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Devocional Diario: El Señor es quien va delante de ti; él estará contigo...

“El Señor es quien va delante de ti; él estará contigo, no te dejará ni te desamparará; no temas ni te atemorices” (Deuteronomio 31:8).

Cuando la vida parezca demasiado pesada, recuerda: no estás enfrentando nada solo. Dios nunca abandona a los Suyos. Incluso cuando no lo ves, Su mano sigue firme, guiándote a través de las dificultades. En vez de dejarte hundir por el dolor o el miedo, ancla tu alma en la confianza de que Él está en control. Lo que hoy parece insoportable será, en el momento adecuado, transformado por Él en algo bueno. Él trabaja entre bastidores con perfección, y tu fe es lo que te mantendrá firme, incluso cuando todo a tu alrededor parezca desmoronarse.

¿Pero alguna vez te has preguntado cuál es exactamente esa obra que Dios está realizando en tu vida? La respuesta es simple e inmutable: Dios te está conduciendo a obedecer Su poderosa Ley. Esa es la obra que Él realiza en todos los que lo aman de verdad. Él no obliga a nadie, sino que atrae con amor a aquellos que tienen el corazón dispuesto a escuchar. Y para estos, Él revela Su magnífica Ley — una Ley que transforma, que libera, que protege, que bendice y que conduce a la salvación. Es por medio de la obediencia que la criatura comienza a entender su propósito.

Y cuando esa decisión por la obediencia sucede, todo cambia. Dios envía esa alma fiel a Su Hijo, y finalmente la vida comienza a tener sentido. El vacío se va, llega la dirección, y el corazón empieza a caminar en paz. Por eso nada es más importante en esta vida que escuchar la voz de Dios y seguir cada mandamiento que Él reveló por medio de los profetas y de Jesús. Ese es el camino estrecho, pero seguro. Al final de él, está la vida eterna. -Adaptado de Isaac Penington. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Señor mi Dios, cuando la vida parezca pesada y mis pasos vacilen, ayúdame a recordar que Tú estás conmigo. Incluso cuando mis ojos no Te ven, quiero confiar en que Tu mano me está guiando con amor y fidelidad. No permitas que el dolor o el miedo me dominen. Fortalece mi fe, para que permanezca firme aun en medio de las tormentas. Sé que nada escapa a Tu control, y que estás usando cada dificultad para moldearme y conducirme a Tu voluntad.

Revelame, Padre, la obra que estás realizando en mi vida. Sé que comienza con la obediencia a Tu santa Ley — esa Ley poderosa que transforma, libera, protege y salva. Quiero tener un corazón dócil a Tu voz, listo para escuchar y dispuesto a obedecer. Aparta de mí todo orgullo, toda resistencia, y dame la alegría de vivir según Tus mandamientos. Sé que en ese camino encontraré paz, propósito y la verdadera dirección.

Condúceme, Señor, a Tu amado Hijo. Que mi fidelidad a Ti me lleve a conocer más profundamente al Salvador, aquel que da sentido a la vida y abre las puertas de la eternidad. Que nunca me desvíe de ese camino estrecho, sino que siga con perseverancia, con amor y con total entrega. En el nombre de Jesús, amén.

Devocional Diario: Que todos guarden silencio ante el Señor (Zacarías 2:13).

“Que todos guarden silencio ante el Señor” (Zacarías 2:13).

Rara vez hay un silencio completo dentro de nosotros. Incluso en los días más confusos, siempre hay un susurro que viene de lo alto: la voz de Dios, suave y constante, tratando de guiarnos, consolarnos y orientarnos. El problema no es que Dios guarde silencio, sino que la prisa, los ruidos y las distracciones del mundo ahogan ese susurro divino. Estamos tan ocupados intentando resolverlo todo a nuestra manera que olvidamos detenernos, escuchar y rendirnos. Pero cuando el caos pierde fuerza y damos un paso atrás —cuando desaceleramos y dejamos que el corazón se calme— es entonces cuando logramos oír lo que Dios siempre ha estado diciendo.

