"Buscad al Señor mientras puede ser hallado, invocadlo mientras está cerca" (Isaías 55:6).
Muchos siervos de Dios enfrentan momentos de duda, cuando no logran ver claramente sus nombres en el libro de la vida. El corazón tiembla, preguntándose si el Señor realmente inició una obra de salvación en su alma. Sin embargo, hay algo esencial que todos deben observar: si pueden, con sinceridad, ponerse a los pies de la obediencia y expresar ante Dios el verdadero deseo de vivir según Su voluntad. Quien ya se ha postrado en humildad ante la majestad divina conoce esos anhelos que ascienden al Señor de los Ejércitos.
Es ahí donde entendemos la urgencia de seguir la magnífica Ley de Dios y Sus extraordinarios mandamientos. No son los sentimientos pasajeros los que definen el destino eterno, sino una vida marcada por la fidelidad. Dios solo revela Sus planes a los obedientes, y solo aquellos que se rinden a Su Ley son enviados al Hijo para perdón y salvación. El alma que busca obedecer con todo el corazón encuentra seguridad en el camino preparado por el Creador.
Por eso, vive de modo que la obediencia sea tu marca diaria. Cuando el Padre ve un corazón dispuesto a honrar Sus mandamientos, Él envía esa alma a Jesús, y ella habitará entre los vivos del cielo. Adaptado de J.C. Philpot. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Padre amado, te agradezco porque Tú ves lo más profundo de mi corazón. Enséñame a lidiar con las dudas manteniendo mis ojos fijos en la obediencia, que es el camino seguro que Tú has establecido.
Dios mío, ayúdame a mantener un espíritu humilde, capaz de postrarse ante Ti en sinceridad. Que cada mandamiento Tuyo encuentre espacio vivo en mí, y que mi deseo de obedecer sea constante y verdadero.
Oh, Señor amado, te agradezco por recordarme que es por la obediencia a Tu Ley que camino hacia Tu Hijo. Tu Hijo amado es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es luz firme para mi alma. Tus mandamientos son perlas que deseo guardar con alegría. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.