"Bienaventurado aquel cuya transgresión es perdonada, y cuyo pecado es cubierto" (Salmos 32:1).
Entre todas las bendiciones espirituales que Dios revela al alma, pocas son tan profundas como la certeza de la salvación por el perdón de los pecados. Por eso tantos siervos sinceros, en medio de luchas internas y lágrimas silenciosas, anhelan esa confirmación. Desean sentir que Dios realmente los ha recibido, que la culpa ha sido quitada y que el cielo está abierto para ellos. Ese clamor es real, y muchos viven ese conflicto en secreto, esperando el toque divino.
Pero el propio Dios ya ha mostrado el camino: apartarse de la desobediencia y abrazar la magnífica Ley del Señor, siguiendo los mismos mandamientos sublimes que obedecieron los santos, los profetas, los apóstoles y los discípulos. El Padre nunca confundió a Sus hijos — Él dejó claro que revela Sus planes a los obedientes y que solo estos son enviados al Hijo para perdón y salvación. No es algo nebuloso ni misterioso: el camino es claro, firme y eterno.
Por eso, decide recorrer la senda de la fidelidad. Haz de la obediencia tu modo de vivir, y el Padre confirmará Su presencia enviándote al Hijo en el momento oportuno. El alma que honra los mandamientos de Dios encuentra seguridad en el futuro y paz en el presente, porque sabe que camina en la dirección correcta — la dirección del Reino eterno. Adaptado de J.C. Philpot. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Padre amado, gracias porque Tú conoces mis búsquedas, mis dudas y mis anhelos más profundos. Enséñame a caminar con sinceridad, sin huir de la obediencia que Tú requieres.
Mi Dios querido, fortalece mi corazón para que viva en fidelidad a Tus mandamientos, así como vivieron los siervos que vinieron antes de nosotros. Que cada paso mío revele la decisión de honrarte.
Oh, Señor amado, te agradezco por recordarme que el perdón y la salvación pertenecen a los que se rinden a Tu voluntad. Tu Hijo amado es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es camino seguro para mi alma. Tus mandamientos son luz que deseo llevar conmigo todos los días. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.
























