Devocional Diario: ¿Por qué te abates, oh alma mía? ¿Por qué te turbas...

“¿Por qué te abates, oh alma mía? ¿Por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío” (Salmos 42:11).

Ten mucho cuidado para que tus preocupaciones diarias no se conviertan en ansiedad y angustia, especialmente cuando sientas que estás siendo arrojado de un lado a otro por los vientos y las olas de los problemas de la vida. En lugar de desesperarte, mantén el enfoque en el Señor y di, con fe: "Oh, mi Dios, solo a Ti miro. Sé mi guía, mi capitán." Luego, descansa en esa confianza. Cuando finalmente lleguemos al puerto seguro de la presencia de Dios, toda lucha y tormenta habrán perdido su importancia, y veremos que Él siempre estuvo al mando.

Podemos atravesar cualquier tormenta con seguridad, siempre que nuestro corazón permanezca en el lugar correcto. Cuando nuestras intenciones son puras, nuestro valor es firme y nuestra confianza está anclada en Dios, las olas pueden sacudirnos, pero jamás destruirnos. El secreto no está en evitar las tormentas, sino en navegar a través de ellas con la certeza de que estamos en buenas manos: las manos del Padre, que nunca falla y nunca abandona a quienes confían verdaderamente en Él.

¿Y dónde está ese lugar seguro, donde podemos tener paz en esta vida y alegría eterna al lado del Señor? El lugar correcto es el lugar de la obediencia a la poderosa Ley de Dios. Es allí, en ese terreno firme, donde los ángeles del Señor nos rodean con protección y donde el alma es lavada de toda preocupación terrenal. Quien vive en obediencia camina con seguridad, incluso en medio de las tormentas, porque sabe que su vida está en manos de un Dios fiel y poderoso. -Adaptado de Francisco de Sales. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Querido Dios, te agradezco porque, incluso en medio de las tormentas de la vida, Tú permaneces como mi Capitán fiel. Cuando los vientos fuertes y las olas de los problemas intentan arrastrarme, puedo levantar mis ojos y declarar con fe: “Oh, mi Dios, solo a Ti miro.” Eres Tú quien guía mi barco y calma mi corazón.

Padre mío, hoy te pido que fortalezcas mi confianza en Ti, para que mi alma no se pierda en preocupaciones y ansiedades. Dame intenciones puras, valor firme y un corazón anclado en Tu voluntad. Enséñame a atravesar cada tormenta con la serenidad de quien sabe que está en Tus manos. Y llévame a permanecer siempre en el lugar seguro: la obediencia a Tu poderosa Ley, donde Tu protección me rodea y Tu paz me sostiene en toda situación.

Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque eres refugio seguro para quienes te obedecen con amor y fidelidad. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un ancla firme lanzada al mar de la vida, que sostiene mi alma aun cuando las olas se agitan. Tus mandamientos son como murallas inquebrantables, protegiendo mi espíritu e iluminando mi camino hacia la alegría eterna. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



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