Devocional Diario: Amados, si la conciencia no nos condena, podemos acercarnos a Dios...

“Amados, si la conciencia no nos condena, podemos acercarnos a Dios con total confianza” (1 Juan 3:21).

Nada calma más la mente en medio del caos y los desafíos de la vida que levantar los ojos por encima de las circunstancias y mirar más allá de ellas: hacia arriba, hacia la mano firme, fiel y soberana de Dios, que controla todas las cosas con sabiduría; y más allá, hacia el hermoso resultado que Él está preparando silenciosamente para aquellos que le aman. Cuando dejamos de enfocarnos en el problema y pasamos a confiar en la providencia divina, nuestro corazón comienza a descansar, incluso cuando todo a nuestro alrededor parece incierto.

Si deseas vivir con confianza, valentía y verdadera alegría, concéntrate en vivir una vida pura y santa delante del Señor. Enfócate en obedecer con celo cada uno de Sus mandamientos, aunque eso vaya en contra de lo que la mayoría hace o defiende. La obediencia nunca ha sido un camino popular, pero siempre ha sido el camino correcto. Cada alma dará cuentas por sí misma, y tu relación con Dios debe estar basada en la fidelidad a la poderosa Ley que Él mismo nos ha revelado. Esa fidelidad es lo que mantiene firme el puente entre el cielo y el corazón humano.

Y a medida que perseveras en ese camino de obediencia, notarás algo extraordinario: los problemas, por grandes que sean, comienzan a alinearse, a disiparse o a perder la fuerza que tenían. La paz de Dios —esa paz real, profunda y duradera— comienza a reinar en tu vida. Y esa paz solo la encuentran quienes están al día con el Padre, viviendo en alianza con Él mediante la obediencia a Su santa y eterna voluntad. -Adaptado de Robert Leighton. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, es verdad que frecuentemente permito que las circunstancias de la vida hablen más fuerte que Tu soberanía. Cuando todo parece fuera de lugar, cuando los desafíos aprietan, mi mente se agita y el corazón se cansa. Pero hoy, una vez más, levanto mis ojos hacia Ti. Tú eres fiel, sabio y soberano sobre todo. Nada escapa a Tu control. Y cuando elijo confiar en Ti y recordar Tus mandamientos como ancla de mi alma, la paz comienza a regresar, aunque las situaciones a mi alrededor aún no hayan cambiado.

Padre mío, hoy te pido que fortalezcas mi espíritu para vivir con valentía, alegría y pureza delante de Ti. Dame coraje para obedecer con celo, incluso cuando esa obediencia me separe de la mayoría. Quiero que mi vida esté marcada por la fidelidad a Tus caminos, no por las opiniones de este mundo. Enséñame a perseverar con firmeza en lo que Tú ya has revelado, pues sé que solo así mi relación Contigo será sólida, verdadera y llena de paz. Tu Ley es el vínculo que me une a Ti —y no quiero aflojar ese lazo por nada.

Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque Tu presencia calma toda tormenta. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un cimiento invisible que sostiene mi alma en medio del vendaval. Tus mandamientos son como cuerdas de seguridad que me impiden caer, incluso en los días más difíciles. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



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