
Durante siglos, la iglesia ha enseñado que el individuo que decide obedecer las leyes de Dios está rechazando al Hijo de Dios y será condenado en el juicio final. Sin una gota de apoyo en el Antiguo Testamento o en las palabras de Jesús en los cuatro Evangelios, afirman que, al seguir a Cristo, el pecador no puede obedecer la Ley de Dios, pero tampoco puede pecar intencionalmente (lo que es desobedecer la Ley). Es una contradicción tras otra, pero a nadie le importa, porque lo que realmente les gusta de esta doctrina es la ilusión de poder disfrutar de los placeres mundanos y aún así ascender con Jesús. La verdad es que somos salvos al agradar al Padre y ser enviados al Hijo, y el Padre jamás enviará desobedientes declarados a Jesús. | “Nadie puede venir a mí si el Padre, que me envió, no lo trae; y yo lo resucitaré en el último día.” Juan 6:44
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