Devocional Diario: "El que es limpio de manos y puro de corazón… éste recibirá...

"El que es limpio de manos y puro de corazón… éste recibirá la bendición del Señor" (Salmos 24:4–5).

Una sola frase salida de los labios del Hijo de Dios es suficiente para definir el destino eterno de cualquier persona: “Moriréis en vuestros pecados; adonde Yo voy, vosotros no podéis ir.” Estas palabras revelan una verdad seria: nadie que se aferra a la desobediencia, al pecado y a los placeres que Dios condena encontrará lugar en el Reino eterno. Si alguien no abandona la embriaguez, la impureza, la codicia y toda forma de rebeldía, el cielo no sería cielo — sería tormento. Porque el cielo es un lugar preparado para personas preparadas, y sólo los que buscan pureza y fidelidad logran amar lo que es santo.

Es ahí donde la maravillosa Ley de Dios y Sus majestuosos mandamientos lo aclaran todo. Quien rechaza la santidad aquí no la soportaría en la eternidad. El Padre reveló desde el principio que sólo enviaría al Hijo a aquellos que siguen Sus caminos con sinceridad, como lo hicieron los profetas, los apóstoles y los discípulos. Dios sólo revela Sus planes a los obedientes, y la vida de obediencia moldea el corazón para desear lo que es puro. Quien anda en rebeldía no soportaría vivir entre los santos — pero quien sigue la Ley encuentra placer en lo que Dios ama y se convierte en alguien apto para Su Reino.

Por eso, prepárate mientras hay tiempo. Deja que la obediencia transforme tus deseos, tus hábitos y tu carácter. El Padre observa a aquellos que eligen honrarlo, y conduce a estos al Hijo para perdón y salvación. El cielo es para quienes han aprendido a amar lo que es santo aquí. Adaptado de D. L. Moody. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Padre amado, dame un corazón que ame lo que es puro y rechace todo lo que me aleja de Ti. Que nunca me acostumbre al pecado ni me acomode en el error.

Dios mío, moldea mi carácter a través de la obediencia diaria. Que cada uno de Tus mandamientos encuentre un espacio vivo en mí, preparando mi alma para Tu Reino y alejando de mí todo deseo contrario a Tu voluntad.

Oh, Señor amado, te agradezco porque Tu Ley me prepara para el cielo. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es la disciplina que moldea mi corazón. Tus mandamientos son la pureza que deseo abrazar. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



Compartir