“Permitiste que yo pasara por mucho sufrimiento, pero aún restaurarás mi vida y me harás subir de las profundidades de la tierra” (Salmos 71:20).
Dios nunca nos llama a la estancación. Él es un Dios vivo, presente y activo en cada detalle de nuestro caminar. Aunque no lo veamos, Él está obrando. A veces, Su voz es como un susurro suave que toca el corazón y nos llama a seguir adelante. Otras veces, sentimos Su mano firme, guiándonos con fuerza y claridad. Pero una cosa es segura: Dios siempre nos conduce por el camino de la obediencia — a Su poderosa Ley. Esa es la señal infalible de que es Él quien nos está guiando.
Si se presenta ante ti cualquier otro camino, cualquier dirección que minimice o desprecie la obediencia a los santos mandamientos de Dios, debes saber con certeza: no viene del Creador, sino del enemigo. El diablo siempre intentará presentar atajos, alternativas “más fáciles”, caminos anchos que parecen buenos a los ojos, pero alejan el alma de la vida eterna. Dios, en cambio, nos llama al camino estrecho — exigente, sí, pero seguro, santo y lleno de propósito.
Dios desea tu bien — no solo en esta vida, sino en la eternidad. Y ese bien solo puede alcanzarse a través de la obediencia a Su santa y eterna Ley. El mundo puede ofrecer promesas vacías, pero la verdadera bendición, la liberación y la salvación solo vendrán cuando elijas vivir conforme a los mandamientos que Dios reveló por medio de Sus profetas y de Jesús. No hay otro camino. No hay otro plan. Solo la obediencia conduce a la vida verdadera. -Adaptado de John Jowett. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Padre de amor, te agradezco porque no eres un Dios distante ni indiferente. Siempre estás activo en mi vida, incluso cuando no lo percibo. Hoy reconozco que cada toque Tuyo, cada dirección que me das, tiene un propósito: conducirme por el camino de la obediencia y de la vida.
Señor, ayúdame a discernir Tu voz entre las muchas voces del mundo. Si algo intenta apartarme de Tu poderosa Ley, que tenga la sensibilidad para rechazarlo. Fortalece mi corazón para seguir Tus santos mandamientos con alegría, incluso cuando sea difícil. Confío en que solo ese camino me llevará a la verdadera paz y a la eternidad contigo.
Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo por ser un Padre tan fiel y cuidadoso. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un río de vida que fluye de Tu trono, refrescando el alma obediente con bondad y verdad. Tus mandamientos son como columnas eternas que sostienen el cielo y guían la tierra, conduciendo a Tus hijos al refugio de Tu presencia. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.