"Alabad al Señor, porque él es bueno; porque su benignidad dura para siempre" (Salmos 106:1).
A menudo, agradecemos con voz vacilante por las bendiciones espirituales que recibimos, pero ¡cuán vasto es el campo de misericordias que Dios nos concede al librarnos de lo que no hicimos o no llegamos a ser! No podemos ni imaginar todo lo que Él, en Su bondad, nos ha evitado. Cada día es un regalo de Su protección contra males que nunca conocimos.
Esta verdad nos llama a obedecer la gloriosa Ley de Dios. Sus maravillosos mandamientos son un escudo, guiándonos lejos del pecado y cerca de Su voluntad. Obedecer es abrazar la protección del Creador, permitiendo que Él nos mantenga en el camino de la rectitud.
Amado, vive en obediencia para recibir las bendiciones de Dios. El Padre guía a los obedientes a Su Hijo, Jesús, para salvación. Da gracias por Su protección y sigue Sus caminos, como hacía Jesús, para encontrar la verdadera paz. Adaptado de Frances Ridley Havergal. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Padre, te alabo por Tu bondad que me guarda. Enséñame a valorar Tus misericordias.
Señor, guíame a seguir Tus maravillosos mandamientos. Que camine en Tu amor.
Oh Dios amado, gracias por librarme de lo que nunca vi. Tu Hijo es mi Príncipe y Salvador. Tu gloriosa Ley es el refugio que protege mi alma. Tus mandamientos son estrellas que guían mi camino. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.
























