Devocional Diario: "Clama a Mí en el día de la angustia; Yo te libraré, y tú Me...

"Clama a Mí en el día de la angustia; Yo te libraré, y tú Me glorificarás" (Salmos 50:15).

Muchos pensamientos perturbadores intentan levantarse dentro de nosotros, especialmente en los momentos de debilidad y soledad. A veces, parecen tan intensos que creemos estar siendo vencidos por ellos. Pero no debemos asustarnos. Aunque esos pensamientos entren en nuestra mente, no necesitamos aceptarlos como verdad. Basta con permanecer en silencio, sin creer en el poder que parecen tener, y pronto pierden fuerza. El silencio de quien confía en Dios derrota el ruido de la angustia.

Estas luchas internas forman parte del proceso de maduración espiritual. El Señor permite pruebas variadas para fortalecernos. Y cuando elegimos obedecer los espléndidos mandamientos de Dios, incluso sin entenderlo todo, Él trabaja silenciosamente en nuestro espíritu. La magnífica Ley que el Padre entregó a los profetas del Antiguo Testamento y a Jesús es la base que nos mantiene firmes ante los ataques mentales. Ella nos entrena para no escuchar las mentiras del enemigo.

No temas los pensamientos que vienen a sacudirte. El Padre bendice y envía a los obedientes al Hijo para perdón y salvación. Aférrate con firmeza a la maravillosa Ley de Dios. Obedecer nos trae bendiciones, liberación y salvación — y nos da discernimiento para reconocer lo que viene de Dios y lo que no. -Adaptado de Isaac Penington. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Dios Santo, ayúdame a no ceder al peso de los pensamientos que intentan destruirme. Enséñame a silenciar mi alma y a confiar en Tu cuidado, incluso cuando no veo salida.

Dame valor para permanecer firme en Tu sublime Ley. Que Tus mandamientos sean mi protección, mi escudo contra todo lo que intenta quitarme la paz.

Oh, Señor amado, Te agradezco porque ya estás obrando en mi espíritu, aunque no lo perciba. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como una muralla de paz alrededor de mi corazón. Tus mandamientos son como anclas que me impiden ser llevado por el viento de la aflicción. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



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