Devocional Diario: Que todos guarden silencio ante el Señor (Zacarías 2:13).

“Que todos guarden silencio ante el Señor” (Zacarías 2:13).

Rara vez hay un silencio completo dentro de nosotros. Incluso en los días más confusos, siempre hay un susurro que viene de lo alto: la voz de Dios, suave y constante, tratando de guiarnos, consolarnos y orientarnos. El problema no es que Dios guarde silencio, sino que la prisa, los ruidos y las distracciones del mundo ahogan ese susurro divino. Estamos tan ocupados intentando resolverlo todo a nuestra manera que olvidamos detenernos, escuchar y rendirnos. Pero cuando el caos pierde fuerza y damos un paso atrás —cuando desaceleramos y dejamos que el corazón se calme— es entonces cuando logramos oír lo que Dios siempre ha estado diciendo.

Dios ve nuestro dolor. Él conoce cada lágrima, cada angustia, y se complace en ofrecernos alivio. Pero hay una condición que no se puede ignorar: Él jamás actuará con poder a favor de quienes insisten en desobedecer lo que Él ya ha revelado con tanta claridad. Los mandamientos que el Señor entregó por medio de Sus profetas y por medio de Jesús en los Evangelios son eternos, santos e innegociables. Despreciarlos es caminar hacia la oscuridad, aunque pensemos que estamos en el camino correcto. La desobediencia nos aleja de la voz de Dios y profundiza el sufrimiento.

Pero el camino de la obediencia lo cambia todo. Cuando elegimos ser fieles —cuando escuchamos la voz del Señor y la seguimos con valentía— abrimos espacio para que Él actúe con libertad en nuestra vida. Es en ese suelo fértil de la fidelidad donde Dios siembra liberación, derrama bendiciones y revela el camino de la salvación en Cristo. No te engañes: solo oye la voz de Dios quien obedece. Solo es libre quien se rinde a Su voluntad. Y solo es salvo quien camina por el sendero estrecho de la obediencia a la poderosa Ley del Altísimo. -Adaptado de Frederick William Faber. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Señor, en medio de los ruidos de este mundo y la confusión de mis propios pensamientos, enséñame a silenciar todo lo que me impide oír Tu voz. Sé que Tú no dejas de hablar —eres constante, fiel, presente—, pero yo, tantas veces, me pierdo en las distracciones. Ayúdame a desacelerar, a hacer una pausa ante Tu presencia y a reconocer el suave susurro de Tu Espíritu guiándome con amor. Que no huya de Tu voz, sino que la desee más que cualquier otra cosa.

Padre, reconozco que Tu voluntad ya ha sido revelada con claridad, por medio de los profetas y de Tu amado Hijo. Y sé que no puedo pedir dirección, consuelo o bendición si continúo ignorando Tus mandamientos. No permitas que me engañe, creyendo que te sigo, mientras desobedezco Tu Ley. Dame un corazón humilde, firme y fiel —dispuesto a obedecer sin reservas, a caminar por el sendero estrecho que conduce a la vida.

Actúa con libertad en mí, Señor. Planta en mi corazón Tu verdad, riega con Tu Espíritu y haz fructificar fidelidad, paz y salvación. Que mi vida sea un suelo fértil para Tu obra, y que la obediencia sea mi sí diario a Tu voluntad. Habla, Señor —quiero oírte, quiero seguirte. En el nombre de Jesús, amén.



Compartir