La batalla entre las fuerzas del mal y las huestes celestiales siempre ha girado en torno a la obediencia a las leyes de Dios. Esa guerra espiritual comenzó en el Cielo, pasó por el Edén, continuó en Canaán, y ahora tiene como foco a los gentiles dispersos por el mundo. La ubicación ha cambiado, pero el objetivo de Satanás es el mismo: convencer a las criaturas de no obedecer las leyes del Creador. Para alcanzar ese objetivo, se creó una falsa religión para los gentiles; una religión con rasgos de las enseñanzas de Jesús, pero, claro, sin la necesidad de obedecer las leyes de Dios para la salvación. La verdad es que, para salvarse, el gentil necesita ser enviado al Hijo por el Padre, y el Padre jamás enviará a alguien que conoce las leyes que Él nos entregó por Sus profetas, pero las desobedece descaradamente. | El gentil que se una al Señor, para servirle, siendo de este modo su siervo... y que se mantenga firme en mi pacto, también los llevaré a mi santo monte. (Isaías 56:6-7)

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