"El Señor es mi fuerza y mi escudo; en él confió mi corazón, y fui socorrido" (Salmos 28:7).
Dios muchas veces responde nuestras oraciones no ajustando Su voluntad a la nuestra, sino elevándonos hasta Él. Nos fortalece para llevar la carga sin clamar por alivio, nos capacita para soportar el dolor con paz y nos guía a la victoria en la batalla, en vez de librarnos de ella. La paz en medio de la tormenta es mayor que ser librado del conflicto, y la victoria es más preciosa que la huida.
Esta verdad nos llama a obedecer la majestuosa Ley de Dios. Sus sublimes mandamientos nos enseñan a confiar en Su fuerza, no en la nuestra. Obedecer es rendirse al plan del Creador, permitiendo que Él nos transforme para enfrentar las luchas con valentía. La obediencia nos alinea al corazón de Dios, trayendo paz y victoria.
Amado, vive en obediencia para encontrar fuerza en las pruebas. El Padre guía a los obedientes a Su Hijo, Jesús, para salvación. No temas el conflicto, sino confía en Dios, como lo hizo Jesús, y recibe la paz que supera la tormenta. Adaptado de J. R. Miller. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Padre, te alabo por sostenerme en las luchas. Fortaléceme para confiar en Tu voluntad.
Señor, guíame a seguir Tus sublimes mandamientos. Enséñame a encontrar paz en Ti.
Oh Dios amado, gracias por darme la victoria en el conflicto. Tu Hijo es mi Príncipe y Salvador. Tu majestuosa Ley es el fundamento que firma mis pasos. Tus mandamientos son perlas que adornan mi fe. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.
























