"Encomienda tu camino al Señor; confía en él, y él hará" (Salmos 37:5).
La vida se vuelve más ligera cuando dejamos de perseguir solo lo que es fácil y agradable. El corazón encuentra verdadera alegría cuando deja de lado la terquedad de la propia voluntad y aprende a descansar en el plan que Dios ya ha establecido. Vivir así es caminar en libertad interior, sin el peso de la insatisfacción, porque sabemos que el Padre sabe lo que es mejor para nosotros.
Esa libertad nace cuando nos rendimos a los magníficos mandamientos del Señor. Ellos nos enseñan a aceptar lo que el Altísimo pone en nuestras manos, a soportar con paciencia lo que Él permite y a cumplir con dedicación las tareas que nos confía. Obedecer es transformar cada circunstancia, agradable o difícil, en un acto de fidelidad.
Por lo tanto, no vivas buscando solo lo que satisface tus propios deseos. Al alinear tu vida a la voluntad de Dios, serás moldeado para bendición, liberación y salvación. Y descubrirás que la verdadera paz proviene de andar en el camino que el Señor ha determinado. Adaptado de George Eliot. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Amado Señor, reconozco que muchas veces insistí en querer mi propia voluntad. Hoy te entrego mis deseos y descanso en tu plan perfecto.
Padre, ayúdame a guardar tus magníficos mandamientos en cada detalle de la vida. Que viva contento con lo que me es dado y fiel en cumplir tu voluntad en todas las cosas.
Oh, querido Dios, te agradezco porque la verdadera alegría está en confiar en lo que has preparado para mí. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es descanso para mi alma. Tus mandamientos son tesoros que me liberan de la ansiedad. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.