Dios ve nuestro dolor. Él conoce cada lágrima, cada angustia, y se complace en ofrecernos alivio. Pero hay una condición que no se puede ignorar: Él jamás actuará con poder a favor de quienes insisten en desobedecer lo que Él ya ha revelado con tanta claridad. Los mandamientos que el Señor entregó por medio de Sus profetas y por medio de Jesús en los Evangelios son eternos, santos e innegociables. Despreciarlos es caminar hacia la oscuridad, aunque pensemos que estamos en el camino correcto. La desobediencia nos aleja de la voz de Dios y profundiza el sufrimiento.

Pero el camino de la obediencia lo cambia todo. Cuando elegimos ser fieles —cuando escuchamos la voz del Señor y la seguimos con valentía— abrimos espacio para que Él actúe con libertad en nuestra vida. Es en ese suelo fértil de la fidelidad donde Dios siembra liberación, derrama bendiciones y revela el camino de la salvación en Cristo. No te engañes: solo oye la voz de Dios quien obedece. Solo es libre quien se rinde a Su voluntad. Y solo es salvo quien camina por el sendero estrecho de la obediencia a la poderosa Ley del Altísimo. -Adaptado de Frederick William Faber. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Señor, en medio de los ruidos de este mundo y la confusión de mis propios pensamientos, enséñame a silenciar todo lo que me impide oír Tu voz. Sé que Tú no dejas de hablar —eres constante, fiel, presente—, pero yo, tantas veces, me pierdo en las distracciones. Ayúdame a desacelerar, a hacer una pausa ante Tu presencia y a reconocer el suave susurro de Tu Espíritu guiándome con amor. Que no huya de Tu voz, sino que la desee más que cualquier otra cosa.

Padre, reconozco que Tu voluntad ya ha sido revelada con claridad, por medio de los profetas y de Tu amado Hijo. Y sé que no puedo pedir dirección, consuelo o bendición si continúo ignorando Tus mandamientos. No permitas que me engañe, creyendo que te sigo, mientras desobedezco Tu Ley. Dame un corazón humilde, firme y fiel —dispuesto a obedecer sin reservas, a caminar por el sendero estrecho que conduce a la vida.

Actúa con libertad en mí, Señor. Planta en mi corazón Tu verdad, riega con Tu Espíritu y haz fructificar fidelidad, paz y salvación. Que mi vida sea un suelo fértil para Tu obra, y que la obediencia sea mi sí diario a Tu voluntad. Habla, Señor —quiero oírte, quiero seguirte. En el nombre de Jesús, amén.

Devocional Diario: Por lo tanto, si ustedes sufren porque cumplen la voluntad...

“Por lo tanto, si ustedes sufren porque cumplen la voluntad de Dios, sigan haciendo lo que es correcto y confíen su vida a aquel que los creó, pues él es fiel” (1 Pedro 4:19).

No te aferres a tu dolor. Por más real y pesado que parezca, no es mayor que Aquel que puede liberarte. La tristeza, el miedo y las aflicciones de este mundo intentan robarte la visión, haciendo que todo parezca perdido. Pero hay un camino mejor. En vez de enfocarte en el sufrimiento, levanta los ojos y mira más allá de él. Dios no solo ve tu lucha — Él sabe cómo usarla para tu bien. Tu Libertador tiene poder sobre todo lo que hoy parece imposible.

La respuesta a los problemas de la vida no está en teorías humanas ni en consejos de líderes que rechazan las instrucciones ya reveladas por Dios, que son sus santas y eternas leyes. Toda dificultad, sin excepción, encuentra solución cuando nos rendimos de todo corazón a la poderosa Ley del Creador. Hay un poder real, profundo y transformador en la obediencia que solo conoce quien ha decidido obedecer. El alma que se alinea con la voluntad de Dios descubre una fuerza nueva, una paz inesperada y una dirección que nadie en la tierra jamás podrá ofrecer.

