"Así como el barro está en manos del alfarero, así estáis vosotros en mis manos, oh casa de Israel" (Jeremías 18:6).
La figura del alfarero y el barro muestra de manera clara cómo somos delante de Dios. El barro es maleable, frágil y dependiente, mientras que la mano del alfarero es firme, sabia y llena de propósito. Cada detalle, cada movimiento moldea el barro según la visión del alfarero. Así también somos nosotros: frágiles y limitados, pero transformados por las poderosas manos del Creador que conoce el final desde el principio.
Sin embargo, para que seamos moldeados conforme al corazón de Dios, necesitamos rendirnos a Su brillante Ley y a Sus extraordinarios mandamientos. Ellos revelan el camino que el Señor desea que sigamos y forman en nosotros el carácter que Le agrada. El Padre no envía rebeldes al Hijo, sino a aquellos que aceptan ser moldeados por Su voluntad, obedeciendo de manera fiel y perseverante.
Por lo tanto, entrégate al Divino Alfarero. Obedecer la majestuosa Ley de Dios es permitir que Él modele nuestra vida para bendición, liberación y salvación. El Padre bendice y envía al Hijo a aquellos que se dejan transformar, y así encontramos en Jesús el perdón y la vida eterna. Adaptado de J.C. Philpot. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Mi Dios, me pongo como barro en Tus manos, reconociendo que sólo Tú tienes el poder de moldear mi vida según Tu propósito. Ayúdame a permanecer sensible a Tu voz y dispuesto a Tu voluntad.
Amado Señor, guíame a vivir en plena obediencia, siguiendo Tu brillante Ley y Tus espléndidos mandamientos. Que no resista a Tu mano, sino que permita que cada detalle de mi vida sea formado por Ti.
Oh, querido Padre, Te agradezco porque Tú moldeas mi vida con amor y propósito. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es el molde perfecto para el alma. Tus mandamientos son presiones suaves que dan forma a mi existencia. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.
























