“Te instruiré y te enseñaré el camino que debes seguir; y, bajo mi mirada, te daré consejo” (Salmos 32:8).
Una vida espiritual verdaderamente saludable solo es posible cuando seguimos, con fidelidad, la dirección del Espíritu Santo, quien nos guía paso a paso, día tras día. Él no revela todo de una vez, sino que nos conduce con sabiduría a través de las situaciones simples y cotidianas de la vida. Lo único que Él nos pide es entrega — una entrega sincera a Su orientación, incluso cuando no comprendemos todo de inmediato. Si en algún momento te sientes inquieto o con dudas, debes saber: eso puede ser la voz del Señor tocando suavemente tu corazón, llamándote de vuelta a la dirección correcta.
Cuando sentimos ese toque, la mejor respuesta es la obediencia inmediata. Entregarse a la voluntad de Dios con alegría es una demostración de fe viva, de confianza real en Su liderazgo. ¿Y cómo ocurre esa dirección? No por sentimientos pasajeros o emociones humanas, como muchos imaginan, sino por medio de la poderosa Ley de Dios — revelada con claridad por los profetas en las Escrituras y confirmada por Jesús. La Palabra de Dios es el estándar por el cual el Espíritu Santo obra: Él fortalece, corrige y nos alerta cuando comenzamos a desviarnos, siempre guiándonos de regreso al camino de la verdad.
Obedecer los santos y eternos mandamientos de Dios es el único camino seguro para mantener el alma sana, limpia y firme. No hay sustituto para la obediencia. La verdadera libertad, paz y crecimiento espiritual florecen solo cuando elegimos andar en la luz de la Ley de Dios. Y al permanecer fieles en ese camino, no solo experimentamos una vida plena aquí, sino que también caminamos con seguridad hacia nuestro destino final: la vida eterna junto al Padre, en Cristo Jesús. -Adaptado de Hannah Whitall Smith. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.
Ora conmigo: Querido Dios, te agradezco porque me ofreces un camino claro y seguro para vivir una vida espiritual saludable. No me dejas confundido ni perdido, sino que me guías con paciencia, día tras día, por medio de tu Espíritu Santo. Incluso en las situaciones más simples de la vida, tú estás presente, conduciéndome con sabiduría y amor. Gracias por mostrarme que lo que pides de mí es entrega — una entrega sincera, incluso cuando aún no entiendo todo. Cuando siento ese toque suave en el corazón, sé que eres tú llamándome de vuelta al camino correcto.
Padre mío, hoy te pido que me des sensibilidad para escuchar tu voz y disposición para obedecer de inmediato. Que no siga mis sentimientos o emociones humanas, sino que me afirme en tu poderosa Ley, revelada en las Escrituras y confirmada por tu amado Hijo. Fortaléceme, corrígeme, y nunca permitas que me desvíe del camino de la verdad. Que mi vida sea una expresión de fe viva, marcada por la obediencia alegre y constante a tu voluntad.
Oh, Santísimo Dios, te adoro y te alabo porque me muestras que la verdadera libertad y el verdadero crecimiento espiritual solo existen cuando camino en la luz de tu Ley. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como un camino iluminado que purifica y fortalece mi alma a cada paso. Tus mandamientos son como columnas eternas que sostienen mi vida aquí en la tierra y me conducen con seguridad hasta el hogar celestial. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.