"Este es el día que hizo el Señor; regocijémonos y alegrémonos en él" (Salmos 118:24).
La vida que Dios nos ha dado no es para ser desperdiciada en murmuraciones o descontento. El Señor nos llama a vivir cada día con gratitud, entendiendo que incluso los momentos difíciles pueden ser usados por Él para enseñarnos y fortalecernos. El corazón contento se vuelve ligero, porque reconoce que todo está en las manos del Creador.
Y esta forma de vivir nace cuando aprendemos a caminar de acuerdo con la espléndida Ley de Dios y Sus extraordinarios mandamientos. Ellos nos guían no solo en las grandes decisiones, sino también en las pequeñas elecciones del día a día. Cuando el alma se apoya en esta dirección divina, descubre que obedecer no es una carga, sino un camino de libertad y sabiduría, porque nos pone en sintonía con la voluntad eterna del Padre.
Así, cada nuevo día es una oportunidad para mostrar fidelidad. Quien transforma sus tareas y actitudes en actos de obediencia está sembrando para la eternidad. El Padre bendice y envía al Hijo a aquellos que hacen de Su magnífica Ley la brújula de cada momento — y en esto encontramos paz, crecimiento y la esperanza de la vida eterna en Jesús. Adaptado de William Law. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Padre amado, me presento delante de Ti con un corazón que desea vivir cada día en gratitud y confianza. Enséñame a ver Tu mano en cada detalle de mi vida.
Señor, guíame para que valore Tu espléndida Ley y Tus extraordinarios mandamientos. Que ellos me orienten tanto en los momentos de paz como en las horas de dificultad.
Oh, Dios querido, Te agradezco porque cada día es una oportunidad para obedecerte y alegrarte. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es el gozo de mi alma. Tus mandamientos son caminos seguros que me llevan a la vida. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.
























