“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:35).
Amar como Jesús nos amó es un desafío diario. Él no nos pidió amar solo a los amables, sino también a los difíciles: aquellos que tienen palabras duras, actitudes impacientes y corazones heridos. El amor verdadero es dulce, paciente y lleno de gracia incluso cuando es puesto a prueba. Es en las relaciones complicadas donde se demuestra cuánto nuestro corazón está realmente siendo transformado a la semejanza de Cristo.
Y esa transformación solo ocurre cuando decidimos obedecer la magnífica Ley de Dios y seguir los espléndidos mandamientos del Padre, así como Jesús y Sus discípulos obedecían. Es por la obediencia que aprendemos a amar de manera verdadera, no por sentimiento, sino por decisión. La Ley del Señor moldea nuestro carácter, haciendo del amor una práctica constante y no solo una emoción pasajera.
El Padre bendice y envía a los obedientes al Hijo para perdón y salvación. Elige amar, incluso cuando sea difícil, y el Señor derramará en ti un amor tan profundo que vencerá toda dureza y transformará tu corazón. Adaptado de J. R. Miller. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Padre querido, enséñame a amar como Tu Hijo amó. Dame un corazón manso y comprensivo, capaz de ver más allá de las fallas y ofrecer amor donde hay heridas.
Ayúdame a vencer el orgullo y la impaciencia. Que cada gesto mío refleje Tu bondad y que yo viva en armonía con todos los que pones a mi alrededor.
Oh, Dios amado, te agradezco por enseñarme a amar a través de la obediencia. Tu Hijo amado es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es un río que purifica mi corazón. Tus mandamientos son flores vivas que esparcen el perfume de Tu amor en mi vida. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.
























