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Devocional Diario: Sí, Padre, así te agradó hacerlo (Mateo 11:26)

“Sí, Padre, así te agradó hacerlo” (Mateo 11:26).

Si escuchamos a nuestro amor propio, rápidamente caemos en la trampa de enfocarnos más en lo que nos falta que en lo que ya hemos recibido. Empezamos a ver solo limitaciones, ignorando el potencial que Dios nos ha dado, y nos comparamos con vidas idealizadas que ni siquiera existen. Es fácil perdernos en fantasías reconfortantes sobre lo que haríamos si tuviéramos más poder, más recursos o menos tentaciones. Así, vamos usando nuestras dificultades como excusas, viéndonos como víctimas de una vida injusta —lo que solo alimenta una miseria interior que no trae ningún tipo de alivio real.

¿Pero qué hacer ante esto? La raíz de esa mentalidad está, casi siempre, en la resistencia a obedecer la poderosa Ley de Dios. Cuando resistimos las instrucciones claras del Creador, inevitablemente comenzamos a ver la vida de forma distorsionada. Surge una especie de ceguera espiritual, donde la realidad es reemplazada por fantasías y expectativas irreales. Y de esas ilusiones nacen las decepciones, los fracasos y el sentimiento constante de insatisfacción.

La única salida es volver al camino de la obediencia. Cuando decidimos alinear nuestra vida a la voluntad de Dios, nuestros ojos se abren. Pasamos a ver la realidad con más claridad, reconociendo tanto las bendiciones como las oportunidades de crecimiento que antes estaban ocultas. El alma se fortalece, la gratitud florece, y la vida comienza a ser vivida de forma plena —ya no basada en ilusiones, sino en la verdad eterna del amor y la fidelidad de Dios. -Adaptado de James Martineau. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, te agradezco porque me alertas contra el peligro de enfocarme en lo que me falta en vez de reconocer todo lo que ya he recibido de tus manos. Cuántas veces me he dejado engañar por el amor propio, cayendo en comparaciones inútiles y soñando con realidades que ni existen. Pero tú, con tu paciencia y bondad, me llamas de vuelta a la verdad: a la realidad firme y segura de tu voluntad.

Padre mío, hoy te pido que me ayudes a resistir la tentación de alimentar fantasías y excusas. Que no me pierda en la insatisfacción ni en la ceguera espiritual que nace de la resistencia a tu poderosa Ley. Abre mis ojos para ver con claridad el camino correcto —el camino de la obediencia y la verdad. Dame valor para alinearme plenamente a tu voluntad, para que mi alma sea fortalecida y la gratitud florezca en mi corazón, incluso en las pequeñas cosas del día a día.

Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque tu verdad libera y da sentido a la vida. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un faro en la oscuridad, que disipa las ilusiones y guía mis pasos con seguridad. Tus mandamientos son como raíces profundas que me afirman en el suelo de la realidad eterna, donde el alma encuentra paz, fuerza y verdadera alegría. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.

Devocional Diario: ¿Por qué te abates, oh alma mía? ¿Por qué te turbas...

“¿Por qué te abates, oh alma mía? ¿Por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío” (Salmos 42:11).

Ten mucho cuidado para que tus preocupaciones diarias no se conviertan en ansiedad y angustia, especialmente cuando sientas que estás siendo arrojado de un lado a otro por los vientos y las olas de los problemas de la vida. En lugar de desesperarte, mantén el enfoque en el Señor y di, con fe: "Oh, mi Dios, solo a Ti miro. Sé mi guía, mi capitán." Luego, descansa en esa confianza. Cuando finalmente lleguemos al puerto seguro de la presencia de Dios, toda lucha y tormenta habrán perdido su importancia, y veremos que Él siempre estuvo al mando.

Podemos atravesar cualquier tormenta con seguridad, siempre que nuestro corazón permanezca en el lugar correcto. Cuando nuestras intenciones son puras, nuestro valor es firme y nuestra confianza está anclada en Dios, las olas pueden sacudirnos, pero jamás destruirnos. El secreto no está en evitar las tormentas, sino en navegar a través de ellas con la certeza de que estamos en buenas manos: las manos del Padre, que nunca falla y nunca abandona a quienes confían verdaderamente en Él.