Por eso, deja de sufrir innecesariamente. Rechazar la intervención del Creador es seguir caminando en tinieblas aun cuando la luz está encendida delante de ti. Decide hoy mismo rechazar a los falsos maestros que sutilmente predican contra los mandamientos del Señor y vuelve con sinceridad a la obediencia. Sigue cada mandamiento que Dios entregó a Sus profetas y a Jesús en los Evangelios. Ese es el camino de la sanidad, de la liberación y de la vida eterna. No hay otro. -Adaptado de Isaac Penington. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Señor, hoy te entrego todo mi dolor. Sé que es real, pero reconozco que tu poder es mucho mayor que cualquier sufrimiento que yo pueda sentir. No quiero seguir viviendo enfocado en las aflicciones, ni ser guiado por la tristeza o el miedo. Quiero levantar los ojos y ver tu mano extendida, lista para liberarme. Tú eres mi Libertador, y confío en que estás obrando incluso en las luchas que no entiendo.

Ayúdame, Padre, a rechazar los consejos del mundo y de los líderes que hablan en contra de tu Ley. Enséñame a confiar en tus instrucciones, ya reveladas por los profetas y Jesús, pues sé que en ellas está la respuesta para todo lo que enfrento. Quiero obedecer cada mandamiento que has revelado, con fe y sinceridad. Aun cuando sea difícil, aun cuando parezca solitario, que mi corazón permanezca firme en tus caminos.

Espíritu Santo, guíame con tu luz. Quita de mí toda resistencia, todo engaño y toda rebeldía. Que nunca más camine en tinieblas, ahora que conozco la verdad. Dame fuerzas para seguir con fidelidad, paso a paso, hasta el día en que vea tu rostro y te adore para siempre. En el nombre de Jesús, amén.

Devocional Diario: Los que conocen tu nombre confían en ti, porque tú,...

“Los que conocen tu nombre confían en ti, porque tú, Señor, jamás abandonas a los que te buscan” (Salmos 9:10).

Las almas que más crecen en intimidad con Dios son aquellas que no se esconden detrás de excusas. No viven atadas al pasado ni pierden tiempo quejándose de las circunstancias. Al contrario, miran hacia atrás con discernimiento espiritual, reconociendo que incluso en los tiempos difíciles, Dios estaba allí — acercándose, llamando, extendiendo la mano. Estas personas no niegan sus errores, pero tampoco los usan como escudo. Tienen la humildad suficiente para admitir que fallaron, que muchas veces ignoraron las bendiciones y despreciaron las señales de Dios.

Este tipo de corazón es el que oye claramente el llamado del Espíritu Santo. Es un corazón que no se justifica, sino que se rinde. Que no busca excusas, sino dirección. Al reconocer su condición de criatura, esta alma entiende que la bendición, el rescate y la salvación solo vienen por la obediencia. La obediencia a las mismas leyes que el Padre entregó a Israel — y que Jesús, con su vida y enseñanzas, confirmó como eternas, justas y buenas.

Estas almas no serán engañadas por argumentos falsos, ni se inclinarán ante líderes que predican contra la santa Ley de Dios. Saben que desobedecer nunca fue, ni será, un camino de bendición. Y por eso, con fe y valentía, se vuelven al Creador con todas sus fuerzas, decididas a obedecer — cueste lo que cueste. Porque saben que solo existe un camino que lleva a la vida: la fidelidad al Padre, expresada en cada mandamiento que Él nos dio. Ese es el camino que el Espíritu Santo revela a los humildes y obedientes. -Adaptado de James Martineau. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Señor, hoy me presento ante Ti con un corazón abierto y humilde. Ya no quiero esconderme detrás de excusas, ni justificar mis fallas con argumentos vacíos. Sé que en muchos momentos ignoré Tus bendiciones, desprecié Tus señales y caminé en dirección contraria a Tu voluntad. Pero ahora, con sinceridad, reconozco mis fallas y me rindo a Tu llamado.

Espíritu Santo, háblame con claridad. No quiero resistirme a Tu voz ni endurecer mi corazón. Enséñame a obedecer las leyes que el Padre reveló a Su pueblo y que Jesús confirmó con Su vida. Quiero andar en ese camino santo, aunque el mundo lo rechace, aunque me cueste comodidad, aprobación o seguridad. Tu voluntad es mejor que cualquier otra cosa.

