Devocional Diario: El Señor te guardará de todo mal; guardará tu alma...

“El Señor te guardará de todo mal; guardará tu alma” (Salmos 121:7).

Un corazón que se alegra en Dios encuentra placer genuino en todo lo que viene de Él. No solo acepta la voluntad del Señor, sino que se deleita en ella. Incluso en tiempos difíciles, esa alma permanece firme, llena de una alegría serena y constante, porque ha aprendido a descansar en el hecho de que nada sucede fuera de la voluntad divina. Quien ama la poderosa Ley de Dios y la sigue con alegría lleva dentro de sí una paz que no se tambalea. La felicidad le acompaña, silenciosa y fiel, en todas las estaciones de la vida.

Así como la flor que instintivamente se vuelve hacia el sol, incluso cuando está escondido detrás de las nubes, el alma que ama los mandamientos de Dios sigue orientada hacia Él, incluso en los días oscuros. No necesita ver claramente para seguir confiando. Sabe que el sol está allí, firme en el cielo, y que la presencia de Dios nunca la ha abandonado. Esa confianza sostiene, calienta y renueva, incluso cuando todo alrededor parece incierto o difícil.

El alma obediente permanece satisfecha. Encuentra alegría no en las circunstancias, sino en la voluntad del Señor. Es una alegría profunda, que no depende de resultados ni recompensas, sino que brota de la comunión con el Creador. Quien vive así experimenta algo raro: una paz constante y una felicidad verdadera, firmadas en la certeza de que seguir la voluntad de Dios es el mayor bien que se puede elegir en esta vida. -Adaptado de Robert Leighton. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, te agradezco por mostrarme que la verdadera alegría nace en un corazón que se deleita en Ti, incluso en las situaciones difíciles, incluso cuando los días son oscuros. Tú me enseñas que nada escapa a Tu control, y por eso puedo descansar, confiar y permanecer firme. Gracias por darme esa paz silenciosa y fiel, que camina conmigo en todas las estaciones de la vida.

Padre mío, hoy te pido que plantes aún más profundamente en mí ese amor por Tu voluntad. Que, como la flor que se vuelve hacia el sol, yo permanezca orientado hacia Ti, incluso cuando no puedo ver con claridad. Enséñame a confiar como confían los que realmente te conocen — no por lo que ven, sino por lo que saben: que Tú estás presente, que nunca me abandonas, y que Tu poderosa Ley me lleva más y más cerca de mi Padre. Sosténme con esa confianza que calienta y renueva el alma.

Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque me ofreces una felicidad que el mundo no puede dar. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un sol constante detrás de las nubes, siempre iluminando, incluso cuando no veo. Tus mandamientos son como raíces profundas que mantienen mi alma firme, alimentada por Tu verdad, llena de paz y verdadera alegría. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



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