"Porque el Señor no es injusto para olvidarse de vuestra obra y del trabajo de amor que para con su nombre habéis mostrado" (Nehemías 13:14).
No necesitamos guardar listas de nuestras buenas acciones ni intentar construir una narrativa para probar nuestra devoción. El Señor ve cada servicio humilde, cada gesto silencioso, cada sacrificio oculto. Nada escapa a Su mirada. En el momento adecuado, todo será revelado con justicia y claridad. Esto nos libera de la ansiedad por el reconocimiento y nos invita a servir con sinceridad, sabiendo que es Dios mismo quien escribe nuestra historia.
Esta confianza se fortalece cuando caminamos en los magníficos mandamientos del Altísimo. Al elegir obedecer sin buscar aplausos, nos volvemos más parecidos al carácter de Cristo, quien vivió para agradar al Padre y no a los hombres. El servicio verdadero nace de un corazón fiel, no de una contabilidad de obras.
Así que vive para agradar al Señor y deja que Él sea el narrador de tu vida. En el día en que todo sea revelado, hasta los actos más simples tendrán peso eterno delante del trono. Quien camina en obediencia descubre que cada detalle, por pequeño que sea, se transforma en un tesoro en la eternidad con Jesús. Adaptado de J. R. Miller. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Padre amado, me presento ante Ti con un corazón dispuesto a servir sin buscar reconocimiento humano. Sé que cada gesto hecho en Tu nombre está guardado en Tu libro.
Señor, guíame para que viva en obediencia a Tus magníficos mandamientos, sirviendo con humildad y fidelidad, aunque nadie lo vea.
Oh, Dios querido, Te agradezco porque registras cada acto hecho con amor. Tu Hijo amado es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es la página en la que mi vida está escrita. Tus mandamientos son líneas de luz que eternizan mis obras. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.
























