Devocional Diario: "Tú guardarás en perfecta paz a aquel cuyo propósito está firme,...

"Tú guardarás en perfecta paz a aquel cuyo propósito está firme, porque confía en Ti" (Isaías 26:3).

Un alma verdaderamente consagrada aprende a ver a Dios en todas las cosas —sin excepción. Cada detalle de la vida cotidiana puede ser una oportunidad de conexión con el Padre, ya sea por una simple mirada elevada o por el desbordamiento silencioso del corazón. Esta unión constante con Dios no exige prisa ni esfuerzo desordenado. Al contrario, requiere calma, sencillez y una paz interior que no se tambalea, incluso si todo a su alrededor parece derrumbarse. Permanecer sereno ante el caos es una de las marcas de la fe madura.

Y esa serenidad nace cuando nos aferramos a la gloriosa Ley de Dios. Los magníficos mandamientos entregados a los profetas del Antiguo Testamento y a Jesús nos conducen a una vida de sencillez y confianza. Nos ayudan a abandonar el exceso de deseos, preocupaciones y distracciones que nos alejan de nuestro verdadero refugio. Obedecer la extraordinaria Ley del Señor es como habitar en el refugio seguro de un Padre que cuida cada detalle —y que desea que vivamos en plena quietud de espíritu, anclados en Su amor eterno.

No permitas que nada robe tu paz. El Padre bendice y envía a los obedientes al Hijo para perdón y salvación. Que los espléndidos mandamientos del Señor sostengan tu corazón con ligereza y firmeza. Obedecer nos trae bendiciones, liberación y salvación —y nos enseña a descansar, de forma dulce y constante, en el regazo de nuestro Dios. Adaptado de Francisco de Sales. Hasta mañana, si el Señor nos lo permite.

Ora conmigo: Padre de paz eterna, enséñame a descansar en Ti en todo momento, incluso cuando el mundo a mi alrededor parezca en desorden. Que yo vea Tu mano en todo y me mantenga firme en Tu presencia.

Condúceme por medio de Tu magnífica Ley. Que Tus mandamientos moldeen mi corazón con santa sencillez y me aparten del peso de tantas preocupaciones.

Oh, Señor amado, te agradezco porque Tú eres mi refugio seguro. Tu amado Hijo es mi eterno Príncipe y Salvador. Tu poderosa Ley es como una brisa suave que calma el corazón agitado. Tus mandamientos son como raíces profundas que me mantienen firme en medio de los vientos. Oro en el precioso nombre de Jesús, amén.



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