"Los que confían en el Señor son como el monte Sion, que no se mueve, sino que permanece para siempre" (Salmos 125:1).
Las promesas de Dios no se desgastan ni se agotan con el tiempo. Lo que Él cumplió ayer no debilita lo que ha prometido para hoy o para mañana. Como fuentes perennes en el desierto, el Señor acompaña a Sus hijos con provisión constante, transformando lugares áridos en jardines y haciendo brotar esperanza en medio de la aparente escasez. Cada promesa cumplida es señal de otra aún mayor por venir.
Para experimentar esa fidelidad, es necesario caminar fielmente en la majestuosa Ley del Señor. Ella nos enseña a confiar en Su cuidado y a avanzar incluso cuando el camino parece desolado. Obedecer es andar con seguridad por caminos desconocidos, seguros de que Dios tiene fuentes preparadas en cada etapa para sostener nuestra jornada.
Así que sigue el camino del Altísimo con confianza. Donde el Señor guía, Él también provee. Quien camina en obediencia verá el desierto florecer y será conducido a la plenitud de la vida en Jesús, encontrando siempre nuevas fuentes de bendición y renovación. Adaptado de John Jowett. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Padre amado, te alabo porque tus promesas nunca se agotan. En cada nuevo día encuentro señales de tu cuidado y de tu fidelidad.
Señor, enséñame a andar en tu majestuosa Ley, confiando en que en cada tramo del camino ya has preparado fuentes de sustento y esperanza.
Oh, Dios querido, te agradezco porque transformas desiertos en jardines. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es una fuente inagotable en medio del camino. Tus mandamientos son flores que brotan en el desierto de la vida. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.
























