"Bienaventurado el hombre cuya fuerza está en ti, en cuyo corazón están los caminos allanados" (Salmos 84:5).
Ninguna palabra del Señor ha fallado. Cada promesa es como un fundamento firme bajo nuestros pies, sosteniéndonos incluso cuando los ríos se desbordan y las tormentas golpean. Si hubiera una falla, si una sola promesa fuera falsa, nuestra confianza se derrumbaría. Pero Dios es fiel en todo; Su voz resuena como una campana perfecta y constante, y la melodía del cielo permanece plena y gloriosa para todos los que confían en Él.
Y esa fidelidad divina se vuelve aún más real para aquellos que eligen obedecer los magníficos mandamientos del Altísimo. Son ellos los que nos mantienen firmes y nos impiden resbalar en tiempos de prueba. Cuando vivimos según la voluntad del Señor, percibimos que cada promesa se cumple en el momento adecuado, porque estamos caminando en el sendero que Él mismo trazó.
Así que confía plenamente: no hay falla en el camino de Dios. Sus promesas sostienen, protegen y conducen a la vida eterna. Quien camina en fidelidad descubre que el eco de la fidelidad divina resuena cada vez más fuerte, garantizando paz, seguridad y salvación en Jesús. Adaptado de John Jowett. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Señor amado, te alabo porque ninguna de tus promesas ha fallado. En todo momento, pude ver tu mano fiel sosteniendo mi vida.
Padre, guíame a obedecer tus magníficos mandamientos para que permanezca firme en tu camino, confiando en cada promesa que has hecho.
Oh, Dios querido, te agradezco porque eres totalmente fiel. Tu Hijo amado es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es un fundamento indestructible para mi vida. Tus mandamientos son notas perfectas en la melodía del cielo. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.
























