"El Señor estableció Su trono en los cielos, y Su reino domina sobre todo" (Salmos 103:19).
Podemos tener la certeza, por la fe, de que todo lo que nos sucede está bajo el control soberano de la voluntad santa y amorosa de Dios. Desde los detalles más pequeños hasta los eventos más significativos de nuestra vida, cada cambio de estación, cada dolor o alegría, cada pérdida o provisión — todo nos llega por permiso de Aquel que gobierna todas las cosas. Nada nos sucede por casualidad. Incluso lo que proviene de la maldad humana o de la negligencia de otros, aun así, para nosotros, ocurre dentro de los límites definidos por el Señor.
Por eso necesitamos aferrarnos firmemente a la majestuosa Ley de Dios. Los espléndidos mandamientos que el Padre entregó a los profetas del Antiguo Testamento y a Jesús nos enseñan a descansar en la soberanía divina. La obediencia nos protege contra la rebelión y la murmuración. Nos recuerda que el Dios a quien servimos no pierde el control, no abandona a Sus hijos y jamás permite algo fuera del plan de redención y santificación que Él mismo está obrando en nosotros.
Confía, incluso cuando no entiendas. El Padre bendice y envía a los obedientes al Hijo para perdón y salvación. Que los magníficos mandamientos del Señor sean el fundamento que sostenga tu fe en tiempos inciertos. Obedecer nos trae bendiciones, liberación y salvación — y nos enseña a ver la mano de Dios incluso en las circunstancias que más nos desafían. Adaptado de Edward B. Pusey. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Padre soberano y amoroso, enséñame a reconocer Tu mano en todas las cosas. Que no dude de Tu presencia, incluso cuando los caminos parezcan oscuros.
Guíame con Tus gloriosos mandamientos. Que Tu santa Ley moldee mi visión, para que aprenda a descansar en Ti en cada detalle de la vida.
Oh, Señor amado, te agradezco porque nada se me escapa de las manos. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como una roca firme en medio del caos del mundo. Tus mandamientos son como pilares eternos que sostienen mi confianza en Ti. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.
























