Devocional Diario: El Señor protege a los sencillos; cuando ya estaba sin fuerzas, él...

“El Señor protege a los sencillos; cuando ya estaba sin fuerzas, él me salvó” (Salmos 116:6).

La liberación del alma de todas las preocupaciones egoístas, ansiosas e innecesarias trae una paz tan profunda y una libertad tan ligera que se vuelven difíciles de describir. Esta es la verdadera sencillez espiritual: vivir con el corazón limpio, libre de complicaciones creadas por el “yo”. Cuando nos rendimos por completo a la voluntad de Dios y comenzamos a aceptarla en cada detalle de la vida, entramos en un estado de libertad que solo Él puede conceder. Y de esa libertad brota una sencillez pura, que nos permite vivir con ligereza y claridad.

Un alma que ya no busca sus propios intereses, sino solo agradar a Dios, se vuelve transparente — vive sin máscaras, sin conflictos interiores. Camina sin ataduras, y a cada paso que da en obediencia, el camino delante de ella se vuelve más claro, más iluminado. Este es el camino diario de las almas que han decidido obedecer la poderosa Ley de Dios, aunque eso exija sacrificios. Puede ser que, al principio, la persona se sienta débil, pero en cuanto comienza a obedecer, una fuerza sobrenatural la envuelve — y comprende que esa fuerza viene del propio Dios.

Nada se compara con la paz y la alegría que surgen cuando vivimos en armonía con los mandamientos del Creador. El alma comienza a experimentar el cielo aquí en la tierra, y esa comunión se profundiza cada día. Y el destino final de ese camino de sencillez, libertad y obediencia es glorioso: la vida eterna en Cristo Jesús, donde ya no habrá lágrimas, ni luchas, solo la presencia eterna del Padre con aquellos que Le amaron y guardaron Su Ley. -Adaptado de F. Fénelon. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, te agradezco porque Tú ofreces a mi alma una libertad que el mundo no puede dar. Cuando dejo de lado las preocupaciones egoístas y ansiosas, y me rindo por completo a Tu voluntad, descubro una paz tan profunda que las palabras no pueden describir. Esta sencillez espiritual — vivir con el corazón limpio y libre del peso del “yo” — es un regalo Tuyo, y reconozco el inmenso valor de esa libertad ligera y pura que solo viene de Ti.

Padre mío, hoy te pido que me des un espíritu obediente y desprendido, que no busque sus propios intereses, sino que tenga como único deseo agradarte a Ti. Que camine sin máscaras, sin conflictos internos, con el corazón sincero y los ojos puestos en Tu luz. Aunque el inicio de la obediencia me parezca difícil, sosténme con Tu fuerza sobrenatural. Que cada paso hacia Ti aclare aún más el camino y me acerque a la comunión perfecta Contigo.

Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque nada se compara con la paz y la alegría que brotan de la obediencia a Tu santa voluntad. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un río sereno que corre dentro de mí, trayendo vida y descanso a mi alma cansada. Tus mandamientos son como rayos de sol que calientan e iluminan mi caminar, guiándome con seguridad hasta el destino glorioso de la vida eterna Contigo. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



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