, que Jesús citaba constantemente) y las palabras del propio Hijo de Dios.

La idea central de los promotores de este falso plan de salvación es que los gentiles serán salvos sin necesidad de obedecer los mandamientos de Dios. Este mensaje de desobediencia es idéntico al que la serpiente predicó en el Edén: “Ciertamente no morirán” (Génesis 3:4-5). Si este mensaje fuera verdadero, el Antiguo Testamento contendría numerosas pasajes explicando este punto, y Jesús habría declarado explícitamente que eximir a las personas de la Ley de Dios era parte de Su misión como Mesías. Pero la realidad es que ni el Antiguo Testamento ni los Evangelios contienen apoyo alguno para esta idea absurda.

EL ENVÍO DE MENSAJEROS DESPUÉS DE JESÚS

Los promotores del plan de salvación sin obediencia a la Ley de Dios rara vez citan a Jesús en sus mensajes, y la razón, obviamente, es que no encuentran nada en las enseñanzas de Cristo que indique que Él vino a este mundo para salvar a personas que deliberadamente desobedecen las leyes de Su Padre. Lo que hacen, entonces, es apoyarse en escritos de seres humanos que aparecieron en escena únicamente después de la ascensión de Cristo. El problema es que no tenemos profecías en el Antiguo Testamento sobre ningún mensajero de Dios que surgiría después de Jesús. Y el propio Jesús nunca mencionó que habría algún hombre después de Él con la misión de enseñar un nuevo plan de salvación para los gentiles.

LA IMPORTANCIA DE LAS PROFECÍAS

Las revelaciones de Dios necesitan autoridad y delegación previa para ser válidas. Sabemos que Jesús es el enviado del Padre porque cumplió las profecías del Antiguo Testamento, pero no hay profecías sobre el envío de otros seres humanos con nuevas enseñanzas después de Cristo. Todo lo que necesitamos saber sobre nuestra salvación termina en Jesús. Todos los escritos que surgieron después de la ascensión de Jesús, ya sea dentro o fuera de la Biblia, deben ser considerados auxiliares y secundarios, pues no hay nada profetizado sobre la llegada de ningún hombre con la misión de enseñarnos algo que Jesús no haya enseñado. Cualquier doctrina que no esté alineada con las palabras de Jesús en los cuatro Evangelios debe ser rechazada como falsa, sin importar su origen, duración o popularidad.

LA AUSENCIA DE PROFECÍAS SOBRE NUEVAS FORMAS DE SALVACIÓN

Todos los eventos relacionados con la salvación que debían ocurrir después de Malaquías fueron profetizados en el Antiguo Testamento, incluyendo el nacimiento del Mesías, Juan el Bautista viniendo en el espíritu de Elías, la misión de Cristo, Su traición por Judas, juicio, muerte inocente e incluso que sería sepultado en una tumba entre los ricos. Sin embargo, no existe ninguna profecía que mencione a ninguna persona después de la ascensión de Jesús, ya sea dentro o fuera de la Biblia, con la tarea y autoridad de desarrollar una manera diferente para que los gentiles sean salvos, mucho menos una manera que permita a alguien vivir en desobediencia asumida a la Ley de Dios y, aun así, ser recibido con los brazos abiertos en el cielo.


Parte 1: El gran plan del diablo contra los gentiles

Pocos años después del regreso de Jesús al Padre, Satanás comenzó su proyecto a largo plazo contra los gentiles. Su intento de convencer a Jesús de unirse a él fracasó (Mateo 4:8-9), y toda su esperanza de mantener a Cristo en la tumba fue destruida permanentemente con la resurrección (Hechos 2:24). Lo que le quedó a la serpiente fue continuar haciendo entre los gentiles lo que siempre ha hecho desde el Edén: convencer a los seres humanos de que no obedezcan las leyes de Dios (Génesis 3:4-5).

Para lograr este objetivo, dos cosas debían hacerse. Primero, los gentiles tendrían que desvincularse lo máximo posible del judaísmo. En segundo lugar, necesitarían algún argumento teológico que los convenciera de que la salvación ofrecida por Dios a los gentiles era diferente de la manera en que ocurría en el antiguo Israel, especialmente al permitir que se ignoraran Sus leyes.

