“El Señor es mi fuerza y mi escudo; en él confía mi corazón” (Salmos 28:7).
Sean pacientes, mis queridos amigos. En medio de las presiones de la vida, es fácil dejarse abatir por lo que vemos o sentimos. Pero Dios nos llama a un lugar más alto — un lugar de fe, de firmeza y de obediencia. No permitan que sus ojos se queden atrapados en las dificultades, ni que el corazón sea tomado por el miedo a las pruebas que vienen del mundo o de las batallas internas. Decidan obedecer a Dios con todo el corazón, y confíen en Él por encima de todo. Cuando se toma esa decisión, la vida florece incluso en el desierto, y el alma encuentra renovación aun en las tormentas.
Cada desafío trae consigo una oportunidad: la oportunidad de aprender a obedecer y a confiar de manera más profunda. Dios no desperdicia ningún dolor, ninguna lucha. Él usa todo para formar en nosotros un carácter fiel. Pero esa transformación solo ocurre en quienes eligen seguir el camino estrecho de la obediencia. Solamente las almas que se niegan a someterse a la poderosa Ley de Dios tienen razón para temer el mañana. El miedo es señal de desconexión. Pero cuando obedecemos con sinceridad, pasamos a vivir en paz, incluso sin saber lo que el futuro traerá.
Por eso, no sigas a la multitud solo porque es numerosa. La mayoría, muchas veces, está en el camino ancho que lleva a la perdición. Elige obedecer fielmente los mandamientos que Dios nos dio por medio de Sus profetas. Esa es la senda de la vida, del rescate y de la bendición. Y cuando Dios ve esa fidelidad, Él mismo se levanta para actuar: Él te librará, te fortalecerá y te enviará al Hijo para perdón y salvación. -Adaptado de Isaac Penington. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Padre eterno, gracias por recordarme que mi seguridad no está en lo que veo, sino en Tu fidelidad. Me niego a vivir guiado por el miedo o la ansiedad. Decido hoy poner mis ojos en Ti, confiar en Tu Palabra y perseverar, incluso en las dificultades.
Señor, fortalece mi corazón para obedecer con alegría. No quiero seguir a la mayoría ni andar conforme a los estándares de este mundo. Quiero andar en el camino estrecho de la obediencia, guiado por Tu poderosa Ley y por Tus santos mandamientos. Que cada prueba me acerque más a Ti, y que mi vida se convierta en un testimonio de Tu fidelidad.
Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo por ser refugio para los que te obedecen. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como raíz profunda que sostiene el alma en el día de la aflicción. Tus mandamientos son como brasas vivas que calientan el corazón e iluminan el camino de los que te aman. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.