“¡Miren!”, dijo Nabucodonosor. “¡Veo a cuatro hombres desatados caminando en medio del fuego sin quemarse! ¡Y el cuarto hombre se parece a un hijo de los dioses!” (Daniel 3:25).
La historia de Daniel y sus compañeros en el horno de fuego ardiente nos recuerda que el Señor no abandona a Sus fieles en el momento de la prueba. Él vio la fidelidad de aquellos hombres y descendió para estar con ellos en el fuego, antes de que las llamas los tocaran. Su presencia transformó el horno en un lugar de testimonio y victoria, mostrando al mundo que el Altísimo guarda a quienes Le pertenecen y que ningún poder humano puede destruir a quien está protegido por Él.
Esa protección sobrenatural se manifiesta sobre los que andan en los magníficos mandamientos del Señor. La obediencia puede costar rechazo, peligro y persecución, pero es precisamente ahí donde Dios revela Su poderosa presencia. Cuando permanecemos fieles, Él no solo nos sostiene, sino que viene a nuestro encuentro en medio del fuego, librándonos de tal manera que ni siquiera el olor de la prueba permanece.
Así que, confía en el Señor en todas las circunstancias. Aunque las llamas parezcan aumentar, Él está presente para sostener y salvar. Quien camina con fidelidad descubre que hasta el fuego más intenso se transforma en escenario para glorificar a Dios y experimentar Su salvación en Jesús. Adaptado de D. L. Moody. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Padre amado, te alabo porque estás conmigo en todas las situaciones, incluso en las más difíciles. Gracias porque Tu presencia es protección segura.
Señor, guíame para que permanezca fiel a Tus magníficos mandamientos aun ante las presiones, confiando en que Tú estarás conmigo en medio de las llamas.
Oh, Dios querido, te agradezco porque desciendes para guardarme en los momentos de prueba. Tu Hijo amado es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es un escudo de fuego a mi alrededor. Tus mandamientos son como murallas que me mantienen intacto en medio de las llamas. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.
























