El merecimiento es algo que pertenece al Señor decidir. Dios juzgó que Noé merecía ser salvado del diluvio, que Enoc y Elías fueran llevados al cielo sin pasar por la muerte, y que Moisés no necesitaba esperar el juicio final. Él consideró que David merecía el trono de Saúl y que María merecía ser la madre del Mesías. La doctrina de que nadie merece nada de Dios es una invención humana, inspirada por la serpiente. A las personas les gusta esa frase porque parece una demostración de humildad, pero, en realidad, están evitando obedecer las leyes de Dios, que tanto judíos como gentiles fueron llamados a cumplir. El Padre no envía desobedientes al Hijo. | “Tú ordenaste tus mandamientos, para que los cumplamos al pie de la letra.” Salmos 119:4

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