“Daniel, en cuanto comenzaste a orar, hubo una respuesta, que te he traído porque eres muy amado” (Daniel 9:23).
Hay una paz profunda en saber que Dios escucha y responde a cada oración de un corazón obediente. No necesitamos gritar, repetir palabras ni tratar de convencer al cielo; basta con estar alineados con Su voluntad. ¿Y cuál es esa voluntad? Que obedezcamos lo que ya ha sido revelado a través de Sus profetas y por Jesús. Cuando oramos en nombre de Cristo, con fe y sumisión a la poderosa Ley de Dios, algo poderoso sucede: la respuesta ya es liberada incluso antes de terminar la oración. Ya está completa en el cielo, aunque aún esté en camino en la Tierra.
Pero, lamentablemente, muchas personas viven en un ciclo constante de dolor, frustración y silencio espiritual porque oran mientras permanecen en desobediencia. Quieren la ayuda de Dios sin someterse a lo que Él ya ha ordenado. Eso no funciona. Rechazar los increíbles mandamientos de Dios es lo mismo que rechazar Su voluntad, y no se puede esperar respuestas positivas de Él mientras vivamos en rebeldía. Dios no puede bendecir un camino que va en contra de lo que Él mismo ha declarado como santo y eterno.
Si deseas ver tus oraciones respondidas con claridad y poder, entonces el primer paso es alinearte con Dios a través de la obediencia. Comienza con lo que Él ya te ha mostrado: los mandamientos revelados por Su santa Ley. No lo compliques. Simplemente obedece. Y cuando tu vida esté en armonía con la voluntad del Padre, verás: las respuestas vendrán con paz, con fuerza y con la certeza de que el cielo ya se ha movido a tu favor. -Adaptado de Lettie B. Cowman. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Padre Santo, qué alegría saber que Tú escuchas a Tus hijos fieles incluso antes de que las palabras terminen de salir de sus labios. Te agradezco porque Tu fidelidad nunca falla y porque mantienes Tus promesas a quienes se alinean con Tu voluntad. Enséñame a vivir de manera que te agrade, y que cada oración mía nazca de un corazón rendido y obediente.
Señor, ya no quiero vivir de manera incoherente, esperando Tus bendiciones mientras ignoro Tus increíbles mandamientos. Perdóname por las veces que pedí algo sin antes someterme a Tu poderosa Ley, revelada por los profetas y por Tu amado Hijo. Hoy decido vivir de manera santa, según todo lo que ya me ha sido revelado, porque sé que ese es el camino que te alegra y abre las puertas del cielo sobre mi vida.
Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo por responder con amor y fidelidad a los que te obedecen. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un río de justicia que fluye directamente de Tu trono, trayendo vida a quienes caminan en rectitud. Tus mandamientos son como notas sagradas de una canción celestial, afinando el alma con el sonido de Tu perfecta voluntad. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.