El diablo, entonces, inspiró a hombres talentosos para fabricar una nueva religión para los gentiles, completa, con un nuevo nombre, tradiciones y, sobre todo, doctrinas diseñadas para hacer creer que uno de los principales objetivos de la venida del Mesías era “liberar” a los gentiles de la obligación de guardar la Ley.

EL DISTANCIAMIENTO DE ISRAEL Y LA LEY DE DIOS

Todo movimiento busca adeptos para sobrevivir y crecer. La Ley de Dios, hasta entonces seguida por los judíos mesiánicos, comenzó a convertirse en un obstáculo para el grupo que más crecía en la recién formada iglesia: los gentiles. Mandamientos como la circuncisión, la observancia del séptimo día y la abstención de ciertos alimentos empezaron a ser vistos como barreras para la expansión del movimiento. Poco a poco, el liderazgo comenzó a hacer concesiones a este grupo, bajo el falso argumento de que la venida del Mesías implicaba una flexibilización en la observancia de la Ley para los no judíos, aunque dicho argumento careciera de cualquier respaldo en el Antiguo Testamento o en las palabras de Jesús en los cuatro evangelios (Éxodo 12:49).

EL DESCONTENTO DE LOS JUDÍOS MESIÁNICOS

Mientras tanto, los pocos judíos que aún mostraban interés en el movimiento, debido a los signos y maravillas realizados por Jesús unas décadas antes —y que todavía contaban con testigos oculares, incluidos algunos de los apóstoles originales—, se sentían justamente incómodos con el alejamiento gradual de la obligación de guardar las leyes de Dios entregadas a los profetas, leyes que el propio Jesús, los apóstoles y los discípulos obedecían fielmente.

LA IGNORANCIA DE LAS IGLESIAS SOBRE EL PACTO DE DIOS CON ISRAEL

El resultado, como sabemos, es que millones se reúnen semanalmente en las iglesias diciendo adorar a Dios, pero ignorando por completo el hecho de que ese mismo Dios separó una nación para Sí con un pacto y dejó claro que nunca rompería ese pacto: “Así como las leyes del sol, de la luna y de las estrellas son inmutables, así también la descendencia de Israel nunca dejará de ser la nación delante de Dios, para siempre” (Jeremías 31:35-37). En ningún lugar del Antiguo Testamento leemos que habría bendición o salvación para aquellos que no se unan a Israel: “Y dijo Dios a Abraham: Tú serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; y en ti serán benditas todas las familias de la tierra” (Génesis 12:2-3). Y el propio Jesús fue más que claro al afirmar que la salvación viene de los judíos (Juan 4:22).

EL MISMO PLAN DE SALVACIÓN PARA TODOS

El gentil que desea ser salvo por Cristo debe seguir las mismas leyes que el Padre entregó a la nación escogida para Su honra y gloria, las mismas leyes que el propio Jesús y Sus apóstoles seguían. El Padre ve la fe y el valor de ese gentil, a pesar de las dificultades. Él derrama Su amor sobre él, lo une a Israel y lo conduce al Hijo para el perdón y la salvación. Este es el plan de salvación que tiene sentido porque es verdadero.

LA GRAN COMISIÓN

Según los historiadores, después de la ascensión de Cristo, varios apóstoles y discípulos obedecieron la gran comisión y llevaron el evangelio enseñado por Jesús a las naciones gentiles. Tomás fue a la India, Bernabé y Pablo a Macedonia, Grecia y Roma, Andrés a Rusia y Escandinavia, Matías a Etiopía, y las buenas nuevas se extendieron. El mensaje que debían predicar era el mismo enseñado por Jesús y tenía como enfoque al Padre: creer y obedecer. Creer que Jesús vino del Padre y obedecer las leyes del Padre.

