“¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Todavía no tienen fe?” (Marcos 4:40).
Miren, hermanos, dejen que su vida espiritual sea moldeada por lo que realmente importa: la fidelidad en la obediencia a los mandamientos del Señor y la dedicación a los deberes que las circunstancias actuales les exigen. No se dejen consumir por la ansiedad acerca del mañana. El mismo Dios que los ha sostenido hasta aquí, que los ha librado, enseñado y fortalecido, continuará guiándolos con la misma fidelidad hasta el final. Él no cambia, y Su cuidado nunca falla. Descansen completamente en esta confianza santa y amorosa en la providencia divina.
Muchos cristianos viven en constante inquietud porque han dado prioridad a cosas y deseos que no tienen ningún peso en la eternidad. Y por eso, sus almas permanecen agitadas e inseguras. Pero la vida espiritual encuentra descanso cuando se vuelve hacia aquello que nunca terminará: la voluntad de Dios expresada en Su poderosa Ley. Es allí donde encontramos dirección, firmeza y propósito. Cuando ponemos la obediencia al Señor como nuestro enfoque principal, todo lo demás se alinea.
Jesús mismo enseñó que, si buscamos primero el Reino de Dios y Su justicia [dikiosini], todas las demás cosas nos serán añadidas. Siempre ha sido así, y siempre será así. Dios honra a los que Le honran. Y cuando hacemos de la obediencia nuestra prioridad, descubrimos que no falta nada — ni paz, ni provisión, ni dirección. El alma se vuelve estable, y la vida cobra sentido. Ese es el camino de los fieles, el camino de la bendición, y el camino que lleva, al final, a la vida eterna. -Francisco de Sales. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Querido Dios, te agradezco porque me llamas a enfocarme en lo que realmente importa: la obediencia fiel a Tus mandamientos y la dedicación a los deberes que has puesto delante de mí hoy. Tú eres quien me ha sostenido hasta aquí, quien me ha enseñado, librado y fortalecido, y sé que continuarás conmigo hasta el final. Tú no cambias, y Tu cuidado nunca falla. Por eso, hoy descanso en Tu providencia santa, con una confianza amorosa en Tu mirada atenta sobre cada detalle de mi vida.
Padre mío, hoy te pido que me ayudes a dejar de lado las inquietudes por cosas pasajeras. Líbrame de la ansiedad que nace de la búsqueda de estatus, bienes o reconocimiento, y vuelve mi corazón hacia lo que es eterno: el amor al Padre, a Jesús y a Tu poderosa Ley. Enséñame a vivir cada día con fidelidad, sabiendo que cuando te honro con obediencia, Tú mismo ordenas todo lo que necesito. Que mi vida espiritual encuentre reposo en Tu voluntad y mi alma se afirme en Tu verdad.
Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque nunca dejas faltar nada a los que te obedecen de corazón. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu increíble Ley es como un fundamento sólido que sostiene mi alma contra los vientos de la duda y la inestabilidad. Tus mandamientos son señales eternas que siempre apuntan a Tu Reino, conduciéndome paso a paso hasta la vida que no tiene fin. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.