Devocional Diario: "Bienaventurado el hombre que pone en el Señor su confianza...

"Bienaventurado el hombre que pone en el Señor su confianza y no se vuelve hacia los arrogantes ni hacia los que siguen la mentira" (Salmos 40:4).

La verdadera fe es el vínculo que nos une a todas las promesas de Dios. Sin ella, no hay acceso a las bendiciones celestiales. Pero no basta solo con creer de palabra o pensamiento — es necesario actuar basados en esa fe. Creer que hay algo disponible de parte de Dios, pero no moverse para tomar posesión, es como saber que hay un tesoro a tu nombre y nunca ir a buscarlo. La incredulidad, aunque sea sutil, cierra la puerta a las bendiciones y paraliza el alma.

Y es obedeciendo la maravillosa Ley de Dios que esa fe viva se manifiesta de verdad. Los magníficos mandamientos del Altísimo, entregados a los profetas del Antiguo Testamento y a Jesús, nos muestran el camino de la verdadera confianza. Cada vez que elegimos obedecer, damos un paso hacia aquello que el Señor ya ha reservado para los que le siguen de verdad. La fe sin obediencia es como un puente que no lleva a ningún lugar — es la acción basada en los espléndidos mandamientos la que nos lleva a la promesa.

No dejes que la fe muerta te impida vivir lo que Dios tiene para ti. El Padre bendice y envía a los obedientes al Hijo para perdón y salvación. Que los extraordinarios mandamientos del Señor alimenten tu fe y te lleven a actuar con valentía. Obedecer nos trae bendiciones, liberación y salvación — y nos mantiene conectados a las promesas del Dios vivo. -Adaptado de D. L. Moody. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Padre fiel, fortalece mi fe para que no sea solo algo que yo diga, sino algo que yo viva. Que no me conforme con saber que Tú tienes promesas para mí — quiero caminar hacia Ti con obediencia.

Enséñame a actuar de acuerdo con Tus magníficos mandamientos. Que Tu Ley me mueva diariamente, transformando mi fe en actitudes reales y agradables a Tus ojos.

Oh, mi Dios, te agradezco porque Tú no dejas sin respuesta a quien cree y obedece. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un puente firme que me une a Tus promesas. Tus mandamientos son como llaves que abren los tesoros celestiales reservados a los fieles. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



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