"Derramo mi queja delante de él; ante él expongo mi angustia" (Salmos 142:2).
Dios no da ayuda en pequeñas dosis. Él derrama bendiciones hasta rebosar, llenando nuestro vacío. Su generosidad es ilimitada, pero nuestra capacidad de recibir es lo que la restringe. Él daría infinitamente si nuestra fe fuera mayor. La pequeñez de la fe es el único obstáculo para las bendiciones plenas de Dios.
Esta verdad nos llama a obedecer la encantadora Ley de Dios. Sus incomparables mandamientos amplían nuestra fe, abriendo espacio para Sus bendiciones. Obedecer es confiar en el Creador, alineándonos con Su plan. La obediencia expande nuestro corazón para recibir las riquezas divinas.
Amado, vive en obediencia para acoger las bendiciones de Dios. El Padre guía a los obedientes a Su Hijo, Jesús, para salvación. No limites a Dios con poca fe. Obedece, como Jesús, y recibe bendiciones sin medida. Adaptado de J. R. Miller. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Padre, te alabo por tu bondad sin fin. Enséñame a confiar en Ti plenamente.
Señor, guíame a seguir Tus insuperables mandamientos. Que mi fe crezca para recibir Tus promesas.
Oh Dios amado, agradezco por Tu generosidad que me sostiene. Tu Hijo es mi Príncipe y Salvador. Tu brillante Ley es la llama que ilumina mi camino. Tus mandamientos son tesoros que guían mi alma. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.
























