“Y las semillas que cayeron en tierra fértil representan a los que, con corazón bueno y receptivo, oyen el mensaje, lo aceptan y, con paciencia, producen una gran cosecha” (Lucas 8:15).
Todo lo que permitimos en nuestro corazón —sea un pensamiento, un deseo o una actitud— que vaya en contra de la voluntad de Dios ya revelada en las Escrituras, tiene el poder de alejarnos de nuestro propósito eterno. No importa cuán pequeño u oculto parezca, si está en desacuerdo con los mandamientos del Señor, es un paso hacia el error. La vida eterna es nuestro objetivo final, y no hay nada más importante en esta vida que asegurar que estamos caminando firmemente en esa dirección. Todos los demás logros pierden su valor ante la eternidad.
Obedecer a Dios no es complicado. Su voluntad fue revelada con claridad por los profetas y reafirmada por Jesús en los Evangelios. Cualquier persona puede obedecer, si realmente desea agradar al Creador. Lo que dificulta ese camino no es la complejidad de la Ley, sino la resistencia del corazón y las mentiras que el enemigo esparce. Desde el Edén, la serpiente repite la misma estrategia: hacer que el ser humano crea que obedecer es imposible, que Dios exige demasiado, que vivir en santidad es solo para unos pocos.
Pero Dios es justo y bueno. Jamás pediría algo que no pudiéramos cumplir. Cuando Él ordena, también capacita. No escuches al diablo. Escucha la voz de Dios, que habla por medio de Sus mandamientos santos, eternos y perfectos. La obediencia es el camino seguro hacia la vida eterna, y cada paso dado en fidelidad es un paso rumbo al cielo. No permitas que nada —absolutamente nada— se levante en tu corazón contra la voluntad de Dios. Guarda Su Ley con alegría, y experimentarás la paz, la dirección y la certeza de que estás en el camino de la salvación. -Adaptado de Hannah Whitall Smith. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Querido Dios, te agradezco por mostrarme con tanta claridad que nada es más importante en esta vida que caminar firmemente hacia la vida eterna. Tú revelaste Tu voluntad por medio de los profetas y por las palabras de Tu amado Hijo, y sé que todo lo que permito en mi corazón que vaya en contra de ella puede alejarme de ese propósito. Quiero vivir enfocado en la eternidad, sin permitir que nada me desvíe de Tu voluntad.
Padre mío, hoy te pido que fortalezcas mi corazón contra toda resistencia a Tu Ley. Que no escuche las antiguas mentiras de la serpiente, que intentan hacer parecer imposible lo que Tú ya has hecho accesible. Enséñame a obedecer con alegría, con humildad y con perseverancia. Sé que Tú eres justo y bueno, y que nunca pides nada sin también capacitarme. Dame discernimiento para reconocer el error, valentía para rechazarlo, y celo para guardar Tu Palabra en lo más íntimo de mi ser.
Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque Tu voluntad es perfecta y el camino de la obediencia es seguro y lleno de paz. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un muro protector que guarda mi corazón de las trampas del enemigo. Tus mandamientos son como estrellas que iluminan mi jornada noche y día, guiándome con certeza hacia el cielo. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.