Devocional Diario: Sé fuerte y valiente; ¡no tengas miedo ni te desanimes!...

“Sé fuerte y valiente; ¡no tengas miedo ni te desanimes!” (1 Crónicas 22:13).

Aunque es esencial practicar la paciencia y la mansedumbre ante las dificultades externas y el comportamiento ajeno, estas virtudes se vuelven aún más valiosas cuando las aplicamos a nuestras luchas internas. Nuestros conflictos más desafiantes, muchas veces, no provienen del exterior, sino del interior: debilidades, incertidumbres, fallos y perturbaciones del alma. En esos momentos, cuando nos enfrentamos a nuestras limitaciones, elegir humillarnos ante Dios y rendirnos a Su voluntad es uno de los actos más profundos de fe y madurez espiritual que podemos ofrecer.

Es curioso cómo, muchas veces, logramos ser más pacientes con los demás que con nosotros mismos. Pero cuando nos detenemos, reflexionamos y tomamos la firme decisión de abrazar la poderosa Ley de Dios con sinceridad, algo extraordinario sucede. La obediencia pasa a ser una llave espiritual que abre nuestros ojos. Aquello que antes parecía confuso, ahora comienza a aclararse. Ganamos discernimiento, y la visión espiritual que se nos concede actúa como un bálsamo: calma el alma y trae dirección.

Este entendimiento es precioso. Nos muestra con claridad lo que Dios espera de nosotros y nos ayuda a aceptar con paz el proceso de transformación. La obediencia, entonces, se convierte en una fuente de paciencia, alegría y estabilidad. El alma que se rinde a la voluntad del Señor y camina en obediencia encuentra no solo respuestas, sino también la serenidad de saber que está en el camino correcto: el camino de la paz y de una vida con sentido. -Adaptado de William Law. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, te agradezco porque me muestras que la verdadera paciencia y mansedumbre no se aplican solo a los desafíos externos, sino también a las batallas dentro de mí. Muchas veces, son mis propias debilidades, dudas y fallos los que más me desaniman. Cuando me rindo a Tu voluntad, en vez de luchar solo, experimento algo profundo: Tu bondad me alcanza y me sostiene.

Padre mío, hoy te pido que me ayudes a ser paciente conmigo mismo, así como intento serlo con los demás. Dame valor para enfrentar mis limitaciones sin desesperación y sabiduría para apoyarme en Tu poderosa Ley como guía segura. Sé que, al decidir obedecer con sinceridad, mis ojos se abren, y aquello que antes parecía confuso comienza a aclararse. Concédeme ese discernimiento que viene de la obediencia, ese bálsamo que calma mi alma y trae dirección a mi caminar.

Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque me concedes entendimiento y paz cuando elijo andar en Tus caminos. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un espejo que me revela con amor quién soy y quién puedo llegar a ser en Ti. Tus mandamientos son como rieles firmes bajo mis pies, trayendo estabilidad, alegría y la dulce certeza de que estoy en el camino de la eternidad. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



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