Señor, líbrame de las falsas enseñanzas que desprecian Tu Ley. Dame discernimiento para reconocer el error, valentía para oponerme a la mentira y fuerza para permanecer firme en la verdad. Que mi vida esté marcada por la fidelidad al Padre, en cada pensamiento, actitud y elección. Muéstrame, en cada paso, que la verdadera paz, el verdadero rescate y la verdadera salvación están en la obediencia. Y que nada vale más que estar en el centro de Tu voluntad. En el nombre de Jesús, amén.

Devocional Diario: Yo les doy vida eterna, y jamás perecerán; nadie podrá arrebatarlas...

“Yo les doy vida eterna, y jamás perecerán; nadie podrá arrebatarlas de mi mano” (Juan 10:28).

Si todo cristiano sincero entregara de verdad su voluntad al Señor, encontraría fuerzas más que suficientes para permanecer fiel hasta el final. Entonces, ¿por qué tantas veces fallamos en perseverar? La respuesta no está en la ausencia de fuerza, sino en la inestabilidad de nuestra voluntad. No nos falta poder — el Espíritu Santo habita en nosotros. Y cuando nos rendimos por completo a la voluntad de Dios, Él nunca nos abandona a mitad de camino. No es la fuerza de Dios la que falla; es nuestra disposición la que se debilita antes.

Obedecer la voluntad de Dios, expresada perfectamente en Su Ley, no depende de sentimientos ni de circunstancias. Es una cuestión de decisión y de perspectiva. Cuando vemos esta vida por lo que realmente es — pasajera y llena de trampas — nos damos cuenta de que nuestras elecciones tienen peso eterno. Y que la fidelidad aquí está moldeando nuestro destino eterno. La vida que vivimos hoy es la preparación para aquello que viviremos para siempre. Por eso la firmeza de corazón y el compromiso con Dios no pueden posponerse.

Si reconocemos que pronto dejaremos todo atrás, entonces no hay decisión más sabia que obedecer a Dios con todo el corazón. Todos Sus mandamientos son justos, santos y eternos. Y si fuimos creados por Él, nada más lógico que someternos a Su voluntad. La obediencia a la poderosa Ley de Dios no es solo un deber — es el único camino sensato para cualquier criatura que ha entendido el valor de la eternidad. Decide hoy obedecer, y descubrirás que el poder para permanecer ya está dentro de ti. -Adaptado de Henry Edward Manning. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Señor, mi Dios, te agradezco porque nunca falta poder que viene de Ti. Tu fuerza es perfecta, constante y suficiente para sostenerme hasta el final. Si he flaqueado, no es porque Tú me hayas abandonado, sino porque mi voluntad vaciló ante las presiones y distracciones de este mundo. Hoy, con humildad, reconozco esto delante de Ti y te pido: fortalece mi decisión. Afirma mi corazón en obediencia. Que no dependa de sentimientos ni de circunstancias, sino de Tu Palabra, de Tu Ley — santa, justa y eterna.

Padre, ayúdame a vivir con los ojos puestos en la eternidad. Quita de mí toda ilusión de que esta vida es mi destino final. Hazme ver que cada elección aquí está moldeando mi lugar en Tu Reino. Enséñame a no posponer la fidelidad. Dame valor para obedecer ahora, con todo mi corazón, con todas mis fuerzas, con todo mi entendimiento. Que Tu poderosa Ley sea mi fundamento, mi guía y mi escudo.

Tú me creaste, Señor, y nada es más lógico, más correcto y más sabio que someterme a Tu voluntad. La obediencia a Ti no es solo mi deber — es el camino de la vida, de la paz y de la salvación. Sé que Tu Espíritu habita en mí, y por eso el poder para permanecer ya está presente. Que decida, hoy y todos los días, vivir para agradarte. Y que mi vida, moldeada por Tu Ley, te glorifique ahora y por toda la eternidad. En el nombre de Jesús, amén.

