La Ley de Dios: Devocional Diario: Porque he descendido del cielo, no para hacer mi...

“Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino para hacer la voluntad del que me envió” (Juan 6:38).

La verdadera fe se revela cuando nos sometemos de corazón a la voluntad de Dios. Esta sumisión es señal de madurez espiritual y confianza. Abarca todo lo que es bueno, puro y justo, y se convierte en la fuente de una paz interior que el mundo no puede ofrecer. Cuando nuestra voluntad se funde con la voluntad de Dios, encontramos un verdadero descanso — un descanso que nace de la certeza de que Él sabe lo que hace y que Su voluntad es siempre perfecta.

La felicidad, aquí y ahora, está directamente ligada a este alineamiento con la poderosa Ley de Dios. Es imposible ser verdaderamente feliz mientras resistimos la voluntad del Creador. Pero cuando comenzamos a amar la voluntad de Dios más que nuestros propios deseos, algo cambia dentro de nosotros. La obediencia deja de ser una carga y se transforma en placer. Y, poco a poco, percibimos que los deseos egoístas pierden fuerza, porque el amor por la justicia de Dios ocupa todo nuestro ser.

Esa lealtad a la voluntad y a la rectitud del Señor se convierte, entonces, en la brújula que orienta nuestros pasos. Nos guía con seguridad en medio de las decisiones de la vida, trae claridad donde antes había confusión, y nos conduce a una vida llena de propósito. Someterse a la voluntad de Dios no es perder libertad — es encontrarla. Es en este camino de obediencia y fe que descubrimos el sentido real de la vida y experimentamos la paz que solo el Padre puede dar. -Adaptado de Joseph Butler. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, Te agradezco por mostrarme que la verdadera fe se revela cuando me someto de corazón a Tu voluntad. Cuando renuncio a mis propios deseos para abrazar los Tuyos, descubro una paz que el mundo no puede dar — una paz que permanece incluso en medio de las incertidumbres. Gracias por ser un Padre tan sabio, justo y amoroso, cuya voluntad es siempre perfecta y buena.

Mi Padre, hoy Te pido que me ayudes a amar Tu voluntad más que cualquier otra cosa. Que aprenda a encontrar alegría en la obediencia y placer en seguir Tu poderosa Ley. Retira de mí todo deseo egoísta que me impida servirte con integridad. Que el amor por Tu justicia crezca dentro de mí hasta que ocupe todo mi ser.

Oh, Santísimo Dios, Te adoro y Te alabo porque, al rendirme a Tu voluntad, encuentro la libertad que siempre busqué. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como una lámpara encendida en el camino de la vida, que disipa las tinieblas de la confusión y trae descanso al alma. Tus mandamientos son como columnas firmes que sostienen la casa del justo, haciendo su vida estable, segura y llena de sentido. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



Compartir