Devocional Diario: Los que confían en el Señor son como el monte Sion, que...

“Los que confían en el Señor son como el monte Sion, que no se puede mover, sino que permanece para siempre” (Salmos 125:1).

Cuando Dios está presente en el centro de un reino o de una ciudad, la hace inquebrantable, tan firme como el Monte Sion, que permanece para siempre. De la misma manera, cuando el Señor habita en el interior de un alma, aunque esté rodeada de catástrofes, persecuciones o pruebas, existe dentro de ella una calma profunda — una paz que el mundo jamás podrá ofrecer ni quitar. Es una estabilidad que no depende de las circunstancias externas, sino de la presencia constante de Dios reinando en el trono del corazón.

El gran problema es que muchos no tienen ese refugio interno. Permiten que el mundo ocupe el lugar que pertenece solo a Dios, y por eso viven inseguros, vulnerables y dominados por el miedo. Cuando el mundo gobierna el corazón, hasta la menor amenaza se convierte en un terremoto. Pero cuando Dios gobierna, ni las tormentas más violentas pueden sacudir el alma. La presencia del Señor en nosotros no ocurre por casualidad — es activada por un acto consciente y práctico de obediencia a Su voluntad revelada en las Escrituras.

Y esa voluntad fue revelada de forma clara: por medio de la poderosa Ley que Dios nos dio a través de Sus profetas y por Jesús en los Evangelios. Cuando un alma decide, con firmeza, ignorar la voz del enemigo y resistir la presión del mundo para obedecer los mandamientos del Señor, el Espíritu Santo pasa a habitar en ella de manera real y permanente. Pero esto nunca sucederá con aquellos que, aun conociendo la Ley, eligen ignorarla. La presencia de Dios es para los obedientes. Son ellos quienes experimentan la verdadera paz, la fuerza interior y la firmeza que nada puede sacudir. -Robert Leighton. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, te agradezco porque, cuando habitas en el centro de un alma, ninguna tormenta puede destruirla. Eres Tú quien hace firme aquello que el mundo intenta derribar. Aun en medio de persecuciones, dolores e incertidumbres, Tu presencia dentro de mí es un refugio inquebrantable, una paz profunda que nadie puede robar. Gracias por ser mi Monte Sion, seguro, eterno y constante, cuando todo lo demás a mi alrededor parece derrumbarse.

Padre mío, hoy te pido que tomes Tu lugar en el trono de mi corazón. No quiero que el mundo gobierne más mis pensamientos o emociones. Dame valor para ignorar la voz del enemigo, resistir las presiones de este siglo y obedecer con fidelidad Tu poderosa Ley. Sé que es en ese acto consciente de sumisión a Tu voluntad que Tu Espíritu Santo viene a habitar en mí de forma real y transformadora. Fortaléceme para que nunca elija ignorar lo que ya me has revelado con tanta claridad.

Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque ofreces una paz que el mundo jamás podrá dar. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un muro alrededor de mi alma, protegiéndome de los ataques del miedo y la incertidumbre. Tus mandamientos son como raíces profundas que me sostienen cuando todo tiembla, dándome firmeza, dirección y descanso en Ti. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



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