"Bienaventurados los que guardan sus testimonios y lo buscan de todo corazón" (Salmos 119:2).
Un alma llena de grandes ideas ejecuta mejor las pequeñas tareas. La visión divina de la vida ilumina incluso las situaciones más humildes. Lejos de que principios mezquinos sean adecuados para las pequeñas pruebas, solo un espíritu celestial habitando en nosotros puede sostener los trabajos diarios. Ese espíritu soporta con paz las humillaciones de nuestra condición.
Esta verdad nos llama a obedecer la celestial Ley de Dios. Sus magníficos mandamientos elevan nuestra alma, dando propósito a las tareas más simples. Obedecer es permitir que el Creador habite en nosotros, transformando lo común en sagrado y sosteniéndonos en cada desafío.
Amado, vive en obediencia para llevar el espíritu celestial de Dios. El Padre guía a los obedientes a Su Hijo, Jesús, para salvación. Sigue Sus caminos, como lo hacía Jesús, y encuentra paz en las cosas más pequeñas. Adaptado de James Martineau. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Padre, te alabo por dar sentido a mis tareas. Enséñame a vivir con Tu visión.
Señor, guíame a seguir Tus magníficos mandamientos. Que mi corazón permanezca en Ti.
Oh Dios amado, agradezco por Tu presencia que me eleva. Tu Hijo es mi Príncipe y Salvador. Tu celestial Ley es la luz que guía mi alma. Tus mandamientos son alas que me hacen volar. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.
























