"No dejará que tu pie resbale; el que te guarda no dormirá" (Salmos 121:3).
Vivimos rodeados de trampas. Las tentaciones están por todas partes, siempre listas para encajar en las debilidades de nuestro corazón. Si dependiéramos solo de nuestra propia fuerza, caeríamos inevitablemente en esas trampas. Pero el Señor, en Su providencia protectora, levanta un muro invisible a nuestro alrededor, sosteniéndonos y preservándonos de las caídas que nos destruirían.
Esa protección divina ocurre cuando elegimos vivir de acuerdo con los magníficos mandamientos del Altísimo. Ellos funcionan como señales de advertencia, enseñándonos a evitar los caminos peligrosos y a buscar refugio en el Padre. La obediencia no nos hace invencibles por nosotros mismos, pero abre espacio para que la mano de Dios actúe, guardándonos y fortaleciéndonos en medio de las tentaciones.
Así que camina con vigilancia y confianza. Incluso rodeado de trampas, puedes estar seguro en las manos del Señor. Quien permanece fiel, atento y obediente, experimenta la preservación divina y es conducido al Hijo para encontrar la vida eterna. Adaptado de J.C. Philpot. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Padre amado, reconozco que estoy rodeado de tentaciones y trampas, y que no puedo vencerlas solo. Te pido Tu protección y misericordia en cada paso.
Señor, enséñame a vivir según Tus magníficos mandamientos, para que esté atento a los peligros y firme en el camino de la santidad.
Oh, Dios querido, Te agradezco porque me preservas de las caídas y me sostienes en medio de las tentaciones. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es un escudo a mi alrededor. Tus mandamientos son muros de protección que guardan mi alma. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.
























