
En los encuentros con los rabinos, Jesús fue claro al afirmar que mucho de lo que enseñaban no era lo que Dios había instruido a Israel a través de los profetas del Antiguo Testamento. Habían creado sus propias doctrinas y tradiciones y, además de las Escrituras, declararon otros escritos como sagrados. El verdadero Israel, separado por Dios como Su pueblo, está compuesto por judíos y gentiles que permanecen firmes en el pacto con Abrahán, sellado por la circuncisión. Fue para este Israel que el Padre envió a Su Hijo como sacrificio por los pecados. Cualquier gentil puede unirse al Israel de Dios, ser enviado a Jesús por el Padre y alcanzar la salvación, pero, para ello, necesitará seguir las leyes que Dios dio a Israel, las mismas leyes que Jesús y Sus apóstoles obedecían. | El gentil que se una al Señor, para servirle, siendo de este modo su siervo... y que se mantenga firme en mi pacto, también lo llevaré a mi santo monte. (Isaías 56:6-7)
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