Devocional Diario: Tened cuidado, no rechacéis al que habla (Hebreos 12...

“Tened cuidado, no rechacéis al que habla” (Hebreos 12:25).

Cuando incluso el más pequeño deseo en tu corazón te llama a acercarte más a Dios — no lo ignores. Puede ser una sensación leve, un pensamiento persistente, un anhelo de cambio. Esos momentos no son fruto del azar. Es el Espíritu de Dios tocando suavemente tu alma, invitándote a dejar atrás lo que es vacío y abrazar lo que es eterno. En esos momentos, aléjate de las distracciones. Permanece en silencio. Da tiempo al Espíritu para hablar contigo. No endurezcas tu corazón. La luz que comienza a brillar dentro de ti es la señal de que el cielo se está acercando.

Pero ese acercamiento no se completa con palabras bonitas, emociones pasajeras o gestos religiosos. Lo que Dios desea es obediencia. El fundamento de Su propósito para tu vida ya ha sido establecido: es la obediencia a Su poderosa Ley. Es sobre esa base sólida que el Señor comienza a revelar los detalles del plan que tiene para cada alma. Sin ese fundamento, no hay construcción posible. Dios no escribe los capítulos de una vida en rebeldía. Él solo revela, solo guía, solo envía cuando ve en el corazón el compromiso real con Sus mandamientos.

Muchos se engañan, pensando que pueden agradar a Dios de otras maneras — con actividades, con donaciones, con intenciones. Pero la Palabra es clara, y la verdad es simple: sin obediencia, no hay comunión con el Padre. Esa mentira antigua, difundida por la serpiente desde el Edén, sigue engañando a muchos. Pero quien tenga oídos, oiga: solo quien obedece es guiado. Solo quien obedece es aprobado. Y solo quien obedece es enviado al Hijo para la salvación. La obediencia a la Ley del Señor es el inicio de todo — de toda revelación, de toda dirección y de toda esperanza eterna. -Adaptado de William Law. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, te agradezco por tocar mi alma con tanta ternura, despertando en mí un anhelo de dejar lo que es vacío y abrazar lo que es eterno. Enséñame a reconocer esos momentos santos, a callar ante las distracciones y a escuchar con atención cuando tu luz comienza a brillar dentro de mí. No quiero endurecer mi corazón, Señor — quiero responder con entrega y verdad.

Padre mío, hoy te pido que establezcas en mí el verdadero fundamento de la obediencia. Sé que el Señor no construye una vida sobre la rebeldía, y que tu voluntad solo es revelada a quienes deciden guardar tus mandamientos. Quita de mí toda ilusión de que puedo agradarte con acciones vacías o intenciones que no se traducen en fidelidad. Pon en mí un compromiso real con tu poderosa Ley, para que mi vida sea guiada por ti, paso a paso, hacia el propósito eterno que tienes para mí.

Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque la obediencia a tu santa Ley es el inicio de toda comunión verdadera contigo. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como una raíz profunda que sostiene el árbol de la fe, firme contra las tormentas de este mundo. Tus mandamientos son como senderos de luz, que revelan el camino seguro de la salvación y me conducen, con esperanza y paz, a tu presencia eterna. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.

Devocional Diario: Y las semillas que cayeron en tierra fértil representan...

“Y las semillas que cayeron en tierra fértil representan a los que, con corazón bueno y receptivo, oyen el mensaje, lo aceptan y, con paciencia, producen una gran cosecha” (Lucas 8:15).

Todo lo que permitimos en nuestro corazón —sea un pensamiento, un deseo o una actitud— que vaya en contra de la voluntad de Dios ya revelada en las Escrituras, tiene el poder de alejarnos de nuestro propósito eterno. No importa cuán pequeño u oculto parezca, si está en desacuerdo con los mandamientos del Señor, es un paso hacia el error. La vida eterna es nuestro objetivo final, y no hay nada más importante en esta vida que asegurar que estamos caminando firmemente en esa dirección. Todos los demás logros pierden su valor ante la eternidad.