¿Y dónde está ese lugar seguro, donde podemos tener paz en esta vida y alegría eterna al lado del Señor? El lugar correcto es el lugar de la obediencia a la poderosa Ley de Dios. Es allí, en ese terreno firme, donde los ángeles del Señor nos rodean con protección y donde el alma es lavada de toda preocupación terrenal. Quien vive en obediencia camina con seguridad, incluso en medio de las tormentas, porque sabe que su vida está en manos de un Dios fiel y poderoso. -Adaptado de Francisco de Sales. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, te agradezco porque, incluso en medio de las tormentas de la vida, Tú permaneces como mi Capitán fiel. Cuando los vientos fuertes y las olas de los problemas intentan arrastrarme, puedo levantar mis ojos y declarar con fe: “Oh, mi Dios, solo a Ti miro.” Eres Tú quien guía mi barco y calma mi corazón.

Padre mío, hoy te pido que fortalezcas mi confianza en Ti, para que mi alma no se pierda en preocupaciones y ansiedades. Dame intenciones puras, valor firme y un corazón anclado en Tu voluntad. Enséñame a atravesar cada tormenta con la serenidad de quien sabe que está en Tus manos. Y llévame a permanecer siempre en el lugar seguro: la obediencia a Tu poderosa Ley, donde Tu protección me rodea y Tu paz me sostiene en toda situación.

Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque eres refugio seguro para quienes te obedecen con amor y fidelidad. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un ancla firme lanzada al mar de la vida, que sostiene mi alma aun cuando las olas se agitan. Tus mandamientos son como murallas inquebrantables, protegiendo mi espíritu e iluminando mi camino hacia la alegría eterna. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.

Devocional Diario: Sé fuerte y valiente; ¡no tengas miedo ni te desanimes!...

“Sé fuerte y valiente; ¡no tengas miedo ni te desanimes!” (1 Crónicas 22:13).

Aunque es esencial practicar la paciencia y la mansedumbre ante las dificultades externas y el comportamiento ajeno, estas virtudes se vuelven aún más valiosas cuando las aplicamos a nuestras luchas internas. Nuestros conflictos más desafiantes, muchas veces, no provienen del exterior, sino del interior: debilidades, incertidumbres, fallos y perturbaciones del alma. En esos momentos, cuando nos enfrentamos a nuestras limitaciones, elegir humillarnos ante Dios y rendirnos a Su voluntad es uno de los actos más profundos de fe y madurez espiritual que podemos ofrecer.

Es curioso cómo, muchas veces, logramos ser más pacientes con los demás que con nosotros mismos. Pero cuando nos detenemos, reflexionamos y tomamos la firme decisión de abrazar la poderosa Ley de Dios con sinceridad, algo extraordinario sucede. La obediencia pasa a ser una llave espiritual que abre nuestros ojos. Aquello que antes parecía confuso, ahora comienza a aclararse. Ganamos discernimiento, y la visión espiritual que se nos concede actúa como un bálsamo: calma el alma y trae dirección.

Este entendimiento es precioso. Nos muestra con claridad lo que Dios espera de nosotros y nos ayuda a aceptar con paz el proceso de transformación. La obediencia, entonces, se convierte en una fuente de paciencia, alegría y estabilidad. El alma que se rinde a la voluntad del Señor y camina en obediencia encuentra no solo respuestas, sino también la serenidad de saber que está en el camino correcto: el camino de la paz y de una vida con sentido. -Adaptado de William Law. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, te agradezco porque me muestras que la verdadera paciencia y mansedumbre no se aplican solo a los desafíos externos, sino también a las batallas dentro de mí. Muchas veces, son mis propias debilidades, dudas y fallos los que más me desaniman. Cuando me rindo a Tu voluntad, en vez de luchar solo, experimento algo profundo: Tu bondad me alcanza y me sostiene.

Padre mío, hoy te pido que me ayudes a ser paciente conmigo mismo, así como intento serlo con los demás. Dame valor para enfrentar mis limitaciones sin desesperación y sabiduría para apoyarme en Tu poderosa Ley como guía segura. Sé que, al decidir obedecer con sinceridad, mis ojos se abren, y aquello que antes parecía confuso comienza a aclararse. Concédeme ese discernimiento que viene de la obediencia, ese bálsamo que calma mi alma y trae dirección a mi caminar.

Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque me concedes entendimiento y paz cuando elijo andar en Tus caminos. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un espejo que me revela con amor quién soy y quién puedo llegar a ser en Ti. Tus mandamientos son como rieles firmes bajo mis pies, trayendo estabilidad, alegría y la dulce certeza de que estoy en el camino de la eternidad. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.

Devocional Diario: El Señor te guardará de todo mal; guardará tu alma...

“El Señor te guardará de todo mal; guardará tu alma” (Salmos 121:7).

Un corazón que se alegra en Dios encuentra placer genuino en todo lo que viene de Él. No solo acepta la voluntad del Señor, sino que se deleita en ella. Incluso en tiempos difíciles, esa alma permanece firme, llena de una alegría serena y constante, porque ha aprendido a descansar en el hecho de que nada sucede fuera de la voluntad divina. Quien ama la poderosa Ley de Dios y la sigue con alegría lleva dentro de sí una paz que no se tambalea. La felicidad le acompaña, silenciosa y fiel, en todas las estaciones de la vida.

Así como la flor que instintivamente se vuelve hacia el sol, incluso cuando está escondido detrás de las nubes, el alma que ama los mandamientos de Dios sigue orientada hacia Él, incluso en los días oscuros. No necesita ver claramente para seguir confiando. Sabe que el sol está allí, firme en el cielo, y que la presencia de Dios nunca la ha abandonado. Esa confianza sostiene, calienta y renueva, incluso cuando todo alrededor parece incierto o difícil.

El alma obediente permanece satisfecha. Encuentra alegría no en las circunstancias, sino en la voluntad del Señor. Es una alegría profunda, que no depende de resultados ni recompensas, sino que brota de la comunión con el Creador. Quien vive así experimenta algo raro: una paz constante y una felicidad verdadera, firmadas en la certeza de que seguir la voluntad de Dios es el mayor bien que se puede elegir en esta vida. -Adaptado de Robert Leighton. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, te agradezco por mostrarme que la verdadera alegría nace en un corazón que se deleita en Ti, incluso en las situaciones difíciles, incluso cuando los días son oscuros. Tú me enseñas que nada escapa a Tu control, y por eso puedo descansar, confiar y permanecer firme. Gracias por darme esa paz silenciosa y fiel, que camina conmigo en todas las estaciones de la vida.

Padre mío, hoy te pido que plantes aún más profundamente en mí ese amor por Tu voluntad. Que, como la flor que se vuelve hacia el sol, yo permanezca orientado hacia Ti, incluso cuando no puedo ver con claridad. Enséñame a confiar como confían los que realmente te conocen — no por lo que ven, sino por lo que saben: que Tú estás presente, que nunca me abandonas, y que Tu poderosa Ley me lleva más y más cerca de mi Padre. Sosténme con esa confianza que calienta y renueva el alma.

Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque me ofreces una felicidad que el mundo no puede dar. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un sol constante detrás de las nubes, siempre iluminando, incluso cuando no veo. Tus mandamientos son como raíces profundas que mantienen mi alma firme, alimentada por Tu verdad, llena de paz y verdadera alegría. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.

Devocional Diario: Considerad cómo crecen los lirios del campo: ellos no trabajan, ni...

“Considerad cómo crecen los lirios del campo: ellos no trabajan, ni hilan” (Mateo 6:28).

No levantes barreras dentro de ti contra el poder vivificante de Dios. Ese poder es real, es amoroso y está constantemente obrando en ti para realizar todo lo que es agradable a Su voluntad. Entrégate por completo a Su control, sin reservas, sin temor. Así como confías a Dios tus luchas, miedos y necesidades, confía también tu crecimiento espiritual. Deja que Él te moldee con paciencia y sabiduría — al fin y al cabo, nadie conoce tu corazón mejor que el propio Creador.

