"Esperé pacientemente en el Señor, y Él se inclinó hacia mí y oyó mi clamor" (Salmos 40:1).
A veces, el Señor parece ocultar Su rostro, y nos sentimos débiles, confundidos y distantes de todo lo celestial. Nos sentimos como alumnos lentos, poco fructíferos, caminando muy por debajo de lo que deseamos en el camino de la rectitud. Pero incluso en esos momentos, hay algo que permanece firme: la mirada puesta en Él, el deseo sincero de estar con Él, y la insistente decisión de no soltarlo. Esa persistencia es la marca del verdadero discípulo.
Y es en ese apego fiel al Señor que comenzamos a conocer la verdad de manera más profunda. Al permanecer firmes, incluso en los días oscuros, la maravillosa Ley de Dios se revela a nuestro corazón con poder. Sus sublimes mandamientos empiezan a hablar directamente a nuestros dolores, angustias y necesidades, moldeando nuestro caminar con precisión. La verdad de Dios, expresada en la Ley entregada a los profetas del Antiguo Testamento y a Jesús, se vuelve cada vez más viva y adaptada a nuestra vida diaria.
Sigue mirando al Señor, incluso cuando todo parezca silencio. El Padre bendice y envía a los obedientes al Hijo para perdón y salvación. No sueltes la mano de Aquel que te llamó a andar según Sus espléndidos mandamientos. Obedecer nos trae bendiciones, liberación y salvación — incluso cuando parece que caminamos en la oscuridad, Él nos guía con luz. -Adaptado de J.C. Philpot. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Señor, aun cuando no te veo con claridad, elijo seguir buscándote. Dame paciencia para esperarte y humildad para seguir aprendiendo, incluso cuando me siento débil.
Enséñame a confiar en Tu Ley, incluso cuando parece difícil de seguir. Que Tus magníficos mandamientos sean mi fundamento, aun en los días en que el alma se abate.
Oh, Dios amado, te agradezco porque incluso en los momentos de silencio, Tú me sostienes con Tu fidelidad. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como una antorcha que ilumina incluso la más densa oscuridad. Tus mandamientos son como brazos que me envuelven y me mantienen firme en el camino. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.