Obedecer a Dios no es complicado. Su voluntad fue revelada con claridad por los profetas y reafirmada por Jesús en los Evangelios. Cualquier persona puede obedecer, si realmente desea agradar al Creador. Lo que dificulta ese camino no es la complejidad de la Ley, sino la resistencia del corazón y las mentiras que el enemigo esparce. Desde el Edén, la serpiente repite la misma estrategia: hacer que el ser humano crea que obedecer es imposible, que Dios exige demasiado, que vivir en santidad es solo para unos pocos.

Pero Dios es justo y bueno. Jamás pediría algo que no pudiéramos cumplir. Cuando Él ordena, también capacita. No escuches al diablo. Escucha la voz de Dios, que habla por medio de Sus mandamientos santos, eternos y perfectos. La obediencia es el camino seguro hacia la vida eterna, y cada paso dado en fidelidad es un paso rumbo al cielo. No permitas que nada —absolutamente nada— se levante en tu corazón contra la voluntad de Dios. Guarda Su Ley con alegría, y experimentarás la paz, la dirección y la certeza de que estás en el camino de la salvación. -Adaptado de Hannah Whitall Smith. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, te agradezco por mostrarme con tanta claridad que nada es más importante en esta vida que caminar firmemente hacia la vida eterna. Tú revelaste Tu voluntad por medio de los profetas y por las palabras de Tu amado Hijo, y sé que todo lo que permito en mi corazón que vaya en contra de ella puede alejarme de ese propósito. Quiero vivir enfocado en la eternidad, sin permitir que nada me desvíe de Tu voluntad.

Padre mío, hoy te pido que fortalezcas mi corazón contra toda resistencia a Tu Ley. Que no escuche las antiguas mentiras de la serpiente, que intentan hacer parecer imposible lo que Tú ya has hecho accesible. Enséñame a obedecer con alegría, con humildad y con perseverancia. Sé que Tú eres justo y bueno, y que nunca pides nada sin también capacitarme. Dame discernimiento para reconocer el error, valentía para rechazarlo, y celo para guardar Tu Palabra en lo más íntimo de mi ser.

Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque Tu voluntad es perfecta y el camino de la obediencia es seguro y lleno de paz. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un muro protector que guarda mi corazón de las trampas del enemigo. Tus mandamientos son como estrellas que iluminan mi jornada noche y día, guiándome con certeza hacia el cielo. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.

Devocional Diario: ¿Buscas grandes cosas para ti mismo? No lo hagas...

“¿Buscas grandes cosas para ti mismo? ¡No lo hagas!” (Jeremías 45:5).

Es en los momentos tranquilos y silenciosos de la vida cuando Dios más trabaja en nosotros. Es allí, cuando nos aquietamos delante de Él y esperamos con paciencia, que somos fortalecidos por Su presencia. Mientras el mundo nos presiona a actuar, correr, decidir por nuestra cuenta y mantener el control de todo, el camino de Dios nos llama a la confianza, la entrega y la obediencia. Él no quiere que nos adelantemos a Él, sino que aprendamos a seguir Sus pasos, confiando en que Su luz nos guiará, incluso cuando aún no vemos claramente el siguiente paso.

Cuando tomamos la firme decisión de obedecer la maravillosa y poderosa Ley del Creador — con todo nuestro corazón, con todas nuestras fuerzas, aunque el mundo entero se oponga — algo profundo sucede en nuestro interior. Nuestro deseo personal comienza a disminuir, y el deseo de Dios se convierte en el centro de todo. Así como Jesús, que no buscó su propia voluntad, sino la del Padre, pasamos a vivir con ese mismo espíritu de sumisión y amor. Y es solamente en ese lugar de obediencia donde el verdadero conocimiento espiritual y el crecimiento del alma suceden.