No es necesario intentar controlar este proceso ni preocuparse por cada detalle del camino. La verdadera confianza es descansar sabiendo que Él está guiando todo, incluso cuando no entiendes el camino. Cuando elegimos obedecer la poderosa Ley de Dios con sinceridad, estamos eligiendo vivir bajo la protección del Altísimo. Y, bajo esa protección, nada externo puede realmente alcanzarnos de manera fatal. El alma obediente está guardada, fortalecida, rodeada por el cuidado divino.

El enemigo puede aún intentar atacar, como siempre lo ha hecho, pero sus dardos son interceptados por un escudo invisible — la presencia de Dios que rodea a quienes lo aman y se deleitan en obedecer Sus mandamientos. Ese escudo no solo protege, sino que también fortalece. La obediencia nos hace más firmes, más conscientes de la presencia de Dios y más preparados para resistir el mal. Vivir bajo la voluntad de Dios es vivir con seguridad, con propósito y con la paz que ningún ataque del enemigo puede destruir. -Adaptado de Hannah Whitall Smith. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, te agradezco por tu poder vivificante que obra en mí con amor y sabiduría. Reconozco que no hay razón para resistir tu obrar. Tú me conoces mejor que yo mismo y sabes exactamente cómo moldearme para que me convierta en lo que soñaste. Por eso, me entrego por completo a tu control, confiando en que todo lo que estás haciendo en mí es bueno, justo y necesario.

Padre mío, hoy te pido que me enseñes a confiar en Ti no solo en los momentos de lucha, sino también en el proceso de mi crecimiento espiritual. Que no intente controlar el tiempo ni los detalles del camino, sino que descanse bajo tu dirección. Al elegir obedecer tu poderosa Ley, sé que me estoy refugiando bajo tu protección. Dame un corazón sincero y decidido, que encuentre seguridad en tu voluntad y sepa que, aun cuando todo a mi alrededor parezca incierto, Tú estás guiando cada paso con fidelidad.

Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque Tú eres escudo y fortaleza para los que te aman y obedecen tus mandamientos. Tu Hijo amado es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un muro inquebrantable que rodea mi alma y me mantiene firme ante las tormentas. Tus mandamientos son como hojas de luz que cortan las tinieblas a mi alrededor y me preparan para vencer el mal con valentía y fe. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.

Devocional Diario: Al vencedor, lo haré columna en el santuario de mi Dios...

“Al vencedor, lo haré columna en el santuario de mi Dios” (Apocalipsis 3:12).

Lentamente, pero con propósito, Dios está construyendo Su templo en todo el universo — y esa obra no está hecha de piedras comunes, sino de vidas transformadas. Siempre que un alma elige obedecer voluntariamente a la poderosa Ley de Dios, incluso en medio de las dificultades del día a día, enciende dentro de sí el fuego de la semejanza divina. Esa alma pasa a formar parte de la estructura viva del templo del Señor — se convierte en una piedra viva, firmada en la fe y moldeada por la obediencia.

Cuando tú, incluso en medio de luchas agotadoras, tareas monótonas o tentaciones intensas, entiendes el sentido de tu existencia y decides entregar todo a Dios, tu vida se transforma. Al elegir seguir los mandamientos del Creador y permitir que Él trabaje en ti, algo sobrenatural sucede: te conviertes en parte de esta construcción sagrada. Tu entrega silenciosa, tu fidelidad en los bastidores de la vida, todo eso es visto por Dios y usado por Él como material noble para el crecimiento de Su templo eterno.

Dondequiera que existan corazones obedientes, Dios está levantando columnas, moldeando fundamentos, fortaleciendo Sus paredes vivas. Su templo no está limitado por espacio o tiempo — crece dentro de aquellos que eligen vivir de acuerdo con las instrucciones del Padre. Cada alma que se consagra, cada vida que se alinea a Su voluntad, es un testimonio vivo de que el templo de Dios está siendo edificado, ladrillo por ladrillo, alma por alma. -Adaptado de Phillips Brooks. Hasta mañana, si el Señor nos permite.

Ora conmigo: Querido Dios, qué honor es saber que, al elegir obedecer a Tu poderosa Ley, sea en los momentos simples o difíciles de mi rutina, estoy siendo moldeado como una piedra viva en Tu templo eterno. Gracias por darme este propósito tan grandioso — formar parte de Tu construcción sagrada, siendo transformado poco a poco a Tu imagen.

