“Porque para mí tengo por cierto que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria que ha de ser revelada en nosotros” (Romanos 8:18).
Cada oposición a nuestra voluntad, cada molestia diaria, cada pequeña decepción tiene el potencial de convertirse en una verdadera bendición — si nuestra respuesta es guiada por la fe. Incluso en este mundo lleno de desafíos, podemos experimentar un destello del cielo cuando elegimos reaccionar con humildad, paciencia y confianza en Dios. Los malos humores ajenos, las palabras duras, los problemas de salud, los imprevistos — todo esto, si es aceptado con el corazón dirigido al Señor, puede profundizar aún más la paz que Él desea establecer en nosotros.
El problema, por lo tanto, no está en las circunstancias en sí, sino en la manera en que las vemos. La falta de visión espiritual es lo que nos impide percibir que incluso los contratiempos son instrumentos de la misericordia de Dios. Y esa ceguera espiritual no es fruto del azar — es el resultado directo de la desobediencia a la poderosa Ley de Dios. Cuando rechazamos los mandamientos del Señor, nos alejamos de la luz que da sentido a las cosas. Perdemos la capacidad de discernir lo que es temporal de lo que es eterno, lo que es superficial de lo que es profundo.
La verdadera visión espiritual solo es posible cuando hay intimidad con el Creador. Y esa intimidad no es fruto de sentimientos, sino de obediencia. Solo conoce realmente a Dios quien ha decidido, con firmeza, seguir Sus mandamientos — aunque eso vaya en contra de la tendencia popular, aunque eso cueste algo. Obedecer es ver. Obedecer es vivir con claridad, con propósito y con paz. Fuera de la obediencia, todo se vuelve confuso, pesado y frustrante. Pero dentro de la voluntad de Dios, incluso las dificultades se convierten en instrumentos de gloria. -Edward B. Pusey. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Querido Dios, te agradezco porque me revelas que incluso las molestias diarias y las decepciones pueden transformarse en bendiciones cuando elijo reaccionar correctamente. Gracias porque, incluso en las pequeñas pruebas, estás presente, moldeando mi alma y profundizando en mí la paz que solo Tú puedes dar.
Padre mío, hoy te pido que me des visión espiritual para ver más allá de las circunstancias. Líbrame de la ceguera que nace de la desobediencia y condúceme de vuelta a la luz de Tus mandamientos. Enséñame a aceptar cada desafío como un instrumento de Tu misericordia, sabiendo que todo coopera para el bien de los que Te aman y Te obedecen. Que no huya de Tu voluntad, sino que me afirme en ella con convicción y entrega, aunque eso vaya en contra de lo que el mundo aprueba.
Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque, al obedecer, comienzo a ver con claridad y a vivir con propósito. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como una lente pura que me permite ver lo invisible, entender lo eterno y encontrar paz incluso en medio del dolor. Tus mandamientos son como peldaños sagrados que me elevan de la confusión de este mundo a la gloria de Tu presencia. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.