Devocional Diario: "Descansa en el Señor y espera en Él; no te irrites por causa del...

"Descansa en el Señor y espera en Él; no te irrites por causa del hombre que prospera en su camino" (Salmos 37:7).

La paciencia es una virtud necesaria para todas las áreas de la vida. Debemos ejercitarla con nosotros mismos, con los demás, con quienes nos lideran y con quienes caminan a nuestro lado. Debemos ser pacientes tanto con quienes nos aman como con quienes nos hieren. Ya sea ante un corazón roto o un simple cambio de clima, una enfermedad o la vejez, la paciencia es el escudo silencioso que nos impide derrumbarnos. Incluso ante el fracaso de nuestros deberes o las decepciones que sufrimos de otros, es ella quien nos sostiene.

Pero esa paciencia no nace por casualidad — florece cuando nos sometemos a la magnífica Ley de Dios. Son los mandamientos del Altísimo los que moldean nuestra alma para resistir el impulso de la queja y la desesperación del alma cansada. La Ley que el Padre entregó a los profetas del Antiguo Testamento y a Jesús es el fundamento que forma siervos perseverantes, pacientes, llenos de dominio propio. Obedecer estos mandamientos nos da estructura para soportar con firmeza lo que antes nos aplastaba.

Cualquiera sea el tipo de dolor, frustración o pérdida que enfrentes, permanece firme. El Padre bendice y envía a los obedientes al Hijo para perdón y salvación. No desistas de la obediencia a los incomparables mandamientos del Señor. Obedecer nos trae bendiciones, liberación y salvación — y fortalece el corazón para soportar cada prueba con fe y esperanza. -Adaptado de Edward B. Pusey. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Padre fiel, dame un espíritu paciente ante las dificultades de la vida. Que no me irrite, ni me desanime, sino que permanezca firme confiando en que Tú estás en control de todo.

Enséñame a vivir de manera obediente a Tu grandiosa Ley, aun cuando todo en mí desee apresurar las respuestas. Que Tus deslumbrantes mandamientos sean mi refugio y dirección en cada prueba.

Oh, Señor amado, te agradezco porque Tú usas incluso el sufrimiento para enseñarme a esperar en Ti. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un suelo firme donde mi alma puede descansar. Tus mandamientos son como columnas eternas que sostienen mi corazón en paz. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



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