Mi Padre, hoy Te pido que continúes trabajando en mí. En las tareas monótonas, en las luchas silenciosas y en las tentaciones del día a día, ayúdame a mantener mi corazón firme en Tu voluntad. Que mi fidelidad, aunque nadie la vea, sea usada por Ti como material noble en la edificación de Tu templo. Moldéame, límpiame, fortalece mi fe, y haz de mí una columna viva que sustente y glorifique Tu nombre. Que mi vida, en todo, Te pertenezca y Te exalte.

Oh, Santísimo Dios, Te adoro y Te alabo porque Tu obra es perfecta, y usas incluso los menores actos de obediencia para algo eterno. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como el cincel divino que esculpe el alma con precisión y belleza, haciéndola digna de Tu presencia. Tus mandamientos son los planos celestiales de esta gran construcción, trazados con amor y justicia para formar un templo donde Tú habitas con gloria. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.

La Ley de Dios: Devocional Diario: Si son fieles en las cosas pequeñas, también lo...

“Si son fieles en las cosas pequeñas, también lo serán en las grandes” (Lucas 16:10).

No es solo en las grandes pruebas o momentos decisivos que somos llamados a obedecer la voluntad de Dios. De hecho, la mayoría de nuestras oportunidades de fidelidad están en las pequeñas elecciones del día a día. Es en esos detalles simples donde mostramos a Dios que lo amamos. El crecimiento espiritual ocurre, muchas veces, de manera silenciosa, a través de esos pequeños actos de obediencia que, sumados, construyen una vida firme y bendecida.

Los grandes hombres y mujeres de la fe, que admiramos en las Escrituras, tenían algo en común: todos eran fieles a Dios. Todos encontraban alegría en obedecer la poderosa Ley del Señor. Su obediencia era un reflejo del amor que sentían por Dios. Y es esa misma obediencia la que trae bendiciones, liberación y salvación — no se trata de hechos extraordinarios, sino de actitudes simples y posibles, accesibles a todos nosotros. Dios nunca exigió nada que los seres humanos no pudieran cumplir.

Desafortunadamente, muchos cristianos hoy están perdiendo bendiciones preciosas porque rechazan, sin justificación, obedecer al Creador. Cambian la fidelidad por conveniencia, y la verdad por excusas. Pero quien ama a Dios de verdad, demuestra ese amor con acciones. Y la mayor prueba de amor es la obediencia. El Padre sigue listo para bendecir, liberar y salvar, pero esas promesas son para los que deciden andar en Sus caminos con humildad y compromiso. La elección es nuestra — y la recompensa, también. -Adaptado de Anne Sophie Swetchine. Hasta mañana, si el Señor nos permite.

Ora conmigo: Querido Dios, Te agradezco por recordarme que la fidelidad a Ti no se muestra solo en los grandes momentos, sino principalmente en las pequeñas elecciones del día a día. Cada gesto simple de obediencia. Gracias por darme tantas oportunidades silenciosas para crecer espiritualmente y edificar una vida firmada en Ti, a través de Tu poderosa y justa voluntad.

Mi Padre, hoy Te pido que despiertes en mí ese corazón fiel que tantos de Tus siervos demostraron en las Escrituras. Ellos no fueron grandes por sí mismos, sino porque eligieron obedecerte con sinceridad y amor. Enséñame a ver la obediencia no como una carga, sino como una prueba viva de mi amor por Ti. Que no cambie la verdad por conveniencias, ni justifique la desobediencia con excusas. Quiero ser hallado fiel, incluso en los detalles más simples de mi rutina.

Oh, Santísimo Dios, Te adoro y Te alabo porque Tú eres un Padre que se alegra con la fidelidad de Tus hijos. Tu Hijo amado es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un sendero firme en medio del desierto, que guía mis pasos con seguridad y sabiduría. Tus mandamientos son como pequeñas semillas de vida plantadas en cada decisión, generando frutos de paz, bendición y salvación. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.

La Ley de Dios: Devocional Diario: Porque he descendido del cielo, no para hacer mi...

“Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino para hacer la voluntad del que me envió” (Juan 6:38).