Cualquier intento de unirse a Dios sin esta base será en vano. La comunión con el Padre no se establece por sentimientos, palabras bonitas o buenas intenciones aisladas — nace y crece en la obediencia a Sus santos y perfectos mandamientos. Es por medio de la obediencia que caminamos lado a lado con Dios, siendo moldeados por Él, guiados por Él y, finalmente, recibiendo la promesa de la vida eterna en Cristo Jesús. Obedecer es el camino — y también es el destino, pues es donde encontramos al propio Dios. -Adaptado de Isaac Penington. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, es verdad que frecuentemente me dejo llevar por la prisa y las presiones de este mundo. Cuando todo está tranquilo, creo que necesito hacer algo, decidir algo, mover algo — pero Tú me llamas al silencio, a la confianza y al descanso en Ti. Enséñame a detenerme ante Tu presencia y a esperar con paciencia, sabiendo que es en esos momentos de quietud cuando más operas dentro de mí. Cuando vuelvo mi corazón a Tu Ley y elijo andar a Tu ritmo, comienzo a sentir una paz que no depende de las circunstancias.

Padre mío, hoy te pido que plantes en mí el valor de obedecer con firmeza, incluso cuando eso me ponga en contracorriente del mundo. Dame un espíritu decidido a seguir Tus mandamientos con amor y reverencia, así como Tu Hijo siguió fielmente todo lo que Tú ordenaste. Quiero que Tu deseo se convierta en el centro de mi vida, y que mi corazón se regocije en agradarte por encima de todo. Guíame en este camino de madurez, para que no solo te conozca, sino que camine contigo en verdadera comunión.

Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque no te escondes de aquellos que te buscan con sinceridad. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un río de aguas puras que lava, renueva y conduce mi alma. Tus mandamientos son como estrellas en el cielo oscuro, mostrando fielmente la dirección que debo seguir. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.

Devocional Diario: Enséñame a vivir, Señor; guíame por el camino correcto...

“Enséñame a vivir, Señor; guíame por el camino correcto” (Salmos 27:11).

Dios es completamente santo, y como Padre amoroso y sabio, Él sabe exactamente cómo guiar a cada uno de Sus hijos en el camino de la santidad. Nada en ti es desconocido para Él — ni los pensamientos más profundos, ni las luchas más silenciosas. Él comprende perfectamente las barreras que enfrentas, los deseos que necesitan ser moldeados y las áreas de tu corazón que aún necesitan ser transformadas. Dios no obra de manera aleatoria; Él moldea con precisión, con amor y con propósito, usando cada situación, cada prueba y cada tentación como herramientas para perfeccionar el alma.

Tu parte en este proceso es clara: aceptar con alegría y reverencia la maravillosa y poderosa Ley de Dios. Es solamente a través de la obediencia a Sus santas instrucciones que la verdadera santidad puede ser alcanzada. No existe santidad sin obediencia — y esto debería ser evidente para todos. Sin embargo, muchos han sido engañados por enseñanzas que ofrecen una santidad sin sumisión, sin compromiso con la Ley del Señor. Pero esa santidad es ilusoria, vacía, y no conduce a la salvación.

Aquellos que eligen obedecer, por otro lado, entran en un camino real y vivo con Dios. Reciben discernimiento espiritual, liberación de los engaños del mundo, bendiciones que acompañan a los justos y, lo más precioso de todo: son guiados al Hijo por el mismo Padre. Esta es la promesa eterna — que los obedientes no solo caminan en santidad, sino que también son llevados al Salvador, Cristo Jesús, donde encuentran salvación, comunión y vida eterna. Obedecer es, por lo tanto, el inicio de todo lo que Dios desea realizar en ti. -Adaptado de Jean Nicolas Grou. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, es verdad que frecuentemente olvido que Tú eres un Padre santo y sabio, que conoces cada detalle de mi alma. Nada en mí Te es oculto — ni los pensamientos que escondo, ni las luchas que apenas logro expresar. Y aun así, Tú me guías con amor y paciencia. Cada prueba, cada dificultad, forma parte de Tu plan para moldear mi corazón. Cuando recuerdo que Tu Ley es la base del camino de la santidad, entiendo que Tu obrar en mí no es confuso ni aleatorio, sino perfecto y lleno de propósito.