NO HAY UN PLAN DE SALVACIÓN DIFERENTE PARA LOS GENTILES

Jesús dejó claro a los primeros misioneros que no estarían solos en la misión de esparcir las buenas nuevas del Reino de Dios; el Espíritu Santo les recordaría lo que Cristo había enseñado durante los años que estuvieron juntos, predicando las buenas nuevas en Israel (Juan 14:26). La instrucción fue continuar enseñando lo que habían aprendido de su Maestro. En ningún lugar de los Evangelios vemos a Jesús insinuando que Sus misioneros llevarían un mensaje de salvación diferente, especialmente diseñado para los gentiles, y mucho menos la seria y falsa noción de que, por no ser judíos, obtendrían la salvación sin necesidad de obedecer los santos y eternos mandamientos de Su Padre. La idea de una salvación sin obedecer la Ley no tiene respaldo en las palabras de Jesús y, por lo tanto, es falsa, aunque sea antigua y popular.


La Ley de Dios: Introducción

Escribir sobre la Ley de Dios es, posiblemente, la tarea más noble al alcance de un simple ser humano. La Ley de Dios no es simplemente un conjunto de mandamientos divinos, como muchos la consideran, sino una manifestación de dos de Sus atributos: amor y justicia. La Ley de Dios revela Sus exigencias en el contexto de la realidad humana para la restauración de aquellos que desean ser restituidos al estado original antes de la entrada del pecado.

LA LEY COMO CAMINO DE RESTAURACIÓN Y RECONCILIACIÓN

Contrario a lo que se enseña en muchas iglesias, cada mandamiento es literal e inflexible, diseñado para cumplir el propósito supremo: la salvación de las almas rebeldes. Nadie está obligado a obedecer, pero solo quienes obedecen serán restaurados y reconciliados con el Creador. Escribir sobre esta Ley, entonces, es compartir un destello de lo divino, un privilegio raro que exige humildad y reverencia.

LA IMPORTANCIA DE ESTOS ESTUDIOS

En estos estudios, abordaremos todo lo realmente importante sobre la Ley de Dios, para que quienes así lo deseen puedan realizar los cambios necesarios en su vida aquí en la tierra y alinearse perfectamente con las directrices establecidas por el propio Dios. Aquellos que sean valientes y realmente deseen ser enviados a Jesús por el Padre, para recibir perdón y salvación, acogerán estos estudios con alivio y alegría (Juan 6:37, 39, 44-45, 65; 10:29).

ALIVIO Y ALEGRÍA AL DESCUBRIR LA VERDAD

Alivio, porque, tras dos mil años de enseñanzas equivocadas sobre la Ley de Dios y la salvación, Dios ha dispuesto que produzcamos este material, reconociendo que contradice casi todas las enseñanzas existentes sobre el tema. Alegría, porque los beneficios de estar en armonía con la Ley del Creador van más allá de lo que las palabras humanas pueden expresar. Beneficios espirituales, emocionales y físicos. Los seres humanos fueron creados para obedecer a Dios.

LA LEY DE DIOS NO NECESITA JUSTIFICACIONES

Estos estudios no tienen como enfoque principal las argumentaciones o defensas doctrinales, pues la Ley de Dios, entendida de manera correcta, no necesita justificaciones, dada su origen sagrado. De hecho, involucrarse en discusiones interminables sobre algo que nunca debió ser cuestionado es una afrenta al propio Dios. El simple acto de una criatura finita, un pedazo de barro (Isaías 64:8), de desafiar las reglas de su Creador —quien en cualquier momento puede desecharla entre los pedazos sin valor— señala algo profundamente preocupante en esa criatura. Esta es una actitud que debe ser corregida con urgencia, para su propio beneficio.

LA NECESIDAD DE EXPLICAR EL DAÑO DOCTRINAL

Aunque defendemos que la Ley del Padre debería simplemente ser obedecida por todo aquel que se autodenomina seguidor de Jesús, tal como Jesús mismo y Sus apóstoles lo hacían, reconocemos que se ha causado un daño tan grande dentro del cristianismo respecto a Su Ley que se ha vuelto necesaria una explicación sobre lo ocurrido en casi dos mil años desde la ascensión de Cristo.