La verdadera fe se revela cuando nos sometemos de corazón a la voluntad de Dios. Esta sumisión es señal de madurez espiritual y confianza. Abarca todo lo que es bueno, puro y justo, y se convierte en la fuente de una paz interior que el mundo no puede ofrecer. Cuando nuestra voluntad se funde con la voluntad de Dios, encontramos un verdadero descanso — un descanso que nace de la certeza de que Él sabe lo que hace y que Su voluntad es siempre perfecta.

La felicidad, aquí y ahora, está directamente ligada a este alineamiento con la poderosa Ley de Dios. Es imposible ser verdaderamente feliz mientras resistimos la voluntad del Creador. Pero cuando comenzamos a amar la voluntad de Dios más que nuestros propios deseos, algo cambia dentro de nosotros. La obediencia deja de ser una carga y se transforma en placer. Y, poco a poco, percibimos que los deseos egoístas pierden fuerza, porque el amor por la justicia de Dios ocupa todo nuestro ser.

Esa lealtad a la voluntad y a la rectitud del Señor se convierte, entonces, en la brújula que orienta nuestros pasos. Nos guía con seguridad en medio de las decisiones de la vida, trae claridad donde antes había confusión, y nos conduce a una vida llena de propósito. Someterse a la voluntad de Dios no es perder libertad — es encontrarla. Es en este camino de obediencia y fe que descubrimos el sentido real de la vida y experimentamos la paz que solo el Padre puede dar. -Adaptado de Joseph Butler. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, Te agradezco por mostrarme que la verdadera fe se revela cuando me someto de corazón a Tu voluntad. Cuando renuncio a mis propios deseos para abrazar los Tuyos, descubro una paz que el mundo no puede dar — una paz que permanece incluso en medio de las incertidumbres. Gracias por ser un Padre tan sabio, justo y amoroso, cuya voluntad es siempre perfecta y buena.

Mi Padre, hoy Te pido que me ayudes a amar Tu voluntad más que cualquier otra cosa. Que aprenda a encontrar alegría en la obediencia y placer en seguir Tu poderosa Ley. Retira de mí todo deseo egoísta que me impida servirte con integridad. Que el amor por Tu justicia crezca dentro de mí hasta que ocupe todo mi ser.

Oh, Santísimo Dios, Te adoro y Te alabo porque, al rendirme a Tu voluntad, encuentro la libertad que siempre busqué. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como una lámpara encendida en el camino de la vida, que disipa las tinieblas de la confusión y trae descanso al alma. Tus mandamientos son como columnas firmes que sostienen la casa del justo, haciendo su vida estable, segura y llena de sentido. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.

La Ley de Dios: Devocional Diario: La mentalidad del Espíritu es vida y paz (Romanos 8:...

“La mentalidad del Espíritu es vida y paz” (Romanos 8:6).

Mantente en paz. La verdadera paz no proviene del esfuerzo humano, sino del abandono de aquello que perturba. Es como un vaso con agua agitada: si lo dejamos quieto por un tiempo, todo comienza a asentarse y la claridad regresa. Como hijos de Dios, no necesitamos vivir preocupados — a menos que la raíz de esa inquietud esté en alguna área de pecado no resuelta. Si ese es el caso, ten valor: decide firmemente abandonar esa situación. La paz vendrá como consecuencia de esa decisión.

Esa paz no es algo que construimos con nuestro propio esfuerzo, sino un regalo que florece naturalmente cuando alineamos nuestra vida a la voluntad del Señor. Dios es un Padre de amor, y Él se complace en llenar de paz a aquellos que eligen vivir de acuerdo con Sus caminos.

Obedecer la poderosa Ley de Dios es la clave — no solo para la paz, sino para una vida llena de bendiciones. El Señor se deleita en recompensar a los obedientes, y ninguna de Sus promesas falla. El alma que vive en obediencia no necesita temer al mañana, ni cargar culpas del pasado. Camina con ligereza, porque sabe que está andando bajo la protección y el favor de su Padre. Y eso, sin duda, es la paz más profunda que alguien puede experimentar. -Adaptado de Jeanne Guyon. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, Tú me enseñas que la paz florece cuando dejo de luchar con mis propias manos y simplemente abandono lo que me perturba. Como un vaso de agua agitada, el alma solo se calma cuando reposa en Ti. Gracias por recordarme que, si existe algo que quita mi paz, puede ser un llamado Tuyo para resolver aquello que aún no Te he entregado. Dame valor para hacer esto con sinceridad y firmeza.

