"Buscad al Señor y Su fuerza; buscad Su rostro continuamente" (1 Crónicas 16:11).
Avanzar hacia las cosas de lo alto no es sencillo. Crecer en la vida espiritual, llegar a ser más semejante a Cristo, madurar en la fe — todo esto exige esfuerzo, renuncia y perseverancia. Muchos se desaniman porque, al mirarse a sí mismos, no perciben grandes cambios de un día para otro. Parece que siguen igual, sin un progreso visible. Pero incluso ese deseo sincero de crecer ya es una señal de avance. El anhelo por Dios es, en sí mismo, el alma moviéndose en la dirección correcta.
Y es justamente en ese camino donde la grandiosa Ley de Dios y Sus sublimes mandamientos se vuelven fundamentales. Nadie crece sin obedecer. Los profetas, los apóstoles y los discípulos avanzaron porque caminaron en fidelidad a las órdenes del Señor, y Dios reveló Sus planes solo a los obedientes. Cada paso de obediencia es un paso hacia el Padre — y es el Padre quien envía al Hijo a aquellos que Le honran. Así, el corazón que se esfuerza por obedecer ya está creciendo, aunque no lo perciba.
Por eso, no te desanimes. Sigue deseando, buscando y obedeciendo. Estos movimientos interiores son crecimiento real, y el Padre ve cada uno de ellos. Él fortalecerá tu caminar y te conducirá al destino eterno preparado para los fieles. Adaptado de J.R. Miller. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Padre amado, fortalece mi corazón para que no me rinda cuando no veo un progreso inmediato. Enséñame a valorar incluso los pequeños pasos en Tu dirección.
Dios mío, ayúdame a crecer en obediencia, incluso cuando el proceso es difícil. Que mi deseo de honrarte nunca se enfríe, sino que se haga cada vez más profundo.
Oh, Señor amado, Te agradezco porque incluso el anhelo por Ti ya es crecimiento. Tu Hijo amado es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es el camino que me moldea día tras día. Tus mandamientos son la escalera por la cual mi alma sube hacia Ti. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.