LA TRANSICIÓN DEL JUDAÍSMO MESIÁNICO AL CRISTIANISMO MODERNO

Muchos desean entender cómo ocurrió la transición del judaísmo mesiánico (judíos que eran fieles a las leyes de Dios en el Antiguo Testamento y aceptaron que Jesús era el Mesías de Israel enviado por el Padre) al cristianismo actual, cuyo entendimiento de la Ley es que buscar obedecerla equivale a “rechazar a Cristo”, lo que, obviamente, significa la perdición. La Ley, que antes se consideraba como algo de lo cual “bienaventurado es el hombre que medita en ella de día y de noche” (Salmos 1:3), pasó a ser vista, en la práctica, como un conjunto de reglas cuya obediencia lleva al lago de fuego. Todo esto, sin una sola gota de respaldo en lo que leemos en el Antiguo Testamento y en las palabras de Jesús en los cuatro Evangelios.

LOS MANDAMIENTOS MÁS DESOBEDECIDOS Y CÓMO RESTAURARLOS

En esta serie, también abordaremos en detalle los mandamientos de Dios que son más desobedecidos en las iglesias de todo el mundo, prácticamente sin excepción, como la circuncisión, el sábado, los alimentos impuros, el cabello y la barba, y el tzitzit. Explicaremos no solo cómo estos mandamientos claros de Dios dejaron de ser obedecidos en la nueva religión que se distanció del judaísmo mesiánico, sino también enseñaremos cómo deben ser correctamente obedecidos, según las instrucciones de las Escrituras y no según el judaísmo rabínico, que, desde los días de Jesús, ha insertado sus tradiciones humanas dentro de la santa, pura y eterna Ley de Dios.


La Ley de Dios: Resumen de la Serie

La Ley de Dios es un testimonio de Su amor y justicia, superando con creces la percepción de ser un mero conjunto de órdenes divinas. La Ley ofrece un camino para la restauración de la humanidad, guiando a quienes buscan regresar al estado sin pecado idealizado por su Creador.

LA OBEDIENCIA COMO REQUISITO DE SALVACIÓN

Cada mandamiento es literal e inquebrantable, diseñado para reconciliar almas rebeldes y colocarlas en armonía con la perfecta voluntad de Dios. La obediencia a la Ley no se impone a nadie, pero es un requisito absoluto para la salvación: nadie que desobedezca consciente y deliberadamente puede ser restaurado o reconciliado con el Creador. El Padre no enviará a alguien que intencionalmente desobedezca Su Ley para beneficiarse del sacrificio expiatorio del Hijo, ya que solo aquellos que buscan fielmente seguir Sus mandamientos serán unidos a Jesús para el perdón y la salvación.

COMPARTIR LAS VERDADES DE LA LEY

Compartir las verdades de la Ley exige humildad y reverencia, pues capacita a quienes están dispuestos a alinear sus vidas con las directrices de Dios. Esta serie ofrece alivio tras siglos de enseñanzas erróneas y la alegría de experimentar los profundos beneficios espirituales, emocionales y físicos de vivir en armonía con el Creador.

LA TRANSICIÓN DEL JUDAÍSMO MESIÁNICO AL CRISTIANISMO MODERNO

Los estudios explorarán la transición del judaísmo mesiánico de Jesús y Sus apóstoles —donde la Ley era fundamental— al cristianismo moderno, donde la obediencia suele interpretarse erróneamente como un rechazo a Cristo. Este cambio, sin respaldo del Antiguo Testamento ni de las palabras de Jesús, ha llevado a una negligencia generalizada de los mandamientos de Dios, incluidos el sábado, la circuncisión, las leyes alimentarias y otros.

UN LLAMADO AL RETORNO A LA LEY PURA Y ETERNA

Al abordar estos mandamientos a la luz de las Escrituras, libre de la influencia de las tradiciones rabínicas y del arraigado ciclo de conformidad teológica dentro de los seminarios, esta serie llama a un retorno a la Ley pura y eterna de Dios. La obediencia a la Ley del Creador nunca debe ser descuidada en aras de la promoción profesional o la seguridad laboral de los líderes, pero, lamentablemente, este es a menudo el caso. La obediencia a la Ley es una expresión necesaria y no negociable de la verdadera fe y devoción al Creador, que conduce a la vida eterna a través de Jesús, el Hijo de Dios.