Mi Padre, hoy Te pido que me ayudes a dejar de lado las preocupaciones que no vienen de Ti y a enfrentar cualquier pecado con honestidad. Que no esconda nada de Ti, sino que entregue todo, confiando en que Tu perdón es seguro y Tu paz es real. Llena mi corazón con esa paz que solo Tú puedes dar — no una paz pasajera, sino una paz que permanece, que crece, que transforma. Enséñame a vivir de acuerdo con Tu voluntad, sabiendo que esa es la única manera de experimentar verdadero descanso.

Oh, Santísimo Dios, Te adoro y Te alabo porque Tu corazón se alegra en llenar de paz a Tus hijos obedientes. Tu Hijo amado es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un río tranquilo que atraviesa mi ser, lavando toda inquietud y trayendo seguridad. Tus mandamientos son como raíces profundas que afianzan el alma en el suelo de Tu amor, haciendo cada paso ligero, seguro y lleno de esperanza. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.

La Ley de Dios: Devocional Diario: Descansa en el Señor y espera en Él (Salmos 37:7).

“Descansa en el Señor y espera en Él” (Salmos 37:7).

Descubrí que estar en comunión con Dios va mucho más allá de alejarse del ruido del mundo — es aprender a silenciar la mente, aquietar el corazón y simplemente estar delante de Él con una atención tranquila y reverente. Es en ese lugar de quietud interior que el alma comienza a recibir el alimento espiritual que el Señor decide ofrecer. A veces es mucho, a veces es poco a nuestros ojos, pero nunca es nada. Dios nunca nos deja con las manos vacías cuando nos presentamos delante de Él con sinceridad y humildad.

Esta espera silenciosa profundiza algo precioso dentro de nosotros: la humildad y la obediencia. El alma que aprende a esperar en Dios se vuelve más sensible, más sumisa y más llena de fe. Comienza a percibir que no está sola. Los obedientes del Señor llevan dentro de sí una seguridad real — la certeza de que Dios está cerca. Es como si Su presencia pudiera sentirse en el aire, al caminar, al respirar. Y esa presencia constante es, sin duda, la mayor de todas las bendiciones para quien ama al Señor y ama Su poderosa Ley.

Entonces, ¿por qué resistir? ¿Por qué no obedecer a este Dios tan fiel, tan amoroso y tan digno? Él es el único camino hacia la verdadera felicidad — aquí y en la eternidad. Cada mandamiento que Él nos da es una expresión de Su cuidado, una invitación para vivir la realidad del cielo, aún en la tierra. -Adaptado de Mary Anne Kelty. Hasta mañana, si el Señor nos permite.

Ora conmigo: Querido Dios, Te agradezco porque me has mostrado que la verdadera comunión Contigo es una entrega interior, un reposo del alma en Tu presencia. Cuando aquieto el corazón y silencio la mente, percibo que Tú estás allí, listo para alimentar mi alma con lo que necesito en ese momento. Eres un Dios fiel, que nunca deja de tocar el corazón sincero que se coloca delante de Ti con reverencia.

Mi Padre, hoy Te pido que me enseñes a esperar en silencio, con humildad y fe. Quiero ser un alma sensible a Tu voz, sumisa a Tu voluntad, obediente a Tu poderosa Ley. Que no me distraiga con ruidos o prisas, sino que aprenda el valor de esta espera que me transforma por dentro. Dame esa seguridad que solo Tus siervos fieles conocen — la certeza profunda de que Tú estás cerca, de que caminas conmigo y me sostienes en cada paso. Que nunca pierda el privilegio de sentirte tan presente.

Oh, Santísimo Dios, Te adoro y Te alabo porque Tu presencia es la mayor bendición que puedo tener en esta vida. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como el soplo del cielo que refresca el alma cansada y orienta el corazón perdido. Tus mandamientos son como notas de una canción eterna, que acunan el alma en paz y conducen a Tu perfecto amor. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.