Padre mío, hoy Te pido que me des un corazón dispuesto a obedecer con alegría. No quiero buscar una santidad superficial, basada solo en sentimientos o apariencias. Enséñame a valorar y amar Tus santas instrucciones, pues sé que sin obediencia no hay verdadera transformación. Líbrame de los engaños de este mundo que intentan separar la santidad de la fidelidad a Tu Palabra. Guíame en rectitud, y moldea mi vida conforme a Tus estándares eternos, para que yo viva de manera que realmente Te agrade.

Oh, Santísimo Dios, Te adoro y Te alabo porque Tu santidad es perfecta y Tus caminos son justos. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un fuego que purifica y como un espejo que revela quién realmente soy. Tus mandamientos son senderos seguros para los que Te temen y cimientos inquebrantables para los que Te buscan con sinceridad. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.

Devocional Diario: Amados, si la conciencia no nos condena, podemos acercarnos a Dios...

“Amados, si la conciencia no nos condena, podemos acercarnos a Dios con total confianza” (1 Juan 3:21).

Nada calma más la mente en medio del caos y los desafíos de la vida que levantar los ojos por encima de las circunstancias y mirar más allá de ellas: hacia arriba, hacia la mano firme, fiel y soberana de Dios, que controla todas las cosas con sabiduría; y más allá, hacia el hermoso resultado que Él está preparando silenciosamente para aquellos que le aman. Cuando dejamos de enfocarnos en el problema y pasamos a confiar en la providencia divina, nuestro corazón comienza a descansar, incluso cuando todo a nuestro alrededor parece incierto.

Si deseas vivir con confianza, valentía y verdadera alegría, concéntrate en vivir una vida pura y santa delante del Señor. Enfócate en obedecer con celo cada uno de Sus mandamientos, aunque eso vaya en contra de lo que la mayoría hace o defiende. La obediencia nunca ha sido un camino popular, pero siempre ha sido el camino correcto. Cada alma dará cuentas por sí misma, y tu relación con Dios debe estar basada en la fidelidad a la poderosa Ley que Él mismo nos ha revelado. Esa fidelidad es lo que mantiene firme el puente entre el cielo y el corazón humano.

Y a medida que perseveras en ese camino de obediencia, notarás algo extraordinario: los problemas, por grandes que sean, comienzan a alinearse, a disiparse o a perder la fuerza que tenían. La paz de Dios —esa paz real, profunda y duradera— comienza a reinar en tu vida. Y esa paz solo la encuentran quienes están al día con el Padre, viviendo en alianza con Él mediante la obediencia a Su santa y eterna voluntad. -Adaptado de Robert Leighton. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, es verdad que frecuentemente permito que las circunstancias de la vida hablen más fuerte que Tu soberanía. Cuando todo parece fuera de lugar, cuando los desafíos aprietan, mi mente se agita y el corazón se cansa. Pero hoy, una vez más, levanto mis ojos hacia Ti. Tú eres fiel, sabio y soberano sobre todo. Nada escapa a Tu control. Y cuando elijo confiar en Ti y recordar Tus mandamientos como ancla de mi alma, la paz comienza a regresar, aunque las situaciones a mi alrededor aún no hayan cambiado.

Padre mío, hoy te pido que fortalezcas mi espíritu para vivir con valentía, alegría y pureza delante de Ti. Dame coraje para obedecer con celo, incluso cuando esa obediencia me separe de la mayoría. Quiero que mi vida esté marcada por la fidelidad a Tus caminos, no por las opiniones de este mundo. Enséñame a perseverar con firmeza en lo que Tú ya has revelado, pues sé que solo así mi relación Contigo será sólida, verdadera y llena de paz. Tu Ley es el vínculo que me une a Ti —y no quiero aflojar ese lazo por nada.

Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque Tu presencia calma toda tormenta. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un cimiento invisible que sostiene mi alma en medio del vendaval. Tus mandamientos son como cuerdas de seguridad que me impiden caer, incluso en los días más difíciles. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.