“Reflexionen en esto los sabios y consideren la bondad del Señor” (Salmos 107:43).
¿Qué principio invisible podría estar actuando, incluso en los momentos más caóticos de la naturaleza, para que todo, de alguna manera, desemboque en belleza? La respuesta está en la propia esencia de Dios: la santidad. La belleza de la santidad es el hilo invisible que recorre toda la creación. Nuestro Dios es puro, bueno e infinitamente amoroso, y cada obra de Sus manos lleva la marca de Su carácter perfecto. Incluso el trueno más violento, el mar más agitado o el cielo más cargado lleva en sí una belleza única — porque todo viene de Él y por Él es moldeado. Toda la naturaleza, en su diversidad y complejidad, es un lienzo vivo donde la mano del Creador ha dejado huellas visibles de Su gloria.
Este pensamiento llena nuestro corazón de reverencia y consuelo. Saber que la santidad de Dios no solo gobierna, sino que también embellece, transforma nuestra manera de ver el mundo. Nada está fuera de control, nada es realmente aleatorio. Cada detalle, incluso en los ambientes más áridos o en las situaciones más intensas, contribuye a una gran obra maestra: la revelación de la belleza divina. Y lo más extraordinario es que nosotros, los seres humanos, también fuimos creados para reflejar esa misma belleza al alinearnos con el Creador.
Cuando elegimos obedecer la poderosa Ley de Dios, ocurre una fusión entre el Creador y la criatura. El amor de Dios, Su paz y Su santidad comienzan a habitar en nosotros. Esta unión trae una felicidad tan profunda y sólida que va más allá de las circunstancias — es la certeza de que todo está bien y seguirá bien, ahora y por toda la eternidad. La belleza que vemos en la creación comienza, entonces, a ser revelada también en nosotros. -George MacDonald. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Querido Dios, incluso en las escenas más caóticas de la creación, Tu santidad sigue siendo el principio invisible que sostiene y embellece todo. El trueno que asusta, el mar que ruge, el cielo que se oscurece — todo revela algo de Ti, pues todo viene de Tus manos puras y perfectas. Gracias por dejar huellas visibles de Tu gloria en cada rincón de la naturaleza, transformando lo que parece desorden en una expresión de belleza profunda e intencional.
Padre mío, hoy te pido que me ayudes a ver el mundo con ojos moldeados por Tu santidad. Que yo perciba, incluso en las situaciones difíciles o en los ambientes más áridos de mi vida, Tu obrar bello y soberano. Y que, sobre todo, recuerde que fui creado para reflejar esa misma belleza mediante la obediencia sincera a Tu increíble Ley. Que cada decisión mía sea un reflejo de Tu carácter y cada paso una expresión de Tu presencia en mí.
Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque Tu santidad no solo gobierna el universo, sino que también embellece mi alma cuando me rindo a Tu voluntad. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un pincel divino que moldea mi vida con trazos de luz, pureza y propósito. Tus mandamientos son como pinturas celestiales que colorean mi camino con la belleza que solo puede venir de Ti. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.